Oficialmente, la 28ª cumbre del clima de Naciones Unidas ha llegado a su fin. En realidad, la línea de meta quedó atrás a primera hora de la mañana en España. El presidente de la COP28, Sultan Al-Jaber, se había propuesto que las delegaciones de los 199 países miembro de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) llegasen a un acuerdo a las 11 de la mañana (hora local) del 12 de diciembre.
Los más experimentados en las cumbres del clima ya habían predicho que Al-Jaber estaba siendo muy optimista. Y es que la última COP que acabó dentro de plazo fue la décima, celebrada en Buenos Aires en 2004. Ahora, el mundo ha entrado en tiempo de descuento por partida doble.
Por un lado, los delegados negocian a contrarreloj: buscan acuerdos de última hora a los que no han sido capaces de llegar en las últimas dos semanas. Por otro, la comunidad científica es clara: nos quedamos sin tiempo para limitar el calentamiento global a 1,5 grados, tomando como referencia la temperatura preindustrial.
[Por qué la COP28 “defrauda” una vez más: se acerca a su fin con un futuro climático incierto]
Para ello, dicen los más de mil científicos que firmaron una carta abierta en la COP28, la eliminación de los combustibles fósiles es “necesaria”. Solo así se podrán “mantener con vida” los objetivos marcados en los Acuerdos de París.
Lo mismo ha asegurado la Unión Europea, representada por la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España, Teresa Ribera, durante los últimos días de negociaciones. El problema está en que el último borrador del balance global (Global Stocktake, en inglés) que haría las funciones de acuerdo final de la cumbre es “insuficiente” para la UE.
Tanto la Unión como los pequeños Estados insulares y los países latinoamericanos han tildado también el borrador como “un bofetón en la cara”. Y es que, como ha asegurado Jennifer Morgan, la enviada climática alemana, las conversaciones llevan todo el martes en “una fase muy crítica”.
¿París o Copenhague?
Porque, a estas alturas de la película, hay dos opciones diametralmente opuestas. O la cumbre del clima se reivindica como histórica y se sitúa a la altura de la de París de 2015 o acaba en fiasco, como la de Copenhague en 2009. En el momento en que se escriben estas líneas, la balanza podría inclinarse hacia cualquiera de los dos polos. Sin embargo, la sensación de hartazgo y frustración está extendida en Dubái.
La situación es tal que incluso el principal negociador británico, el ministro del clima Graham Stuart, ha abandonado la cumbre antes de que se llegue a un acuerdo. No es de extrañar, por tanto, que los más veteranos en de las COP teman que la 28ª marque un nuevo récord (negativo).
El exvicepresidente estadounidense Al Gore, por ejemplo, escribía en la red social X (antes Twitter) que la “COP28 está al borde de ser un completo fracaso”. Como se viene repitiendo desde el 30 de noviembre, cuando empezó la cita, el mundo “necesita desesperadamente eliminar los combustibles fósiles lo antes posible”.
Sin embargo, insistió Gore en su tuit, los borradores de acuerdo de la cumbre de Dubái que han ido publicándose en los últimos días “parecen que los han dictado desde la OPEP palabra por palabra”. Y remató: “Son de los petroestados, por los petroestados y para los petroestados”.
Los puntos que levantan ampollas
Las últimas horas de vertiginosas negociaciones tienen mucho que ver con la inclusión (o la falta de ella) de la “eliminación”, gradual o no, de los combustibles fósiles en el texto. Pero también con las acepciones vagas del texto, la falta de una cronología detallada para la descarbonización y la práctica inexistencia de compromiso para con la financiación de la transición energética en los países en desarrollo.
Por su parte, los países en desarrollo —unidos en el grupo negociador G77— subrayan el principio de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas”. Algo que también reconocía el pasado fin de semana el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.