De formar parte de un bosque protegido en Rumanía a convertirse en serrín para fabricar pellets de madera, con lo que diferentes países de Europa occidental consiguen cumplir sus compromisos de descarbonización.
A lo largo y ancho de Europa central, diferentes fábricas de pellets que —se suponen— deberían estar hechos de desperdicios y restos se abastecen de madera recién talada en zonas forestales protegidas. Todo, dicen, en nombre de las energías renovables.
Pero ¿hasta qué punto es verde una práctica que tiene poco de sostenible? Y es que, así, a pesar de no ser ilegal, la quema de biomasa se convierte en una práctica más contaminante incluso que el carbón.
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Una investigación llevada a cabo por Sarah Hurtes y Weiyi Cai, publicada en el New York Times el pasado miércoles 7 de septiembre, asegura que la tala de árboles centenarios y protegidos en Europa se ha intensificado en los últimos meses. Y es que, como aseguran en el medio estadounidense, "la quema de madera en ningún momento tenía que convertirse en la piedra angular de la estrategia de renovables de la UE".
Hurtes y Cai explican que los subsidios a la quema de madera dieron comienzo hace una década con la intención de incentivar, de manera rápida, la descarbonización de los hogares y las centrales eléctricas. Sin embargo, lo que empezó siendo una estrategia de economía circular que convertía los restos de serrín en combustible verde ha acabado transformándose en la mayor fuente de energía limpia de Europa.
Ahora, alertan, el aumento de demanda energética en el continente ha precipitado que los sobrantes de serrín, por sí solos, no sean suficiente. Por eso, reconocen, se ha empezado a "talar árboles enteros".
El New York Times ha seguido la pista, en su investigación, a los árboles que se talan y convierten en serrín en zonas protegidas para confirmar que acaban alimentando, como biomasa, las chimeneas de muchos europeos. La compran pensando que es la alternativa más sostenible para calentarse en invierno.
De sumideros de carbono a leña
Así está ocurriendo, dicen Hurtes y Cai, en Finlandia o Estonia, por ejemplo. Los bosques de ambos países podrían considerarse los mayores sumideros de carbono del continente, explican en su artículo. Sin embargo, la tala masiva a la que se están enfrentando en la actualidad los está convirtiendo en "verdaderos emisores de CO₂".
En otros lugares como Hungría, el gobierno ha llegado a derogar leyes de conservación de la naturaleza para favorecer prácticas como las que se describen en el diario estadounidense.
En un momento de crisis energética, el círculo vicioso de la emisión de gases de efecto invernadero parece repetirse: falta gas y se sustituye por quema de biomasa –en este caso, madera–, que tiene tanta demanda que deja de ser sostenible. Pero ya sabemos, recuerdan en el New York Times, que la quema de madera el año pasado ya supuso unas emisiones de CO₂ mayores a si se hubiese utilizado como fuente energética cualquier combustible fósil.
120 millones de toneladas métricas
La cantidad de madera que se utiliza en Europa es tan ingente que su trazabilidad es prácticamente imposible. Según datos oficiales de la Unión Europea, se desconoce la procedencia de 120 millones de toneladas métricas de madera utilizada como biomasa en 2021. Hurtes y Cai aseguran que estaríamos hablando del mismo tamaño que tiene la industria maderera finlandesa.
El Parlamento Europeo ya planea, la próxima semana, proponer una prohibición para la tala de árboles exclusivamente para convertirse en biomasa. Sin embargo, el debate está servido, pues son muchos los países que, con el invierno llamando a su puerta, reclaman la utilización de este material como combustible parar sustituir al gas ruso.