Los destrozos provocados por el huracán Beryl en la isla jamaicana.

Los destrozos provocados por el huracán Beryl en la isla jamaicana. REUTERS

Historias

El paraíso se convierte en el infierno: esta es la realidad de los ganaderos jamaicanos que lo han "perdido todo"

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Huracanes, tornados y climas adversos en pleno Caribe no es algo extraño de ver, sin embargo, cada vez son más frecuentes y más intensos, arrasando todo lo que encuentran a su paso. Resultado de ello han sido las consecuencias y los destrozos que ha dejado el último evento climático extremo que aterrizó en Jamaica.

Para entender esta historia debemos retroceder hasta el 3 de julio de 2024, cuando el huracán Beryl llegó a la isla caribeña. Aquella noche, más de 400.000 jamaicanos, es decir, casi el 65% de los clientes al servicio de la electricidad del país, pasó la noche sin energía como consecuencia los vientos de hasta 225 km por hora que acecharon al territorio. 

Pese a que ha pasado algún tiempo desde aquel día de verano —cuatro meses para ser exactos—, aún están latentes los estragos que dejó el evento meteorológico. Y así lo narra Rosemary White, una granjera de 56 años, en una entrevista para Noticias ONU: "Fue un momento devastador de mi vida, lo he perdido todo. Es un desastre". 

Pero la historia de White no es un caso aislado, se repite en miles de hogares a lo largo y ancho de la isla. Y es que Beryl, de categoría 4, irrumpió dejando una estela de destrucción que se calcula en más de 6.500 millones de dólares. Las parroquias de Clarendon, Manchester y Saint Elizabeth, corazón agrícola del país, fueron arrasadas por los vientos implacables y lluvias torrenciales.

Más de 45.000 agricultores vieron sus tierras inundadas, sus cultivos destrozados y su sustento reducido a escombros. Personas que lo perdieron todo, como Nakaya, un granjero de 44 que perdió su sustento, 100 gallinas, que mantenían a su madre de 67 años enferma de Parkinson, según cuenta una publicación de la ONU. 

Un futuro incierto

En este sombrío panorama, la ayuda parece llegar con cuentagotas en un país donde cada minuto cuenta para los agricultores que dependen de la tierra. Motivo por el que las Naciones Unidas e instituciones como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) han movilizado recursos para apoyar a los afectados, pero la magnitud de la devastación supera sus esfuerzos

Con más 8.700 viviendas dañadas y una infraestructura en ruinas, la recuperación es lenta y dolorosa. Y es que, como bien indicábamos al comienzo, la situación de Jamaica no es un caso aislado, sino el reflejo de un fenómeno más amplio y alarmante fruto del cambio climático. 

Imagen del paso del huracán Beryl en Jamaica.

Imagen del paso del huracán Beryl en Jamaica. REUTERS

Los huracanes, cada vez más fuertes y frecuentes, no son una casualidad. En el Caribe, donde el calentamiento global ha elevado las temperaturas de los océanos, las tormentas han cobrado una fuerza inédita, como ocurría recientemente con el huracán Milton. 

De hecho, según un informe de Naciones Unidas, de seguir a este ritmo de inacción, se espera un incremento del 20% en huracanes de alta intensidad para 2050. Porque esta "rapidificación" de los ciclones deja a los habitantes cada vez menos tiempo para prepararse, como señalaba Nakaya en una entrevista para Noticias ONU: "Metí a mi madre debajo de la cama. Me estremecí un poco cuando me arrancó el techo y lo único que vi fue agua y el cielo". 

El campo en crisis

La agricultura y ganadería son uno de los principales pilares económicos de Jamaica, especialmente en las zonas más periféricas. Datos de Forbes de 2020 estiman que las 154.000 personas dedicadas al mundo rural "ocupan la mayor parte de la superficie agrícola del país" (440.000 hectáreas) y son la columna vertebral de la isla.

Motivo por el que el impacto del huracán Beryl no ha sido solo en términos económicos, sino que también ha supuesto un cambio para los habitantes afectados. Los agricultores han perdido cultivos enteros de plátanos, ñames, mangos y otros productos esenciales, mientras que las industrias ganadera y pesquera también se han visto severamente afectadas. 

Con las infraestructuras colapsadas, redes eléctricas aun sin funcionar en algunas zonas y un sistema de agua potable vulnerable, el regreso a la normalidad para una ilusión de lo más lejana para estos trabajadores, tal como expresaba White: "No sé qué hacer ahora, tengo muchas ganas de volver aquí, pero necesito ayuda para reparar mi casa y mi gallinero"