De alguna u otra forma, todos hemos vivido la cara más extrema del clima este verano. Un escenario que, según el último balance de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), podría continuar este otoño. Son condiciones propias de la época estival que ya se están alargando más allá de sus límites naturales y pueden continuar batiendo récords en los próximos años.
Al menos, es lo que nos dicen sistemas climáticos como el de Köppen-Geiger, una clasificación de 1936 que trata de identificar las condiciones climáticas que podemos encontrar en cualquier lugar del planeta. Como recoge el último estudio de la AEMET, tiene en cuenta los tipos de clima que define y las principales zonas de vegetación que se observan en la Tierra, además de lo que cabe esperar en el futuro en función de los distintos escenarios climáticos previstos.
Las principales conclusiones que extraen los expertos es que el desierto avanza en España a un ritmo abrumador. Las emisiones de gases de efecto invernadero han hecho que la temperatura media de nuestro país haya aumentado alrededor de 1,4ºC desde los años 50 del siglo XX. En consecuencia, las lluvias se han reducido en torno a un 12% en el mismo período y el clima se ha vuelto más árido.
Como ha informado el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), se estima que, desde mediados del siglo XX, los climas de tipo árido han duplicado su extensión en España y avanzan a un ritmo de más de 1.500 kilómetros cuadrados al año. Esto significa que, cada cinco años, una extensión equivalente a la de la provincia de Málaga presenta un clima seco en nuestro país, en detrimento de los climas templados.
El problema de que esto se esté convirtiendo en una tendencia es que está íntimamente relacionado con una menor disponibilidad de agua para las plantas. Es, de hecho, lo que está ocurriendo este verano. Se está produciendo una importante evaporación del agua por las altas temperaturas y por un menor aporte de precipitaciones.
Una época estival que ha marcado récords. Según el balance climático publicado, la temperatura media del trimestre compuesto por junio, julio y agosto de 2022 fue de 24ºC, es decir, 2,2ºC superior al promedio normal. Se trató de un verano extremadamente cálido, el de mayor temperatura media de la serie histórica, superando por 0,4ºC al de 2003, el más cálido hasta la fecha.
En total, se registraron hasta tres olas de calor este verano. con algunas récords en cuanto a duración (la segunda duró 18 días), extensión (con un máximo de 43 provincias afectadas) e intensidad. Estos eventos repetitivos y extremos sumieron a nuestro país en algo nunca visto, como es el hecho de alcanzar hasta 42 días bajo temperaturas límite. Esto es, prácticamente, la mitad del verano.
10 días más de verano
Como ha informado el MITECO, en España se está constatando un alargamiento de los veranos en detrimento del otoño y, especialmente, la primavera. Se estima que, desde los años 80 del siglo XX, se han alargado diez días por década los veranos. Algo que va aparejado con una menor presencia de precipitaciones.
En países como España es algo cada vez más inevitable. De acuerdo al informe publicado por la AEMET, zonas como el suroeste de Europa se están convirtiendo en lugares especialmente vulnerables. Las olas de calor se están incrementando entre tres y cuatro veces más rápido que en el resto de las zonas de latitudes medias.
Este aumento está motivado, en parte, por el cambio climático que favorece un aumento de las situaciones de bloqueo, similares a la vivida este verano, que en muchos casos desembocan en situaciones de olas de calor.
De hecho, lo ocurrido este año en el continente europeo nos pone en alerta. En julio se vivió una situación de ola de calor en Europa occidental que afectó especialmente a Portugal, Francia occidental, Irlanda, Inglaterra y España. El principal impacto en nuestro país de las elevadas temperaturas del pasado trimestre fue un aumento de la mortalidad cifrado, según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (monMo), en 4.663 personas.
A finales de agosto, buena parte del continente europeo se encontraba ya en situación de sequía meteorológica en base a la definición del Índice Estandarizado de Precipitación y Evapotranspiración (SPEI) a 12 meses. El SPEI es una extensión del Índice de Precipitación Estandarizado (SPI) que tiene en cuenta la evapotranspiración potencial y captura el impacto principal del aumento de las temperaturas en la demanda de agua.
Así mismo, el Observatorio Europeo de la Sequía de Copernicus indicó que, a finales de agosto, el 25% del territorio europeo en comunicó que estábamos en una situación de alerta por esta causa.
El otoño que nos espera
De momento, las previsiones para los próximos meses en el hemisferio norte no son muy halagüeñas. El otoño, que comienza el próximo 23 de septiembre, será más cálido de lo habitual en toda España, y de manera más robusta en la vertiente mediterránea y Baleares; también hay una mayor probabilidad de que llueva menos de lo habitual en el noroeste peninsular, considerando el periodo de referencia 1981-2010.
El próximo trimestre también será más caluroso de lo normal en Europa, y muy probablemente (probabilidad entre 50-70%) muy cálido (dentro del 20% de los más cálidos de su climatología) en el mediterráneo occidental y el norte del continente; además, es probable que sea más seco de lo normal en el mediterráneo oriental, y más lluvioso de lo habitual en los países escandinavos.
Un avance muy somero del trimestre invernal (diciembre de 2022 y enero y febrero de 2023) confirma que volverá a ser más cálido de lo normal, especialmente en el mediterráneo y en el norte y el este de Europa. En relación a la precipitación, no se descarta, aunque la probabilidad no es excesivamente alta, que sea más lluvioso de lo habitual en áreas del mediterráneo occidental y en el norte continental, y más seco de lo habitual en el mediterráneo oriental.