El 70% de la superficie de la Tierra está cubierto por océanos y son el hogar de alrededor del 80% de toda la vida en el mundo, lo que les convierte en la biosfera más grande del planeta. Generan el 50% del oxígeno que necesitamos y absorben el 25% de todas las emisiones de dióxido de carbono.
Esto significa que, además de ser el pulmón del planeta, tienen un rol de tapón de los efectos del cambio climático porque absorben dióxido de carbono. De hecho, en torno al 30% de todo el CO₂ que los humanos emitimos a la atmósfera, es absorbido por las capas superficiales del mar.
Pese a ser fuente de riqueza, vida y alimento, más de 8 millones de toneladas de basura al año llegan a los mares y océanos provenientes, en su mayoría, de la tierra, según Greenpeace. Estamos hablando de alrededor de 800 veces el peso de la Torre Eiffel. De toda esa basura, el 70% queda en el fondo marino, el 15% en la columna de agua y el 15% en la superficie (en su mayoría, formando micropartículas llamadas lágrimas de sirena).
Por tanto, vemos menos de una quinta parte de la realidad. Asistimos, de forma casi silenciosa a un auténtico drama medioambiental, que está afectando de manera decisiva a la biodiversidad, al ecosistema y a la vida en el planeta.
Sin embargo, siendo la protección de la vida submarina uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por Naciones Unidas en el marco de la Agenda 2030, no ha habido avances significativos. Tras la Conferencia sobre los Océanos de las Naciones Unidas de 2017 y con el parón de la pandemia, es obligación de todos aportar, no solo compromisos, sino acciones concretas. Especialmente, con la vista puesta en la próxima edición de la Conferencia sobre los Océanos que se celebrará del 27 de junio al 1 de julio de 2022 en Lisboa.
Este propósito, además se convierte en algo fundamental. No en vano, contar con un medio ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano. Así acaba de reconocerse, hace escasos dos meses, por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, lo que representa un paso histórico en la lucha contra la crisis del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
La determinación de las empresas y la sociedad civil
En un entorno completamente globalizado y con fuertes influencias entre continentes en materia geopolítica y económica, es preciso atender a la crisis medioambiental de una forma global, sumando fuerzas desde el ámbito público, privado y desde la sociedad civil.
Alrededor del 30% del CO₂ que emitimos a la atmósfera, es absorbido por las capas superficiales del mar
The Ocean Cleanup es un buen ejemplo de ello. Esta organización nace en la mente de Boyan Slat, estudiante de ingeniería aeroespacial, quien la funda a los 19 años movido por su afán de limpiar los océanos de toneladas de plástico.
Tras largos años de búsqueda de financiación, crea una máquina que consta de varios tubos de 12 metros con pantallas de nylon que forman un gran recolector bajo el agua, es hoy una realidad. Al no ser una red, los peces pueden escapar por debajo y los residuos, una vez recogidos, son succionados por plataformas capaces de absorber 65 m³ diarios de material, lo que recogería un barco en 45 días aproximadamente.
Hace años pusieron en marcha una campaña de crowdfunding en la que se recaudó 1,9 millones de euros. Una inversión posterior de 35 millones ha conseguido que el funcionamiento de la máquina sea una realidad. En la actualidad, en la compañía de Boyan Slat trabajan 65 investigadores e ingenieros. DHL ha sido una de las empresas que, a través de sus empleados, promovió dicho crowdfunding ya en 2019 con el propósito de contribuir a la limpieza de los océanos.
No es un hecho aislado, realmente forma parte de la manera de hacer las cosas en DHL. En palabras de Dr. Frank Appel, CEO Deutsche Post DHL Group: “Tomamos en serio nuestra función de liderazgo en la logística global y tenemos la responsabilidad de liderar el sector hacia un futuro más ecológico y sostenible. Por eso, invertiremos 7.000 millones de euros, con el compromiso de reducir nuestras emisiones para 2030”.
Contar con un medio ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano
Con una estrategia a 10 años, la compañía tienen una firme convicción de reducir la huella medioambiental a través de diferentes iniciativas, que van desde lograr una aviación que utilice el 30% de combustible de aviación sostenible en 2030, hasta electrificar el 60% de vehículos de entregas de última milla o diseñar edificios 100% neutros en carbono.
¿Plástico para fabricar combustibles sostenibles?
La tendencia creciente hacia la economía circular, que apuesta por la reducción del consumo de materias primas, su reutilización y reciclaje, va ganando enteros paulatinamente, tanto por parte del sector privado, como de la Administración Pública.
La innovación está abriendo áreas de desarrollo en la protección del medioambiente, que permiten incluso reutilizar el plástico para fabricar combustibles sostenibles y reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica del Estado de California ha tratado de buscar una solución a este problema y ha convertido las bolsas de plástico en un combustible similar al diésel a través de la pirólisis catalítica. El resultado de la investigación, publicada en la revista científica Journal of Renewable and Sustainable Energy, demuestra que este proceso utilizado con residuos plásticos podría servir para el reciclaje y procesamiento de otros desechos.
De hecho, los aceites vegetales o de cocina, residuos agrícolas o residuos sólidos municipales (envases, papel o textiles) son la materia prima con la que se fabrican los combustibles sostenibles para la aviación (Sustainable Aviation Fuel, SAF).
La economía circular, que apuesta por la reducción del consumo de materias primas y su reciclaje va ganando enteros
Poco a poco, más compañías están apostando por la sostenibilidad como parte de su estrategia de negocio. Recientemente, DHL ha anunciado una inversión de 60 millones de euros, en virtud de un acuerdo con Neste, compañía finlandesa de energía renovable y economía circular, para utilizar combustible SAF en 200 vuelos cargueros que transportarán semanalmente 1.500 toneladas de carga aérea desde el Reino Unido a diferentes destinos en Europa y otros continentes.
El uso de este innovador combustible, fabricado con aceite de cocina usado, permitirá reducir alrededor de 70.000 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
Sin duda, queda camino por andar, pero la previsión de IATA de que en 2025, al menos un millón de vuelos utilicen combustibles sostenibles dibuja un futuro exigente y comprometido por parte de todos. Sólo así conseguiremos revertir la denominada era de plástico en un escenario colaborativo, basado en la sostenibilidad y la economía circular. Porque cuidar del medioambiente es cuidar de nosotros mismos.
*** María Luisa Melo es directora de Public Affairs & Regulatory Europe para DHL Express.