La propuesta de los arquitectos del Acuerdo de París para frenar la pérdida acelerada de biodiversidad
Los que fijaron el límite de calentamiento global por debajo de los 1,5 ºC, instan a otro gran acuerdo para la COP15 de diciembre sobre naturaleza.
16 noviembre, 2022 02:14A Laurent Fabius, actual ministro de Asuntos Exteriores de Francia, se le recordará siempre por ser uno de los hacedores del Acuerdo de París. En plena Cumbre del Clima en Egipto, su nombre vuelve a resonar en el campo de batalla climático. En una carta firmada por el político junto a otros arquitectos del histórico pacto dejan claro un mensaje: “No existe un camino para limitar el calentamiento global a 1,5°C sin tomar medidas para proteger la naturaleza”.
Los 195 firmantes impulsaron el Acuerdo de París sobre el clima adoptado durante la COP21 hace siete años. Entre bastidores, el documento estuvo a punto de no salir adelante, y todo por un verbo. En el borrador final aparecía la siguiente frase: "Las partes que son países desarrollados deberán seguir encabezando los esfuerzos y adoptando metas absolutas de reducción de emisiones para el conjunto de la economía".
El problema estaba en que Estados Unidos, bajo la Administración de Obama, no quería que apareciese el verbo “deberán”. Suponía una vinculación demasiado fuerte a una propuesta venida del extranjero. Finalmente, se cambió el tiempo verbal y se sustituyó por un condicional (deberían). Un pequeño traspiés que casi nubla el acuerdo que finalmente se fraguó y que conocemos hoy: el que dicta la senda por la que deben avanzar las sociedades para asegurar su supervivencia actual y futura en el planeta.
Además de Fabius –entonces presidente de la COP21–, también se han vuelto a hacer eco las voces de otros representantes climáticos como Manuel Pulgar-Vidal, presidente de la COP20; Laurence Tubiana, representante especial de Francia para la COP21 y Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) entre 2010 y 2016.
La misiva dada a conocer enfatiza la interconexión entre la crisis del clima y la de biodiversidad: “Las agendas del clima y la naturaleza están entrelazadas”, aseguran. Unas declaraciones que van en la línea del tirón de orejas que Naciones Unidas dio recientemente a Europa. La organización apuntó que si no se reducen las emisiones, los residuos, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, "la histórica sequía de este verano anuncia lo que debemos esperar en los próximos años".
Pero, además, instan también a los líderes reunidos ahora en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij a intensificar las acciones para abordar “la pérdida acelerada de la naturaleza”. Piden con urgencia un gran acuerdo que frene el agujero negro en el que estamos sumiendo a los ecosistemas terrestres y al mundo en su totalidad.
Sin duda, el cambio climático antropogénico es parte impulsora de esta dramática pérdida. Un cóctel al que se suman actividades humanas destructivas como la deforestación, la contaminación, la sobreexplotación de los acuíferos o las prácticas agrícolas y ganaderas intensivas.
“Solo tomando medidas urgentes para detener y revertir la pérdida de la naturaleza en esta década, mientras continuamos intensificando los esfuerzos para descarbonizar rápidamente nuestras economías, podemos esperar lograr la promesa del Acuerdo de París”, reza la carta publicada hoy por los arquitectos del pacto del clima.
Por este motivo, piden que los líderes mundiales logren un acuerdo de la talla del de París que pueda consumarse en la próxima Cumbre de Biodiversidad (COP15) de Naciones Unidas en diciembre. Para ellos, esta cita mundial “ofrece una oportunidad sin precedentes para que el mundo cambie el rumbo”, pero requiere “un liderazgo audaz”, sentencian.
“Los líderes deben asegurar un acuerdo global para la biodiversidad que sea tan ambicioso, basado en la ciencia y completo como lo es el Acuerdo de París para el cambio climático”. De esta forma, creen que “debe alentar a los países a comprometerse y también aumentar su acción de acuerdo con el tamaño del desafío”. Por ello, “debe ser inclusivo” y “debe generar, a través de toda la sociedad, una acción inmediata sobre el terreno”, porque “nuestro futuro depende de ello”.
Una caída del 69%
Este miércoles, 16 de noviembre, se celebra el Día de la Biodiversidad en la COP27. Un espacio donde los líderes reunidos en Egipto aprovecharán para abordar este tema aún pendiente a nivel mundial. Y es que la pérdida de biodiversidad está siendo dramática y aún no existe ningún acuerdo global que establezca una línea a seguir no solo para protegerla, sino también para restaurarla. Los datos conocidos recientemente son desoladores.
El último Índice de Planeta Vivo que publicaba el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) junto con la Sociedad Zoológica de Londres indicaba que, desde 1970, la media global de las poblaciones de vertebrados había caído un 69% y al menos un millón de las plantas y animales del mundo se encuentran ya en peligro de extinción.
Cada vez dañamos más sus hábitats y el resultado se refleja en datos como estos. El máximo de los recursos que debería consumir cada persona ha superado el límite sostenible. Según el Índice, para poder vivir con los recursos actuales, esta impronta debería ser menor que la biocapacidad de la Tierra –que es la capacidad de los ecosistemas para regenerarse por sí solos–.
Esto quiere decir que nuestra huella ecológica tendría que ser menor de 1,6 hectáreas globales por persona y ahora mismo estamos en 6,4 hectáreas. Estamos obteniendo cuatro veces más recursos de los disponibles en el planeta per cápita. Y lo peor es que todo esto se manifiesta en toda una masacre de biodiversidad con mayores efectos en zonas como América Latina y el Caribe.
Entre esa pérdida dramática de naturaleza en el mundo está la disminución sin freno de los humedales. Según ha concluido la última conferencia sobre esta materia (COP14), desde el año 1900 ha desaparecido el 64% de estas zonas húmedas, y la mayor degradación –en torno a un 40%– se ha producido en los últimos 40 años.
En este escenario, España no es una excepción. Hasta la década de los 90, se calcula que se han perdido el 60% de las zonas húmedas y, según los datos oficiales, en torno a la mitad están alterados o muy alterados. De hecho, nuestro país es el que ha alentado la resolución alcanzada en la cumbre celebrada en Suiza por la que los países comenzarán a aplicar soluciones de naturaleza y a que eliminen aquellas políticas que contribuyen a destruir humedales.
Son actuaciones esenciales en un momento crítico reconocido por la comunidad científica. Lo último fue lo que publicó recientemente la revista Science. Según el documento, los animales y plantas del planeta habían perdido más de una décima parte de su diversidad genética. O lo que es lo mismo: de aquello que permite a las especies adaptarse a escenarios variables y extremos como los que plantea el calentamiento global.
Moisés Expósito-Alonso, autor del estudio e investigador del instituto científico Carnegie y de la Universidad de Stanford, comentaba entonces que lo que ocurre cuando quitas o alteras franjas fundamentales del hábitat de una especie, se restringe su riqueza genética disponible. Aquella que es capaz de ayudar a animales y plantas a adaptarse a unas condiciones cambiantes.
El pacto que piden los arquitectos del Acuerdo de París se hace necesario y urgente. No obstante, las últimas cumbres están siendo un ejemplo de cómo el mundo sigue sin llegar a consensos. Se vio con el fracaso del Tratado Global de los Océanos este verano y lo estamos presenciando en la actual cumbre del clima, donde los países africanos ya comentan su “decepción” por la falta de avances en las negociaciones climáticas.