El turismo ha sido —y sigue siendo— uno de los motores económicos más poderosos de España. Playas doradas, ciudades históricas y una gastronomía de envidia traen cada año a millones de visitantes, lo que ha hecho de nuestro hogar el segundo destino más popular del mundo.
En 2023 se estimaron cerca de 477 millones de pernoctaciones entre hoteles, albergues, campings o apartamentos. Además, siguiendo con estas cifras récords, los turistas pasaban por el territorio español dejando 108.000 millones de euros, casi 16 millones más de lo que se registró en 2019 —antes de la irrupción de la pandemia de la Covid-19—.
12,6% del empleo total en la economía española.
Sin embargo, aunque gran parte de los nacionales —un 12,6%, según indica el Ministerio de Industria y Turismo— viven de este sector, no todo lo que trae es bueno. El flujo masivo de turistas está teniendo un impacto significativo en el medioambiente, desafiando la sostenibilidad de los recursos naturales. Precisamente, aquellos que tantos turistas atraen.
Pero los visitantes no son lo único que 'estropea' el paisaje. El cambio climático, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad también están en el punto de mira. Y es que, para poder seguir disfrutando de estas playas, bosques y naturaleza que nos apasionan, debemos proteger el entorno y preservar el patrimonio.
El lado oscuro del turismo
Desde los años 60, España ha experimentado un crecimiento turístico exponencial. Las políticas de desarrollo de la época promovieron la construcción masiva de infraestructuras, especialmente en las costas mediterráneas. Y aunque este auge ha sido un gran impulso económico, creando millones de empleos y desarrollando regiones anteriormente desfavorecidas, ha traído inconvenientes.
El turismo masivo ha provocado serios problemas en lo que al medioambiente se refiere. ¿El motivo? La sobreexplotación de recursos hídricos, la contaminación de playas, la destrucción de hábitats naturales y un aumento considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La Organización Mundial del Turismo (ONU Turismo) establece que este sector es responsable de, aproximadamente, el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En concreto, las áreas relacionadas con el turismo, como el transporte, la hostelería y la construcción contribuyen significativamente a estas emisiones.
El impacto sobre los recursos naturales también es crítico. Por ejemplo, en las Islas Baleares, la demanda de agua durante la temporada alta supera —y con creces— la capacidad de los recursos locales, lo que lleva a la sobreexplotación de los acuíferos y la salinización de las aguas subterráneas.
Por otro lado, en Ibiza, donde se ha experimentado un desarrollo turístico intenso, la biodiversidad local y la degradación de los ecosistemas marinos, particularmente las praderas de posidonia oceánica, están sufriendo, lo que puede traer importantes consecuencias. Se trata de un paraje que actúa como sumidero de carbono y ayuda a mantener la calidad del agua, proporcionando un hábitat para numerosas especies marinas.
La Costa del Sol, uno de los destinos más populares de España, sería otro ejemplo de cómo el turismo puede impactar negativamente en el medioambiente. Durante las últimas décadas, el litoral ha sido transformado por la construcción de grandes complejos turísticos, lo que ha resultado en la destrucción de dunas y humedales, así como en la contaminación de las aguas costeras.
A su vez, la afluencia masiva de turistas ha sobrecargado las infraestructuras locales, derivando en problemas como la gestión de residuos o el tratamiento de las aguas residuales.
Y es que, a pesar de que las maravillas nacionales atraen a 12,5 millones de turistas entre la Costa del Sol, la Costa Blanca y la Costa Brava, España cuenta con 48 Banderas Negras en sus playas que, otorgadas por Ecologistas en Acción, se utilizan para denunciar la mala gestión ambiental de las costas, ya sea por vertidos, urbanización o contaminación, entre otros.
Turismo sostenible
En este escenario, el turismo sostenible se presenta como la respuesta necesaria para contrarrestar los impactos negativos del tradicional. Desde ONU Turismo lo definen como "dar un uso óptimo a los recursos medioambientales, manteniendo los procesos ecológicos esenciales y ayudando a conservar la biodiversidad y los recursos naturales".
Además, explican, la clave es "respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, conservando sus valores tradicionales y promoviendo el entendimiento intercultural". Todo ello para, indican, "asegurar la viabilidad económica a largo plazo distribuyendo equitativamente los beneficios socioeconómicos a todos los actores involucrados, incluidos los empleos estables y las oportunidades de ingresos para las comunidades locales".
En este contexto, España ha comenzado a implementar iniciativas y políticas para fomentar prácticas más amigables con el entorno. Ejemplo de ello es el Plan Nacional de Turismo Sostenible 2030, que tiene como objetivo transformar el modelo turístico del país hacia uno más respetuoso con el medio ambiente y más equilibrado en términos de distribución de beneficios.
La estrategia incluye medidas como la promoción del ecoturismo, la mejora de la eficiencia energética en las infraestructuras o el fomento del transporte sostenible.
Además, muchas regiones están tomando medidas locales para adaptarse a este nuevo paradigma. Alguna de ellas, como la limitación del número de visitantes en entornos naturales protegidos, en marcha en espacios como el Parque Nacional del Teide (Tenerife) o los lagos de Covadonga (Asturias).
Vacaciones sin impacto
Estudios indican que el 74% de los turistas considera importante minimizar su huella cuando viajan. De hecho, el 40% asegura que ya se preocupa por el impacto ecológico de sus vacaciones. Así lo muestran los últimos datos recogidos por el Energy Insight que elabora periódicamente Cepsa.
Pero, ¿qué se puede hacer para minimizar ese impacto? Una de las áreas clave es la transición hacia el uso de energías renovables en el sector. En ese espectro, proyectos como el de Soluciones Energéticas para Hoteles (HES), lanzado por ONU Turismo en colaboración con la UE, están ayudando a las pequeñas y medianas empresas del sector a reducir su huella de carbono mediante la adopción de tecnologías de eficiencia energética y el uso de renovables.
Y no solo eso; dado que el agua es un recurso limitado y esencial en muchas regiones de España, se han adoptado prácticas de gestión sostenible. En concreto, en Baleares, muchos hoteles han implementado sistemas de reciclaje de aguas grises para reducir el consumo de agua potable, así como tecnologías de bajo flujo en duchas y grifos para minimizar el desperdicio.
La reducción de plásticos de un solo uso es también primordial. Motivo por el que muchas cadenas hoteleras han comenzado a sustituir estos productos por alternativas reutilizables o compostables.
Además, el ecoturismo y el turismo rural se están convirtiendo en fuertes alternativas al turismo masivo. En ellas, el objetivo se centra en vivir experiencias 'más auténticas' y en menor escala, respetando y valorando el entorno rural y cultural.