Se prevé que más de la mitad de las estaciones de esquí europeas corran un alto riesgo de falta de suministro de nieve si la temperatura media global se eleva 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, según señala un estudio publicado en la revista Nature Climate Change. Y si el calentamiento global alcanza los 4 ºC, la cifra de estaciones afectadas podría aumentar hasta el 98%.
Para el análisis, los investigadores analizaron exhaustivamente 2.234 estaciones de esquí en 28 países europeos. Los complejos europeos, que representan alrededor de la mitad de todas las estaciones del mundo y generan unos ingresos de casi 30.000 millones de euros anuales, dependen en gran medida de una capa de nieve fiable y predecible, por lo que son especialmente vulnerables al cambio climático.
Aunque un clima más cálido afectará sistemáticamente al riesgo de suministro de nieve, su magnitud, señalan los investigadores, dependerá en gran medida de la región. “Nuestros resultados resaltan no sólo la tendencia general y los crecientes desafíos, sino también la variabilidad entre las regiones montañosas de Europa a este respecto”, refleja el estudio. El sistema ibérico, por ejemplo, sería uno de los más afectados.
Por ello, afirman, la fabricación de nieve artificial es una de las mejores soluciones para garantizar un suministro fiable durante algunos periodos del año en algunas áreas. Este es precisamente otro de los objetivos de este estudio: examinar el potencial y el impacto de la fabricación de nieve para contrarrestar esta disminución.
En este sentido, al suponer que la fabricación de nieve se aplica al 50% del área de un complejo turístico de nieve, el número de estaciones en riesgo se reduciría considerablemente. Respectivamente, el 27 y el 71% de las estaciones se verían afectadas por una escasez sustancial de nieve si aumentaran la temperatura media global en 2 ºC y 4 ºC.
El gran problema, señalan los investigadores, es que la fabricación de nieve genera una huella de carbono, esto es, crea un proceso de retroalimentación en el sistema climático. Si bien la producción de nieve puede reducir el riesgo de escasez de nieve en algunas regiones europeas, también pueden acelerar el calentamiento climático global debido a su uso intensivo de agua y energía.
No obstante, estudios recientes estiman que las operaciones dentro de una estación de esquí —como la gestión o la fabricación de nieve—, sólo suponen entre el 2 y el 4% del total de la huella de carbono. Al contrario, más del 50% de la huella, a veces esta cifra puede aumentar hasta el 80%, procede del transporte de ida y vuelta y el transporte in situ de los esquiadores.
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Reducir la huella
Los científicos comenzaron a estudiar el impacto del cambio climático en las estaciones de esquí en la década de 1980 y, desde entonces, han sido numerosos los estudios publicados al respecto. Sin embargo, la gran novedad de este análisis es que está realizado desde un punto de vista paneuropeo. “La mayoría de los estudios se centran en complejos turísticos o regiones individuales”, señala en una revisión Paul Peeters, investigador de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Breda (Países Bajos).
Los resultados de este estudio muestran, indican los autores, que es cuestionable la compatibilidad entre las “políticas de gran alcance necesarias para limitar el calentamiento global a 2 ºC” y las “actividades turísticas intensivas en carbono en su forma actual”, especialmente a todo lo referido al transporte, la vivienda y la intensidad de carbono de la producción de electricidad.
“Incluso si se prevé que una fracción sustancial de las estaciones de esquí europeas pueda seguir funcionando con un calentamiento global de 2 °C, la capacidad de los destinos turísticos de esquí, en su conjunto, para lograr su parte de las reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero necesarias para mantenerse por debajo de este nivel de calentamiento global es un reto importante”, concluyen los investigadores.