Cuando estalló el conflicto con Rusia a raíz de la invasión de Ucrania y el corte de suministro de gas a la Unión Europea, la calefacción se puso en el centro de la diana y las palabras “ahorro energético” comenzaron a resonar con fuerza. Había que acumular todas las reservas posibles para evitar apagones en los meses más fríos.
[Qué pasará con tu caldera después de la última norma ‘eco’ que acaba de aprobar la Unión Europea]
Sin embargo, a pesar de que no se han sufrido grandes sustos tras un invierno inusualmente cálido y un acopio suficiente de energía, Alemania mantiene viva la preocupación sobre cómo calentar las viviendas. El gobierno semáforo –como se conoce al Ejecutivo alemán por los colores de quienes lo integran: los socialdemócratas (rojo), los verdes (verde) y los liberal-demócratas (amarillo)– ha decidido prohibir la instalación de nuevas calderas de gas y petróleo a partir de enero de 2024.
Esta prohibición se deriva de la nueva normativa de energía para la construcción en el país. Según expone, el año que viene cada sistema de calefacción recién instalado deberá funcionar con un 65% de energías renovables. Aunque hay excepciones. En principio, se dispensará la obligación de sustitución prevista originalmente para los sistemas de calefacción de gas en funcionamiento; o, por ejemplo, si una caldera antigua se estropea, podrá instalarse una igual siempre y cuando, en un período de tres años, se cumpla el requisito porcentual de renovables.
Como recoge el medio alemán Der Spiegel, el canciller Olaf Scholz (SPD) ha reconocido que para 2030 se tendrían que instalar de cuatro a cinco nuevas turbinas eólicas y el equivalente a más de 40 campos de fútbol llenos de sistemas solares desde ahora y todos los días. Unas declaraciones que son fruto de una estricta hoja de ruta marcada por el gobierno en la que Alemania deberá ser climáticamente neutra en 2045, cinco años antes de lo acordado por los países de la UE.
[La adicción a las energías fósiles desata una explosión de crisis en el mundo: “Nos está matando”]
Andreas Audretsch, líder del grupo parlamentario de los Verdes, ha asegurado que se establecerá un programa de 1.000 millones de dólares para las personas de bajos ingresos. El objetivo es alejarse de un recurso tan costoso como el gas y sustituirlo por una calefacción renovable que, como recoge el diario Welt, “brinda protección climática, más independencia de los dictadores, seguridad en invierno y también es significativamente más barata”.
A pesar de ello, se está consiguiendo el efecto contrario al deseado. Como apuntan varios medios alemanes, los propietarios de viviendas están comprando nuevos sistemas de calderas antes de que se prohíban. Se está produciendo una auténtica carrera por hacerse con estos sistemas de calefacción que, además, suelen durar unos 20 años.
La UE también está en ello
El Parlamento Europeo aprobó en marzo la modificación de la directiva europea relativa a la eficiencia de los edificios. Según los datos analizados, el 40% del consumo final de energía en la Unión y el 36% de sus emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía corresponden a estas infraestructuras. Y, sobre todo, el más consumido para calefacción es el gas natural.
[La UE apunta al fin de las calderas de gas y abre la puerta a la calefacción con hidrógeno verde]
Con estos datos sobre la mesa, los europarlamentarios decidieron poner como deadline el año 2028 para que todos los edificios sean cero emisiones. Aunque la medida que despertó mayor debate fue la referente a las calderas con combustibles fósiles como el gas. La directiva aprobada por los europarlamentarios fijaba en 2024 el fin de las subvenciones a este tipo de sistemas, de forma que, para el año 2040, los países comunitarios consigan eliminarlos por completo.
El propio documento recogía una diferenciación básica: “Es importante distinguir entre tecnologías y los combustibles que utilizan: hoy, las calderas en el mercado ya pueden utilizar energías 100% renovables (biometano) y cuotas variables de hidrógeno”. Un argumento que, sin embargo, no llega a convencer.
Según recogía la Oficina Ambiental Europea en su último informe, el texto “viene con un salvavidas para la industria de los combustibles fósiles”. Para esta agrupación de organizaciones ecologistas, estas calderas permitirán que continúe el uso dominante de combustibles fósiles para calentar nuestros hogares, siempre que se mezclen con una pequeña proporción de gases "verdes" como el hidrógeno o los biocombustibles.
Más allá de la UE, en otros países como Reino Unido también están analizando las consecuencias de mezclar hidrógeno en los sistemas de calefacción con gas. Según un análisis compartido por The Guardian, esta mezcolanza aumentaría las facturas de los consumidores en casi 200 libras (unos 226 euros) para un hogar promedio. Es más, advierten de que mezclar hidrógeno en el suministro de gas requeriría que los consumidores usen más gas, ya que el renovable proporciona menos energía que el fósil cuando se usa para acondicionar las viviendas.
No obstante, en el país británico todavía no hay ninguna decisión tomada, pero se espera que este año el gobierno decida si sigue adelante con los planes para la mezcla de hidrógeno en las redes de gas natural del Reino Unido, algo que podría suceder en 2025. Además de esto, también se está pensando en añadir un impuesto en las facturas sobre este gas renovable para financiar su desarrollo.