Este mes de abril está rompiendo la dinámica lluviosa a la que nos tenía acostumbrados en España. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ya ha asegurado que va camino de convertirse en el más seco desde que hay registros. Y entre los primeros damnificados están los agricultores, para los que, cada vez, hay menos agua disponible para regar sus cultivos.
Como ha explicado a Efeagro Álvaro Areta, responsable técnico de frutas y hortalizas de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la enorme falta de agua está creando la duda en el campo sobre si plantar o no hortalizas. Y es que, para la mayoría de las variedades, la primavera es una de las épocas idóneas para sembrarlas. O, al menos, así lo era hasta ahora.
Entre las zonas más afectadas está la cuenca del Guadalquivir. Para hacernos una idea de la poca agua que están recibiendo solo hay que observar los datos y comprobar que los pantanos andaluces han recibido un 61% menos de agua que la media de los últimos 25 años. Como resultado, hortalizas como el tomate han sufrido una merma en su producción.
Tal es la situación que muchos agricultores del Bajo Guadalquivir se han desplazado a Cádiz para poder plantar sus tomates. Alquilan terrenos en zonas como Jerez de la Frontera o en Villamartín, donde consiguen más agua para riego.
Es más, según declaraciones de Areta recogidas por Efe, el cultivo de esta hortaliza se ha quedado en "algo testimonial". A su juicio, no se va a poder abastecer a las fábricas de la zona y algunas de ellas se van a quedar "de nuevo como el año pasado, bajo mínimo, incluso cerradas".
La situación extrema en cuanto al acceso al agua no se queda únicamente en el cultivo de tomate. Otros que se han visto condicionados han sido los de zanahoria, pimientos para industria, brócoli y coliflor, y en la zona de Córdoba otros como el ajo y la cebolla. En todos ellos, además, ya se había observado una reducción en las hectáreas de plantación. Ahora, y según datos proporcionados por Efe, ese descenso alcanza entre un 20 % y un 30 % de superficie debido a la falta de dotación hídrica.
No obstante, en estos momentos hay también otras zonas de nuestro país tensionadas por la falta de agua. Es el caso de Madrid, donde las restricciones han afectado a la producción del melón de Villaconejos, pero también Cataluña, donde sufren una enorme sequía que está llevando a mínimos históricos los embalses catalanes, al 25% de su capacidad.
No llueve de manera copiosa desde hace más de 25 meses, por lo que dependen de las pocas reservas, del agua regenerada y de las desaladoras, que ya trabajan a pleno pulmón para asegurar el abastecimiento.
En este sentido, tal y como advierte a Efe José Carlos Velasco, presidente de AGIM-COAG y productor de melones, la mayoría de los productores madrileños del melón, por ejemplo, "no sembrarán si no se garantiza un mínimo de agua para llevar a buen término las cosechas".
De hecho, ya han trasladado a la Confederación Hidrográfica del Tajo la "delicada" situación que afrontan los productores de hortalizas, con cerca de 500 hectáreas de frutas y hortalizas afectadas que tampoco se podrán sembrar si no llueve durante las próximas semanas.
Además, alertan de que la falta de agua no solo afecta a la cantidad de cultivos que pueden sembrarse. Ponen el ejemplo de la patata, que necesita lluvia para mantener su forma. Como explican a Efe, con la intermitencia del regadío o una persistente falta de agua se puede deformar.
Por ello, y bajo el miedo también de la aparición de plagas por la falta de agua, los productores se debaten durante estas semanas, y con la vista puesta en las próximas, en si plantar o no plantar las frutas y hortalizas.
El campo español como laboratorio
Como ya explicamos en EL ESPAÑOL, lo que ocurre con la falta de lluvia y unos costes de producción inasumibles es que el sector primario entra en una debacle sin freno y a gran velocidad. Que el aceite de oliva se vaya a vender más caro este año o que se prevea una caída del 25% en la siembra del ajo, no es casual. Es el primero de los escenarios al que pronto se van a enfrentar regiones como la Unión Europea, en la medida en que se consiga o no frenar el calentamiento global.
El malestar que se está creando en el sector agrario por las difíciles circunstancias que sufre el campo español dio lugar, hace unos meses, a la forma conjunta del Manifiesto Agrociencia.
[El campo español como laboratorio climático para frenar el riesgo alimentario que amenaza a la UE]
Bajo el paraguas de la Alianza por una Agricultura Sostenible (ALAS) –que aglutina a casi la totalidad del tejido productivo agrario y ganadero de nuestro país– las distintas organizaciones de la Fundación–entre las que se encuentran ASAJA, COAG o UPA–, junto a otras 32 entidades productoras, han subrayado la importancia de apostar por un modelo agrario basado en la ciencia y no en ideologías políticas ni populismos.
Por ello, consideran que el campo español se puede convertir en todo “un laboratorio del cambio climático”, porque está sufriendo ya situaciones que van a acabar llegando al resto de la Unión Europea.