La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, fue ayer contundente en su intervención en la 26ª Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (COP26): "La humanidad está en código rojo por la crisis climática".
Y la ciencia le da la razón. Según la estimación de la plataforma científica Climate Action Tracker, el planeta se dirige "al menos" a un aumento de las temperaturas de 2,4 °C a final de siglo respecto a los valores preindustriales. El termómetro quedaría, por tanto, lejos del máximo de 2 °C recogido en el Acuerdo de París y todavía más del límite de 1,5 °C al que aspira la ONU y los países que se reúnen estos días en Glasgow.
Por eso, no es de extrañar la premura con la que el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, azuzaba ayer por la tarde al resto de líderes mundiales: "La cruda realidad es que no estamos dónde deberíamos estar, ni siquiera estamos cerca. Necesitamos tomar las decisiones correctas este año, porque nos quedamos sin tiempo".
Para Timmermans, como para el presidente de la COP26, Alok Sharma o la mayoría de representantes de los Estados más vulnerables, la apuesta por la adaptación es la respuesta a la crisis climática. "Y lo tenemos que hacer ya", apremió el europeo. Por eso, anunció que la Unión Europea contribuirá con 100 millones de dólares para el fondo de adaptación de los países en desarrollo.
En palabras de Sharma, "queda aún una montaña por escalar" para conseguir un pacto, pero el cambio climático no da tregua. De ahí lo impactante de la imagen del ministro de Asuntos Exteriores de Tuvalu, Simon Kofe, que ha dado ya la vuelta al mundo: él, con el agua por las rodillas, denuncia la necesidad de llegar a acuerdos ambiciosos, que se cumplan y que se financien.
Sin medidas para reducir hasta cero las emisiones contaminantes antes de 2050, los países insulares tienen sus días contados, aseguró Kofe. "El cambio climático y el aumento del nivel del mar son amenazas letales y fundamentales para Tuvalu y otros países situados al nivel del mar. Nos estamos hundiendo, pero también el resto del mundo", señaló.
Y es que, según un estudio publicado ayer martes por la Oficina Meteorológica de Reino Unido (MET Office), mil millones de personas se verán afectada si las temperaturas sobrepasan los temidos 2 °C por encima de niveles preindustriales.
El informe presentado ayer en la COP26 asegura que "el número de personas en regiones de todo el mundo afectadas por el estrés por calor extremo, una combinación potencialmente fatal de calor y humedad, podría aumentar casi 15 veces si el aumento de la temperatura mundial alcanza los 2 °C".
Las noticias que llegan por parte de los científicos contrastan con el optimismo que se ha venido viviendo en la cumbre esta semana y la pasada. Mantenerse por debajo de una subida de 1,5 °C parece imposible si no se llevan a cabo cambios drásticos y, como alertó Sharma, se pasa de "las promesas a los hechos".
Nuevas predicciones
Tras los compromisos adquiridos la semana pasada, se predijo que la temperatura podría mantenerse en un aumento de entre 1,8 y 1,9 grados. Algo que hizo que muchos delegados enviados a Glasgow se mostrasen optimistas. Sin embargo, esos cálculos incluían exclusivamente proyecciones y promesas a largo plazo, entre las que estaba el objetivo indio de alcanzar la neutralidad en 2070.
Las nuevas proyecciones de Climate Action Tracker, una de las coaliciones de análisis más respetadas del mundo, se ha basado en los objetivos a corto plazo de la próxima década.
Uno de los principales investigadores de la coalición, Bill Hare, aseguró en declaraciones al diario británico The Guardian que les preocupa "que algunos países intentan convencernos de que los compromisos de la COP26 están alineados con el objetivo de París de mantener la temperatura por debajo de 1,5 °C" por debajo de los niveles preindustriales.
"La cruda realidad es que no estamos dónde deberíamos estar, ni siquiera estamos cerca", dijo Timmermans
Pero, como explican los expertos, superar esa temperatura resultará en "daños irreversibles" para el planeta y los que vivimos en él.
Por eso, como dijo ayer el asesor científico jefe del Gobierno británico, Patrick Vallance, son necesarios cambios de comportamiento y hábitos tanto por parte de los mandatarios como de la ciudadanía. Porque, aseguró, "la crisis climática es un problema mucho mayor que el coronavirus y matará a muchas más personas si no se toman medidas urgentes ya".
En este sentido, la adaptación al cambio climático es, según los asistentes a la COP26, esencial para que el futuro no sea tan apocalíptico como los científicos lo dibujan. Para evitarlo, ayer se informaba de que un grupo de doce gobiernos occidentales ha comprometido 413 millones de dólares –356 millones de euros– para contribuir a la resiliencia climática a través del Fondo de Países Menos Desarrollados.
Canadá, Estados Unidos, Dinamarca, Estonia, Francia, Alemania, Irlanda, Países Bajos, Suecia, Suiza, Bélgica y la región belga de Valonia contribuirán al fondo gestionado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente.
Con todo, el presidente de la COP26 no abandona su optimismo. "Me gustaría que el viernes acabase con un acuerdo ambicioso", dijo en la última sesión de reuniones de ayer. Y concluyó: "Los próximos días no van a ser sencillos, pero el público demanda acciones concretas. Juntos podemos hacerlo".
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