Los océanos se calentaron en el último año como nunca desde que hay registros, en 1955. Fue el sexto año que batieron récords de temperaturas. Detrás de estos episodios está el cambio climático, y es que las emisiones no paran de aumentar como consecuencia de la actividad antropogénica. Esto preocupa a los científicos porque, según la última investigación que publica Science, de seguir así, la vida marina “caerá en picado”.
Es un ciclo cerrado. Cuantos más contaminantes expulsemos a la atmósfera, más se calienta el clima, más calor concentran los océanos, más CO₂ absorben sus aguas y menos oxígeno quedará en ellas. Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo, a cámara lenta, y no hay más que recordar las últimas mediciones para ver que estamos precipitándonos por un camino que los científicos auguran como peligroso.
Los últimos siete años han sido los más calurosos de la historia. En el último año, en 2021, más de 400 estaciones meteorológicas de todo el mundo registraron sus temperaturas más altas de las últimas décadas. Se alcanzaron casi los 50º en Siracusa (Italia), los 49,6º en Litton (Canadá) y los 54,4º en Furnace Creek (Estados Unidos), la temperatura más alta registrada jamás.
Ese mismo año, las emisiones de gases de efecto invernadero marcaron también un récord mundial, con 36.300 toneladas (un 6% más que el año anterior). Como también la temperatura de los océanos, que ha experimentado su mayor temperatura desde que hay registros.
El estudio publicado ahora por investigadores de la Universidad de Princeton advierte que, a menos que se reduzcan las emisiones de gases, la biodiversidad podría disminuir en el próximo siglo hasta niveles nunca vistos desde la extinción de los dinosaurios. Para ello, los autores modelaron la vida marina futura bajo diferentes escenarios climáticos proyectados.
Los investigadores compararon después su modelo con la magnitud de extinciones masivas pasadas, capturada en los fósiles. Y todo con base en su trabajo anterior, que vinculaba el patrón geográfico de la Extinción del Pérmico Final hace más de 250 millones de años –el evento más mortífero de la Tierra– con impulsores subyacentes, como son el calentamiento global y la pérdida de oxígeno de los océanos.
De esta manera, los científicos han descubierto que su patrón de biodiversidad marina futura, el registro fósil de la Extinción del Pérmico Final y la distribución de especies que vemos ahora siguen un patrón similar. Esto es que a medida que aumenta la temperatura del océano y disminuye la disponibilidad de oxígeno, hay una disminución importante en la abundancia de vida marina.
Tanto la temperatura como el oxígeno existente son dos factores clave en el cambio climático. El agua más cálida es en sí misma un factor de riesgo para las especies que están adaptadas a climas más fríos.
Además, contiene menos O₂ que el agua con menos temperatura, lo que conduce a una circulación oceánica más lenta que reduce el suministro de oxígeno en profundidad. Y aunque es cierto que la vida marina tiene mecanismos fisiológicos que les permite hacer frente a los cambios ambientales, es sólo hasta cierto punto.
Como recoge el estudio, lo más probable es que las especies polares se extingan a nivel mundial si se produce el calentamiento climático porque no tendrán hábitats adecuados a los que trasladarse. A las tropicales, sin embargo, es posible que les vaya mejor. Tienen características que les permiten hacer frente a las aguas cálidas y con poco oxígeno.
En la línea del ecuador, sin embargo, el océano ya es tan cálido y tiene tan poco oxígeno que cualquier aumento adicional de los termómetros puede convertirlo en inhabitable para cualquier especie. No obstante, todavía hay tiempo para evitar estos escenarios.
Aún estamos a tiempo
Actualmente, el cambio climático afecta ya al 45% de las especies marinas en peligro de extinción. De momento es el quinto factor de estrés más importante después de la sobrepesca, el transporte, el desarrollo urbano y la contaminación.
Sin embargo, como apunta Penn, la crisis climática pronto podría eclipsar en importancia a todos estos factores: "El calentamiento extremo conduciría a extinciones impulsadas por el clima que, cerca de finales de siglo, rivalizarán con todos los factores estresantes humanos actuales combinados".
Como asegura Curtis Deutsch, autor principal del estudio y profesor de Geociencias del Instituto Ambiental High Meadows en Princeton, "las reducciones rápidas y agresivas de las emisiones de gases de efecto invernadero son fundamentales para evitar una gran extinción masiva de especies oceánicas". De hecho, revertir esta tendencia podría reducir el riesgo de desastre en los océanos –y, en consecuencia, en el planeta– en más de un 70%.
Justin Penn, coautor e investigador asociado postdoctoral en el Departamento de Geociencias en la misma universidad, insiste en que “el futuro no está escrito en piedra”. Asegura que la magnitud de la extinción que hallaron en su investigación se debe a la cantidad de CO2 que se prevé emitir en los próximos años. “Todavía hay tiempo para cambiar la trayectoria de las emisiones de CO2 y evitar un calentamiento que provoque esta extinción masiva”.
El último informe de Naciones Unidas sobre el cambio climático ya alerta de que los océanos están en una auténtica espiral de destrucción. Preocupa la desaparición de los ecosistemas y especies marinas a muy corto plazo, el blanqueamiento masivo de arrecifes de coral y la disminución de especies dependientes del hielo marino. Por este motivo, reducir las emisiones es ya una tarea prioritaria para evitar los peores efectos del calentamiento global.