Los últimos análisis de un grupo de asesores científicos de Naciones Unidas anunciaba, en enero de este año, que pronto podríamos dejar atrás una gran preocupación para la Humanidad: la destrucción de la capa de ozono. Concretamente, en el año 2066. Eso sí, siempre y cuando se mantuvieran a raya las políticas de restricción que quedaron establecidas en 1989 con la entrada en vigor del Protocolo de Montreal.
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Con lo que no contaban estos científicos es con el reciente hallazgo de un equipo de investigadores españoles del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En su trabajo, publicado hoy por la prestigiosa revista Nature Climate Change, demuestran cómo durante los últimos años se han estado utilizando otras sustancias con capacidad destructiva de la capa de ozono que, además, no estaban contempladas en el acuerdo internacional.
Estas sustancias halogenadas –de cloro, bromo y yodo– son diferentes a las incluidas en el Protocolo. Como explica a EL ESPAÑOL Julián Villamayor, investigador del Instituto de Química Física Blas Cabrera (IQF-CSIC) y primer autor de este trabajo, estos compuestos son “tanto de origen natural como antropogénico –humano–”. Es decir, por un lado, se emiten por la propia actividad biológica en la superficie de los mares, pero también hay otra pata importante que tiene su origen en la actividad industrial.
La diferencia de estos con los clorofluorocarburos (CFC’s) –restringidos por el Protocolo de Montreal– es su tiempo de vida en la atmósfera hasta que reaccionan con el ozono y tienen un efecto destructor. Los conocidos hasta ahora como principales responsables de la destrucción de la capa de ozono son compuestos que duran unos 50 años o más hasta que reaccionan. “Son súperdestructores”, comenta Villamayor.
“Sin embargo, los compuestos en los que nos centramos en este trabajo tienen un tiempo de vida inferior a seis meses, apenas alcanzando la baja estratosfera tropical”, explica el investigador. Esto quiere decir que liberan estos halógenos reactivos bastante rápido y directamente en la troposfera, en la capa más baja de la atmósfera. “Lo que ocurre es que en esa capa hay una convección en los trópicos muy potente que permite elevar rápidamente estos halógenos alcanzando la baja estratosfera”, explica el científico.
Unas sustancias que, hasta la fecha y en el período de estudio –de 1998 a 2018–, han supuesto una cuarta parte de la destrucción de la capa de ozono. El compuesto que más ha contribuido a ello por su abundancia ha sido el diclorometano, que es el que se utiliza más en la industria del papel, comenta Villamayor, pero también otros como el cloroformo, más conocido y utilizado, por ejemplo, como disolvente y en la elaboración de refrigerantes, resinas y plásticos.
Qué ocurre con el calentamiento global
Como estas nuevas sustancias encontradas pueden ser de origen natural e industrial, Villamayor comenta un aspecto importante: “Hemos visto que los naturales por sí solos no son capaces de destruir tan efectivamente el ozono y los antropogénicos, por sí solos, tampoco”. Esto, “nos abre la oportunidad de que, controlando los antropogénicos, se reduzca significativamente todo el efecto [destructor de la capa de ozono], aunque se sigan emitiendo los naturales”.
Con estos resultados los investigadores fueron un paso más allá e hicieron estimaciones a futuro. La tendencia de pérdida de ozono en la baja estratosfera tropical se ha atribuido principalmente a la aceleración de la circulación atmosférica en respuesta al calentamiento global.
Por este motivo, realizaron una predicción hasta el año 2100 para ver cómo pueden controlarse las sustancias de origen humano, aunque aumenten las naturales por el calentamiento global. Su hallazgo muestra que si las antropogénicas se reducen a cero a finales de este siglo, “se puede reducir hasta un 30% de las emisiones [destructoras de la capa de ozono] que va a haber en un futuro”.
“Sería conveniente considerar estos mecanismos para hacer una reevaluación de la evolución de la capa de ozono en los próximos años”, comenta Villamayor, en relación con lo último que revelaron los científicos de Naciones Unidas respecto a la recuperación de la capa de ozono.
“Los modelos que se utilizan para estas evaluaciones actualmente no consideran los efectos de los halógenos de vida corta porque no eran conocidos hasta ahora”, explica el investigador, por lo que “estos resultados sugieren que estas especies deberían considerarse [entre las sustancias prohibidas por el Protocolo de Montreal]”.