Hay muertes casi invisibles detrás de las oleadas que crean pandemias como la del coronavirus. El estudio más completo hasta la fecha de The Lancet Planetary Health desvela que sólo en 2019, nueve millones de personas murieron en el mundo a causa de la contaminación. Estas son cuatro veces más que los fallecimientos que pudo ocasionar la Covid-19 en el primer año de pandemia. Al menos, los notificados oficialmente, con hasta 1,8 millones de decesos.
No podemos dejar de respirar, no podemos dejar de beber agua y tampoco podemos dejar de comer, pero seguimos contaminando estas fuentes indispensables para la vida en el planeta. Nos estamos intoxicando con cada respiración, con cada trago de agua o cada almuerzo. Lo respalda una amplia literatura científica al respecto.
Muertes tempranas, enfermedades e incluso malformaciones en el embarazo o nacimientos prematuros son algunas de las consecuencias del sistema productivo actual. Estamos contaminándolo todo: aire, tierra y agua. Y esto, inevitablemente, acaba formando parte de nuestro torrente sanguíneo.
La llegada de la Covid-19 en 2020 fue impactante. Durante las primeras oleadas del coronavirus, los hospitales colapsaban y faltaba espacio para depositar los cuerpos de los fallecidos. Las últimas cifras oficiales de la Universidad Johns Hopkins hablan de unos 6,7 millones de fallecidos en casi dos años y medio de pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), sin embargo, elevó recientemente esta cifra a unos 14,9 millones de decesos en todo el mundo. Esta estimación incluye, además de los notificados oficialmente, aquellos causados de manera directa o indirecta. Es decir, cuenta también con las muertes que no se contabilizaron como Covid y aquellas enfermedades que por la sobrecarga del sistema, no pudieron ser atendidas.
Frente a estas cifras de película de terror, serpentean otras apenas perceptibles, pero que ya tienen un número nada despreciable. Las muertes atribuibles a la contaminación en el planeta alcanzaron los nueve millones sólo en 2019. De acuerdo a estos datos, en un año, la polución pudo causar cuatro veces más muertes que la pandemia de la Covid-19 en el primer año de pandemia (con 1,8 millones de muertes oficiales), cuando aún nadie estaba vacunado.
Estas nuevas cifras se desprenden de estimaciones actualizadas del estudio Global Burden of Disease (GBD) de 2019, en el que más de 3.600 investigadores de 145 países diferentes evalúan la mortalidad por las principales enfermedades y factores de riesgo. Los datos más recientes en cuanto a los efectos en la salud de la contaminación no mejoran los reportados ya en 2017. Aquel año, como ahora, los decesos atribuibles a la polución se situaron en nueve millones, el 16% del total en todo el mundo.
¿Qué nos está matando?
La contaminación que más nos está matando es la del aire. Las partículas que están tanto en nuestras casas como en el ambiente exceden los límites que la OMS marca como seguros. De acuerdo a las últimas estimaciones, en torno a 6,67 millones de personas murieron en todo el mundo a causa de este tipo de polución. Una cifra que podría ir en aumento, porque el mundo batió récords de emisiones en el último año.
Los autores del estudio señalan que apostar por las renovables en lugar de por los combustibles fósiles comprende un doble beneficio. Se beneficia la lucha contra el cambio climático y, por ende, mejora la salud global de las personas y el planeta. Por este motivo, el informe pide “una transición masiva y rápida” hacia fuentes de energía limpia.
A los fallecimientos por la polución del aire, le siguen las muertes por contaminación del agua, con 1,36 millones prematuras; las de contaminantes peligrosos como el plomo, con 900.000 prematuras, o los riesgos laborales tóxicos, con hasta 870.000 decesos.
La contaminación del aire ambiental, la contaminación por plomo y otras formas de contaminación química son particularmente evidentes en el sudeste asiático. En esta región, los crecientes niveles de contaminación industrial se combinan con el envejecimiento de la población y un número cada vez mayor de personas expuestas.
De acuerdo al estudio publicado, en general, las muertes por contaminación moderna han aumentado en un 66 % en las últimas dos décadas. De los 3,8 millones de fallecimientos estimados en el año 2000, se registran unas 6,3 millones de muertes en el 2019.
Como ocurre con la Covid, estas cifras están subestimadas. En lo que tiene que ver con los efectos de los contaminantes químicos (muchos de ellos persistentes), hay que puntualizar que tan sólo una pequeña cantidad de los productos que pueden incorporarlos llegan a ser analizados adecuadamente por su seguridad o toxicidad.
Estas cifras compensan otras más positivas como que, por ejemplo, desde el año 2000, en el conjunto de países africanos, han disminuido las muertes por contaminación del aire en los hogares o por agua insalubre. Este aspecto se debe a cuestiones como mejoras en el suministro de agua y saneamiento, antibióticos y tratamientos, y combustibles más limpios.
Un círculo vicioso
No obstante, aún hoy, sigue produciéndose una tremenda inequidad en cuanto a la contaminación. De acuerdo al estudio, el 92% de las muertes relacionadas con la contaminación y la mayor carga de pérdidas económicas de la contaminación siguen ocurriendo en países de bajos y medianos ingresos.
Los países más avanzados estamos contaminando a aquellos que están intentando despegar y la factura no es nada despreciable. A los millones de vidas humanas, se suman los 4,6 billones de dólares vinculados a los excesos de muertes por contaminación sólo en 2019. Esto equivale al 6,2% de la producción económica mundial.
Como apunta Richard Fuller, autor principal del estudio de The Lancet Planetary Health, “los impactos de la contaminación en la salud siguen siendo enormes, y los países de ingresos bajos y medianos soportan la peor parte de esta carga”. A pesar de ello, añade el investigador, “las medidas de prevención de la polución se siguen pasando por alto en la agenda de desarrollo internacional”.
No obstante, la contaminación no es sólo un problema de los países más humildes. En nuestro país se estima que cada año mueren hasta 21.000 personas sólo por la exposición a la polución ambiental. Una cifra que, inevitablemente, no dejará de aumentar con un cambio climático cada vez más intenso.
Otro estudio publicado en Nature recientemente apuntaba que la subida de las temperaturas a nivel global en el mundo iban a provocar la próxima pandemia. Según esta publicación, científicos de la Universidad de Georgetown comprobaron que en la medida en que el clima se vaya calentando, los animales se verán obligados a trasladar sus hábitats a otras regiones.
Esto, indican, aumenta drásticamente el riesgo de que se produzca un brote entre especies. Cuando se encuentren con otros animales por primera vez, compartirán miles de virus. En este proceso, pueden hallar especies trampolín que transmitan enfermedades de forma directa a las personas.
Por este motivo, entre otros, los autores del último estudio en The Lancet Planetary Health señalan que “la contaminación sigue siendo la mayor amenaza existencial para la salud humana y planetaria y pone en peligro la sostenibilidad de las sociedades modernas”.
En este sentido, creen necesario la constitución de un panel científico-político al estilo del IPCC de la ONU, además de una mayor financiación para el control de la contaminación y manejo de los datos. Además, consideran que las organizaciones internacionales también deben establecer una mejor conexión entre ciencia y política para la contaminación por los productos químicos, los desechos y la contaminación del aire.
Rachael Kupka, coautora y directora ejecutiva de la Alianza Global sobre Salud y Contaminación, asegura que todos los tipos de contaminación “están estrechamente relacionados” y son “una amenaza planetaria” que trasciende fronteras. Por ello, asegura que “se necesita una acción global sobre todos los principales contaminantes modernos”.