La naturaleza es asombrosa y en muchas ocasiones nos sorprende tanto o más que los avances tecnológicos. Un grupo de investigadores de la Universidad McGill de Canadá ha realizado un interesante hallazgo que podría revolucionar el modo en que se estudia la actividad volcánica. Durante este 2023 varios países del mundo han sido testigos de espectaculares y devastadoras erupciones: Islandia, Hawái, Italia... En España, aún no hemos olvidado el despertar del Cumbre Vieja en 2021 que arrasó la isla de La Palma, en Canarias.
Detectar con precisión la actividad volcánica es crucial para estar preparado y paliar en la medida de lo posible las consecuencias. Para ello los vulcanólogos vigilan y controlan aspectos como la emisión de gases, la medición del calor que sale por el cráter, la aparición de pequeños terremotos que mueven el magma, etc.
Ahora hay un método más: los árboles verdes y plantas cercanas al volcán y sus cambios pueden dar la alerta de que habrá una erupción. El equipo que se ha encargado de este estudio, liderado por Robert Bogue, ha observado los patrones de vegetación del parque nacional de Yellowstone, en Estados Unidos, bajo el que 'duerme' un supervolcán de 90 kilómetros que contiene entre 200 y 600 kilómetros cúbicos de roca fundida. A través de imágenes de satélite recopiladas durante cuatro décadas lo que han hecho es ver cómo cambia el color de la vegetación buscando pistas que pudieran servir para prever una erupción.
Y las han encontrado. Los científicos han comprobado que las plantas responden directamente a los cambios en la actividad volcánica. En el periodo previo a la erupción aumenta el dióxido de carbono de la zona, lo que estimula el crecimiento de la vegetación. Es por eso que en las imágenes tomadas un tiempo antes de que el cráter empiece a expulsar lava se observa un tono más verde en los alrededores y mayor frondosidad.
En cambio, cuando la actividad volcánica aumenta considerablemente ocurre todo lo contrario. El dióxido de azufre que expulsa y el aumento de la temperatura hacen que la vegetación se seque y tenga una apariencia de color marrón. Observar las transformaciones del entorno permite obtener una información muy valiosa dada por la propia naturaleza, que unida al resto de los sistemas de detección de actividad magmática serán de mucha utilidad.
El estudio se ha publicado en la revista Geochemistry, Geophysics, Geosystems y nos presenta a los árboles como aliados: su capacidad para predecir las erupciones es especialmente relevante en volcanes que estén situados en zonas de bosque frondoso como el Etna en Italia, uno de los que tiene más actividad de Europa y que el pasado mes de noviembre volvió a rugir y a llenar de ceniza el cielo de Sicilia.
Este hallazgo ayudará a las poblaciones cercanas a los volcanes a estar preparadas ante ese despertar de la naturaleza y reducir la siniestralidad, con desalojos anticipados, por ejemplo. También es un arma perfecta para los investigadores, que contarían con un índice más para estudiar el comportamiento de los volcanes.
Según la NASA, uno de los supervolcanes del mundo, precisamente el de Yellowstone donde se ha realizado el estudio, podría ser capaz de suministrar electricidad a todo el planeta y su erupción sería devastadora para la humanidad. La agencia espacial norteamericana asegura que la única manera de evitar que entre en erupción algún día es extraer el calor que se acumula en su interior.