Argentina sufrió a principios de año un apagón eléctrico que afectó a unos 700.000 hogares y comercios. China tuvo que suspender parte de su actividad industrial para preservar la electricidad. Francia se vio obligada a cerrar varias de sus centrales nucleares –que suponen en torno al 70% de la producción eléctrica del país– por las altas temperaturas.
Estos son solo tres ejemplos de cómo el clima puede impactar directamente sobre nuestras vidas y sobre los precios que afrontamos cada mes en las facturas, y este año es la mejor prueba de ello. Por este motivo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) –organismo de la ONU–, junto con otras 26 organizaciones internacionales –como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) o la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA)–, alerta de ello en el último informe anual sobre el estado de los servicios climáticos.
El texto advierte de que el suministro de electricidad dependiente de fuentes de energía limpias debe duplicarse para el año 2030. Es decir, en solo ocho años el mundo debe llevar a cabo una transformación energética sin precedentes. De lo contrario, aseguran que no se podrá limitar el aumento de la temperatura media global a los 1,5 grados acordados como seguros en el año 2015 por la comunidad internacional.
Para ello, es necesario limitar las emisiones de gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera y de las que casi tres cuartas partes provienen del sector energético. Sobre todo cuando, según recoge el informe de la OMM, en 2020 las concentraciones de dióxido de carbono (CO₂) aumentaron hasta un 149% con respecto a los niveles preindustriales. Un crecimiento sostenido en el tiempo y que vuelve la próxima década decisiva.
“El tiempo nos apremia, y estamos presenciando cambios en nuestro clima. Necesitamos una transformación completa del sistema energético mundial”, asegura Petteri Taalas, secretario general de la OMM. Para el experto, existe el riesgo de que el cambio climático, el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos y el estrés hídrico socaven nuestra seguridad energética e incluso pongan en peligro el suministro de energías renovables.
La cuestión es que, a un mes de que comience la Cumbre del Clima en Egipto, los compromisos que envía previamente cada uno de los 194 estados parte, no van en esa línea. Es más, el informe asegura que en torno al 74% “están muy por debajo de lo que se necesita” para limitar el calentamiento global.
Con los documentos enviados por los diferentes países, se espera un aumento de alrededor del 16% en las emisiones globales en 2030, en comparación con 2010. Esto se traduce en una subida de la temperatura promedio global de unos 2,7 grados para finales de siglo. Para evitarlo, hace falta instalar 7,1 TW de capacidad de energía limpia de aquí a 2030, según las cifras citadas en el informe.
“Ahora es el momento de acelerar la transición hacia un futuro de energías renovables. Todo lo que no sea una acción radical e inmediata acabará haciendo desaparecer la posibilidad de mantenerse en la senda de los 1,5 °C”, afirma Francesco La Camera, director de IRENA. Añade que las crisis interrelacionadas de la energía y el clima han puesto de manifiesto de manera notable las debilidades y vulnerabilidades de un sistema económico muy dependiente de los combustibles fósiles.
No obstante, también hay que tener presente las vulnerabilidades que crea un clima extremo y cambiante en el sector de las energías limpias que pone en riesgo el suministro de combustible, la producción de energía, la resiliencia física de la infraestructura energética actual y futura y la demanda de energía.
Como recoge el informe, en 2020, el 87% de la electricidad mundial generada a partir de sistemas térmicos, nucleares e hidroeléctricos dependía directamente de la disponibilidad de agua, un recurso que ya se está mostrando escaso y que lo será aún más en el medio plazo por el calentamiento global.
Esto, por no hablar, por ejemplo, de las centrales nucleares que necesitan agua para enfriarse y funcionar o de la cantidad de infraestructuras energéticas que se encuentran en zonas costeras y se presumen amenazadas por la subida del nivel del mar.
El informe de la OMM apunta que la transición a las energías renovables contribuirá a aliviar el creciente estrés hídrico mundial. La cantidad de agua utilizada para generar electricidad mediante la energía solar y eólica es mucho menor que la que utilizan las centrales eléctricas más tradicionales, que se abastecen de combustibles fósiles o energía nuclear.
La mina de ‘oro’ africana
África ya se enfrenta a los graves efectos del cambio climático, incluidas las sequías masivas, a pesar de ser el continente que menos ha contribuido al problema. No obstante, el último informe del organismo de Naciones Unidas considera al continente como una opción para reducir la brecha de necesidad de las energías renovables.
Los recursos energéticos de los que dispone podrían satisfacer casi una cuarta parte de sus necesidades con energía renovable autóctona y limpia para 2030. Sin embargo, solo el 2% de las inversiones en energías limpias de los dos últimos decenios se realizaron en África.
De acuerdo con el informe de la OMM, para que toda la población de África tenga acceso a energía moderna, se necesita una inversión de 25.000 millones de dólares anuales, lo que supone alrededor del 1 % de la inversión energética mundial actual.
África alberga el 60% de los mejores recursos solares del mundo, pero solo supone un 1% de la capacidad instalada de energía solar fotovoltaica. También tiene un gran potencial de recursos en energía eólica e hidroeléctrica.
Además de este continente, el documento evalúa el potencial de otras regiones y encuentra que el sudeste asiático tiene un potencial considerable en lo que se refiere a energías renovables. Aunque ahora solo satisfacen el 15% de la demanda de energía, el potencial de capacidad instalada eólica y fotovoltaica del país es aproximadamente nueve veces mayor que el requerido bajo el escenario de cero neto.
En Europa, en particular, el informe subraya que la cuota de energías renovables se duplicó con creces entre 2004 y 2020. En ese año, se alcanzó el 22,1 % del consumo final bruto de energía, en el que la eólica y la hidroeléctrica representaron cada una más de dos tercios de la electricidad total generada a partir de fuentes renovables (36% y 33%, respectivamente).
El tercio restante se generó a partir de energía solar (14%), biocombustibles sólidos (8%) y otras fuentes renovables (8%). No obstante, la energía solar ha sido la fuente de más rápido crecimiento desde 2008. En España, por ejemplo, el Consejo Nacional del Agua ha refrendado ya la instalación de plantas fotovoltaicas en embalses de dominio público.
Además de esto, el informe también en la importancia de hacer hincapié en la planificación y el funcionamiento del sector energético, que se ven afectados por los cambios meteorológicos y climáticos.
La OMM señala que el sector eléctrico, aunque utiliza habitualmente predicciones meteorológicas de hasta 15 días, tiene menos experiencia en el uso de datos climatológicos. Por este motivo, se hace necesario no solo contribuir a ampliar la infraestructura de las energías renovables, sino también promover la eficiencia de los sistemas de energía limpia y la resiliencia frente al clima a través de políticas mejoradas.