El verano, aquella época que todos esperamos con ansias, caracterizado por días más largos, sol a todas horas, tiempo de relajación y algún que otro día de vacaciones para salir de la rutina, también tiene aspectos negativos. Lejos de lo idílico que pueda parecer tomarse un cachopo en las cosas asturianas o una paella admirando el paisaje valenciano, los viajes y los cambios de alimentación que estos pueden suponer, pueden ser de lo más molestos para la digestión en estos días desconexión.
Durante esta estación es común que muchas personas experimenten molestias estomacales, tales como ardor, pesadez u otros problemas digestivos, lo que puede afectar —y en gran medida— al disfrute de las vacaciones. Sin embargo, el surgimiento de este malestar con la entrada del verano no es casualidad, sino el resultado de un cambio en la dieta y el estilo de vida que, si bien es temporal, puede tener consecuencias duraderas.
Lo primero —y que posiblemente más pueda llegar a afectar— es el hecho de comer fuera de casa con mayor frecuencia. Y es que, por muy rico y apetecible que pueda ser salir a restaurantes, chiringuitos o comidas al aire libre, esto también conlleva alimentos más grasos, más salas y porciones más grandes.
Un problema que se suma al hecho de optar por comidas rápidas y snacks ultraprocesados como patatas fritas, helados, embutidos y bebidas azucaradas. Todo ello, alto en grasas saturadas, azúcares y sal, lo que puede llegar a irritar el estómago. Un hecho que se alinea con una menor ingesta de frutas y verduras frescas.
Además, aunque las vacaciones son un momento para disfrutar, esto no debe traducirse en un aumento de la cantidad de comida que consumimos, ya que puede llevar a opciones copiosas incrementando las posibilidades de molestias como la acidez o el reflujo.
Toda esta combinación se convierte en el 'cóctel molotov' perfecto si le sumamos la falta de una rutina estricta durante las vacaciones, lo que desordena el ritmo normal del sistema digestivo y puede ser el inicio de problemas tales como la hinchazón o el estreñimiento.
La digestión veraniega
De este modo, los cambios en la alimentación y en el estilo de vida durante el verano suponen un impacto directo en lo que respecta a la salud digestiva. Porque, ya sea por disfrute o la dejadez propia de las vacaciones, un 61% de los españoles asegura que engorda una media de tres kilos durante el verano, según indica un estudio de Nutritienda.
La ingesta de grasas, azúcares, comidas abundantes y la falta de horarios se juntan reflejando, no solo un exceso de calorías, sino también altas posibilidades de experimentar cierto malestar digestivo asociado al cambio de hábitos alimenticios.
La acidez estomacal es uno de los problemas más comunes. Consecuencia de productos grasos, picantes o ácidos, el cuerpo experimenta una sensación de ardor en el pecho o en la garganta, causada por el reflujo de ácido desde el estómago hacia el esófago.
Otro de los más comunes es la indigestión o pesadez, frecuente después de las grandes comidas o tras consumir alimentos difíciles de digerir. ¿Sus síntomas? Incluyen hinchazón, náuseas y sensación de malestar.
Junto a estos problemas, el estreñimiento o la diarrea. Por un lado, la falta de fibra, junto con la deshidratación (muy común en los días de verano) puede llevar al estreñimiento. Al otro lado, la diarrea, que puede ser resultado de alimentos o agua contaminada al viajar al extranjero.
Evitar el malestar
Y aunque todas estas cuestiones pueden suponer un grave problema durante los días de relax y desconexión, existen maneras de mitigar este malestar para poder disfrutar plenamente de las vacaciones.
En primer lugar, es clave incluir en tu dieta una buena cantidad de frutas, verduras y alimentos ricos en fibra. Esto ayudará a mantener el tránsito intestinal regular y prevendrá el estreñimiento. Además, es clave hidratarse adecuadamente y beber, al menos, dos litros de agua al día para que el sistema digestivo funciones como debe.
Evitar comer en exceso es imprescindible. Opte por porciones más pequeñas y considere hacer cinco o seis comidas ligeras a lo largo del día en lugar de tres, largas y copiosas. En la misma línea, evita aquellos alimentos que pueden causar acidez o indigestión, tales como los picantes, los grasos, las bebidas con cafeína o el alcohol.
Añadir probióticos a tu día a día puede ser clave. Lo puedes hacer incorporando yogur o kéfir a tu dieta para mantener un equilibrio saludable de bacterias. Además, hacer ejercicio de forma regular, ya sea en forma de caminatas, natación u otro deporte durante las vacaciones, es vital para mantenerse activo.