"La agricultura y el turismo, más allá de las fronteras del parque, han gravado cada vez más el suministro de agua". Estas han sido las conclusiones de un informe del Observatorio de la Tierra de la NASA publicado ayer 29 de junio. Pero que Doñana se está secando no es ninguna novedad. Varias investigaciones e informes institucionales ya habían advertido de la magnitud de una sequía que se está produciendo, como ya adelantamos en EL ESPAÑOL, "a cámara lenta".
La agencia estadounidense ha publicado esta información, acompañada de una fotografía por satélite que refleja la situación de las inundaciones en el Parque Nacional de Doñana entre 1985 y 2018: el 83 % de los humedales están menos inundados de lo que podría explicarse por la sequía.
Los científicos de la Estación Biológica de Doñana usaron Landsat Imágenes para comprender cómo las demandas humanas en el acuífero han afectado a los estanques. Cuantificaron el alcance y la duración de las inundaciones en 316 estanques entre 1985 y 2018.
Y concluyeron que, el uso intensivo del agua subterránea fue lo que provocó que la mayoría de ellos "se inundaran con menos frecuencia y, en algunos casos, se secaran por completo". Un uso intensivo que, según una investigación publicada en abril de 2023, ha provocado la pérdida del 59,2% de la red de lagunas de Doñana.
Sequía y uso intensivo
El Parque Nacional de Doñana es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1994 y considerado el humedal más grande de Europa. Y además, sus marismas, humedales y dunas sirven de hábitat a cientos de especies de aves, como el águila imperial ibérica y mamíferos, como el lince ibérico, en peligro de extinción.
Pero este espacio protegido bebe de reservas subterráneas a las que apenas les queda agua suficiente para sostener la vida que alberga. La zona de lagunas desaparecida ha sido colonizada por vegetación terrestre, lo que ha afectado a la fauna y flora originales y, en particular, a anfibios, reptiles, odonatos y plantas acuáticas.
Según las conclusiones del informe, el desarrollo del enclave turístico de Matalascañas inaugurado en los años 70, y que aprovecha las aguas subterráneas, ha sido una de las principales causas. Su campo de golf, que funcionó durante 17 años, limitó la inundación de estanques durante ese tiempo.
Y adyacente a Matalascañas, según señala el informe de la NASA, los invernaderos de fresas y otros frutos silvestres también hacían uso del agua subterránea para sus sistemas de riego. "La misma agua subterránea que impulsa los ciclos de inundación del humedal también es accesible para usos fuera del parque nacional", recoge el estudio.
Extracciones ilegales
Algunas de las extracciones de agua para satisfacer las necesidades del sector agrícola se han realizado de forma ilegal. En los últimos dos años la media del volumen de agua extraída de manera irregular de Doñana alcanzaba los 13 hectómetros cúbicos.
La última investigación de WWF sobre El robo del agua es que las hectáreas regadas ilegalmente, es decir, aquellas sin derecho de riego concedido, sumaban más de 4.700, lo que equivale a más de 5.700 campos de fútbol.
A estas extracciones ilegales se suma la proliferación de pozos ilegales. En 2019, un informe del Parlamento Europeo informaba de al menos un millar. De ellos, las autoridades de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir —organismo responsable de la gestión del agua en la cuenca hidrográfica del Guadalquivir— clausuraron unos 400 pozos.
"El desarrollo fuera del área protegida, además de la sequía prolongada, han agravado el acuífero compartido y ha puesto en peligro el ecosistema y su estado protegido", concluye el informe del Observatorio de la Tierra de la NASA.