Anoush Babayan, refugiada de Nagorno Karabaj: "Solo quiero un trabajo en condiciones y ser dueña de mi vida"
- Como este, son muchos los relatos de quienes tuvieron que dejarlo todo atrás tras la incursión militar de Azerbaiyán el pasado septiembre de 2023.
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"Antes del bloqueo, les decía a mis pacientes que miraran hacia el futuro. Después, ya no podía decirles eso. ¿Qué futuro teníamos?". Son las palabras de Anoush Babayan, una psicóloga de 38 años refugiada en Armenia tras la incursión militar de Azerbaiyán en el territorio de Nagorno Karabaj. Sin embargo, son muchas las personas que, como ella, tuvieron que dejar atrás todo lo que, hasta entonces, había sido su rutina para huir por su vida.
Esta no era la primera vez que Babayan era desplazada, ya lo había sido en la década de los 90, cuando tan solo tenía 2 años. Más adelante, en 2020, tuvo que volver a abandonar su hogar como consecuencia de la guerra que estalló. A pesar de ello, cuenta en una entrevista a Acción contra el Hambre, pudieron reconstruir su casa, lo que ya ve imposible después de la última incursión militar en septiembre de 2023.
Actualmente instalada en la ciudad armenia de Goris, a unos 50 kilómetros de la frontera con Azerbaiyán, esta mujer, junto a su familia, tuvo que realizar una travesía de dos días por carretera para escapar del horror. Sin comida ni agua, porque pensaron que el camino a lo que sería su refugio estaría tan solo a dos horas, se vieron obligados a pedir "a la gente de otros coches".
Y es que en el momento en el que debes tomar la decisión de huir, tan solo tienes unos segundos para escoger lo que quieres llevar contigo. En ese instante a Babayan le vino esa pregunta —"¿qué puedo llevarme?"—, optó por "ropa de invierno", aunque ahora se arrepiente de no haber cogido también sus "libros profesionales que utilizaba para trabajar".
Similar es el caso de Paitzar (46 años) o Novela (66 años), quienes también fueron desplazadas en la guerra de 2020. Tiempo después pudieron volver a sus hogares, aunque la alegría no duró mucho, ya que el 25 y 26 de septiembre, respectivamente, emprendieron su camino a Syunik, Armenia. Ahora, dice Paitzar, en declaraciones a Acción contra el Hambre, solo busca alojamiento, comida y ropa.
Un conflicto 'descongelado'
Hace falta remontarse hasta 1823 para entender la actualidad de Nagorno Karabaj. En aquel momento arrancaba la dominación rusa y, cuando el imperio se disolvió en 1918 —tras el estallido de la revolución de marzo de 1917—, se reavivaron las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán.
Más adelante, como cuentan desde National Geographic, "la Rusia comunista puso sus ojos en los estados independientes del Cáucaso" con el objetivo de incorporarlos en lo que, con el tiempo, terminaría siendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o más conocido por sus siglas URSS.
Pese a que en un primer momento se dijo que este territorio de 4.400 kilómetros cuadrados entraría a formar parte de Armenia, en 1923 se convertía en una región administrativa autónoma de la República Socialista de Azerbaiyán (sin tener en cuenta de que el 94% de su población era de etnia armenia).
La Unión Soviética no tuvo la mejor de las reacciones (aunque no es de extrañar). Se mostró intolerante con el nacionalismo ético e ignoró las propuestas de la población. Esto se tradujo en que, cuando se desintegró la URSS en diciembre de 1991, Nagorno Karabaj se aventurase a solicitar formar parte de la República de Armenia; movimiento que desembocó en una guerra total.
Fue ahí donde surgieron los primeros desplazamientos —como contaba Babayan— y más de un millón de personas se convirtieron en refugiados. Durante este enfrentamiento, que se produjo entre 1988-1994, tuvo lugar una limpieza étnica en donde los azerbayanos fueron contra los armenios y viceversa, cobrándose la vida de más de 30.000 personas.
De ahí que el Consejo Mundial de Iglesias expresase sus dudas respecto a la COP29 celebraba ahora en Bakú, ya que deploraba que se utilizase "para encubrir los crímenes contra la humanidad que provocaron su desplazamiento".
El conflicto concluye —aunque no de forma definitiva— con la firma del Protocolo de Bishkek, en donde se estableció que Azerbaiyán que quedaba con el control de este territorio. Sin embargo, las tensiones no cesaron hasta que, a principios de la década de 2010, se convertía en una de las más militarizadas del mundo.
Debido a la importancia geopolítica del conflicto, con la OTAN y Rusia involucrados, el gobierno al mando prometía en 2023 garantizar los derechos de los armenios de la región, pero estos tenían poca esperanza respecto al cumplimiento de estos compromisos. Así lo indicaba a Reuters David Babayan, asesor de amvel Shahramnyan, presidente de la autoproclamanda República de Artsaj: "El 99,99% preferimos dejar nuestras tierras ancestrales".
A lo que se suman las recientes declaraciones del Green European Journal donde planteaban "la falta de voluntad de Azerbayán para resolver las tensiones con Armenia sobre la región de Nagorno Karabaj", especialmente en lo relativo a su intención de paz y al discurso constructivo, dos "cualidades esenciales para acoger la COP".
Éxodo masivo
A raíz de este resurgimiento de la contienda el pasado 2023, se produjo un bloqueo que, para Anoush Babayan y su familia, duró nueve meses. En ese tiempo, cuenta la psicóloga, su alimentación era a base de pasta y arroz y, momentos antes de este cierre, se lanzaron a comprar "todos los medicamentos posibles para tener reservas", especialmente para su hijo, quien padece una alergia cutánea.
Tal era la situación que Babayan tuvo que empezar a "hacer pan en casa con una mezcla de diferentes cereales, ya que no había harina disponible", tal como explican desde la organización. Logró salir del horror, aunque este todavía no ha conseguido salir de ellos: "Mi hijo sigue teniendo miedo de los bombardeos. No quiere dormir solo".
Ahora, gracias al programa 'Adaptación e integración' de Acción contra el Hambre en el que se ofrece formación profesional y apoyo emocional a los refugiados, estas familias tienen una oportunidad para reconstruir sus vidas. Porque, señala Babayan, lo único que quieren es un trabajo en condiciones y ser dueños de su vida.
Sin embargo, con un éxodo de más de 100.000 personas desde la incursión militar del 19 de septiembre del pasado año, el testimonio de Babayan es uno más de las miles de historias posibles, como la de Nazik, su hija Lilit y su cuñada Gayane. En su caso, tuvieron que quemar toda la documentación por, cuenta Laurence Mourech de Acción contra el Hambre desde Ereván (Armenia), "el miedo constante de ser interceptadas por soldados azerbaiyanos".
Tras tres días de incertidumbre, lograron llegar a la provincia de Ararat. Allí alquilaron una casa con la ayuda de las subvenciones del gobierno armenio que, aunque al principio compartida con 16 personas más, poco a poco se reasignaron.
El siguiente objetivo fue recuperar su rutina y adaptarse a esta nueva vida, donde el programa esta ONG cobra especial importancia: "Se proporcionan herramientas prácticas para mejorar las oportunidades laborales, además de ofrecer un espacio de apoyo emocional, permitiendo a los refugiados compartir sus experiencias y formar redes de solidaridad".
De este modo, Lilit ha conseguido graduarse en una escuela de diseño en Everán, aunque sigue buscando un trabajo que le permita aplicar lo aprendido. Gayane ha conseguido un periodo de prácticas en un salón de belleza, donde está aprendiendo técnicas de microblading y, por su parte, Nazik trata de continuar su pasión de enseñar a las nuevas generaciones a fabricar alfombras.