En el territorio en el que hoy se encuentra Irak, hace más de cuatro mil años se encontraba Babilonia. Por aquel entonces, esta ciudad coronaba la conocida como Mesopotamia. Con el paso de los milenios, los restos de aquella civilización, de la que todos los que hoy vivimos en la Tierra somos herederos, sobrevivieron a incontables guerras y batallas libradas en su suelo. Sin embargo, el cambio climático actual, precipitado por la acción de ser humano moderno, podría borrar su legado.
Tal y como informa el diario The Guardian, las cada vez más altas concentraciones de sal en Irak, producidas por la cada vez menor presencia de agua, han empezado a carcomer los ladrillos de lodo y las cada vez más frecuentes tormentas de arena ya están erosionando algunas de las maravillas de la humanidad.
Estos cambios ponen en peligro todo el conocimiento que se esconde en la que un día fue la cuna de la civilización. La historia de Mesopotamia nos marca la evolución desde el Paleolítico hasta las eras islámicas. Y es que, no se puede olvidar, que el Irak de hoy alberga algunas de las ciudades más antiguas del mundo y los secretos de los primeros métodos agrícolas o de la primera escritura, la cuneiforme.
Según declaraciones de Augusta McMahon, profesora de Arqueología mesopotámica en la Universidad de Cambridge, al digital británico, que se produzcan daños en lugares "tan legendarios como Babilonia dejarán vacíos en nuestro conocimiento de la evolución humana, del desarrollo de las primeras ciudades, de la gestión de imperios y de los cambios en las dinámicas políticas de la era islámica".
La destrucción de la sal
Mesopotamia se emplazaba entre los dos ríos que encontramos en el Irak actual: el Tigris y el Éufrates. Esa zona es rica en sal, pues esta se encuentra de manera natural en el suelo y en las aguas subterráneas. Y ya se encuentran referencias a esta en textos cuneiformes de hace miles de años: la sal se utilizaba ya por aquel entonces para conservar alimentos o, incluso, para tratar la piel.
Pero no todo son bondades con este mineral. Aunque, por un lado, haya ayudado a preservar restos arquitectónicos mesopotámicos; por otro, en un Irak cada vez más caluroso y seco, la sal se está volviendo "agresiva" e, incluso, "destructiva", como afirma en The Guardian, el arqueólogo Jaafar Jotheri.
Este, parece, el peaje a pagar por las presas construidas por Irán y Turquía, que afectan a los ríos iraquíes, y los años de una gestión inadecuada del agua y la agricultura en el país. Y es que los expertos han podido observar un aumento de las concentraciones de sal en la zona, debido especialmente a la escasez de agua.
Esta situación, teniendo en cuenta las previsiones de Naciones Unidas, no mejorará en un futuro cercano. Si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en los niveles actuales, las temperaturas anuales del planeta aumentarán 2 °C en 2050. Esto provocará que se multipliquen los días en los que se superen los 50 °C.
Las precipitaciones, además, no harán más que reducirse en todos los lugares, pero especialmente en el que un día vibró con la ciudad de Babilonia. Y se prevé que las tormentas de arena y polvo se incrementen de 120 anuales a 300.
Por otro lado, la ONU alerta de que el aumento del nivel del mar provocará que zonas del sur de Irak puedan acabar bajo el agua (salada) en poco más de tres décadas.
Y es precisamente en Babilonia donde los primeros efectos de esta salinización del ambiente se están produciendo. Hace ya una década que los arqueólogos de la antigua ciudad empezaron a ver cómo la sal empezaba a carcomer los ladrillos de lodo de 2.600 años de antigüedad. Ahora, el templo de Ishtar, la diosa sumeria del amor y la guerra, se tambalea, pues su base se ha debilitado por la falta de agua y los altos niveles de sal.
Es cuestión de tiempo que, una vez más, los cambios en el clima hagan desaparecer a la civilización mesopotámica. La diferencia es que, esta vez, lo que se podría borrar sería su legado, y el ser humano su causante. Ya no se podría culpar al azar.