El sector energético vive, desde hace semanas, una auténtica convulsión por distintos factores. Por un lado, el alza de los precios sin precedentes, que no sólo se traslada al consumidor final, sino que las propias empresas también se ven obligadas a incrementar los precios de sus servicios para no ver mermadas sus cuentas.
A ello hay que sumar distintos factores geopolíticos, que inevitablemente se trasladan al sector energético. La situación actual, en este sentido, está afectando a las importaciones de gas y está teniendo un impacto en el IPC de nuestro país, lo que, a su vez, se ha trasladado a los importes que se abonan por los combustibles y el gas.
El sector energético también se está viendo afectado por las políticas medioambientales establecidas desde Bruselas. Así, en 2020 la UE decidió aumentar el porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero que se debe reducir antes de 2030, pasando del 40% establecido hasta entonces hasta el 55%.
Este hecho ha causado un incremento en el precio abonado por cada Estado por cada tonelada de CO2 que se emite, desde los 30 euros de 2020 a los 80 actuales. Todo ello, con un claro objetivo: desincentivar de una forma decisiva la utilización de fuentes energéticas contaminantes y forzar a los ejecutivos nacionales a tomar decisiones encaminadas hacia una energía más sostenible.
En este contexto, desde la Comisión Europea no se ha dudado en señalar la clara dependencia europea de fuentes energéticas contaminantes, y la necesidad de apostar por alternativas sostenibles. Alternativas que España puede –y debe– liderar gracias a su enorme potencial.
Nuestro país cuenta con miles de kilómetros de costa, por lo que sería posible aprovechar las ventajas que aporta esta fuente de generación energética para activar un mercado que, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), debe ser capaz de generar antes de 2030 los 228 GW generados en todo el mundo, una cifra que se deberá incrementar hasta los 1.000 GW antes de llegar a 2050.
Esto indica con claridad que los gobiernos deben incrementar su apuesta por la instalación de nuevos parques eólicos, especialmente teniendo en cuenta que, en la actualidad, la generación eólica apenas supera los 32 GW. Así, según nuestras previsiones en Sarens, de aquí a diez años la eólica deberá aportar al menos la mitad de la generación eléctrica europea e impulsará, según datos de Rystar Energy, la creación de más de 868.000 empleos en todo el mundo.
Parques eólicos flotantes
Antes mencionaba el gran potencial de España como palanca para la industria eólica en Europa. No hay que perder de vista la gran capacidad de nuestro sector naval, imprescindible no sólo para el transporte de las piezas hasta la ubicación en la que se instalan los aerogeneradores, sino también como punto necesario para la reparación y mantenimiento de las instalaciones eólicas.
Algo que ya ocurre, por ejemplo, en el puerto de Fene (A Coruña), donde Sarens trabaja para Navantia en el proyecto de instalación del parque eólico marino de Saint Brieuc en la Bretaña francesa, que será operado por Iberdrola.
Somos conscientes, sin embargo, de que no siempre es posible instalar los parques eólicos en las inmediaciones costeras, bien por la escasa profundidad de las aguas o por el impacto que cada aerogenerador, con un peso de miles de toneladas, tendría en el fondo marino debido a sus fijaciones y anclajes.
Por ello, desde hace unos años somos muchos los que pensamos que la modalidad marina flotante, que permite su instalación en aguas más profundas, podría ser una solución.
Los parques eólicos flotantes (FLOW, por sus siglas en inglés) presentan, a día de hoy, importantes retos que requieren una mayor especialización. Cada estructura, en ocasiones con más de 10.000 toneladas y cerca de cien metros de altura, se debe ensamblar e izar en tierra, por lo que es necesario contar con maquinaria específica capaz de levantar miles de toneladas con total seguridad.
Sarens, por ejemplo, cuenta con grúas como la Demag CC9800 o su familia de grúas ringer SGC (Sarens Giant Crane), que ofrecen hasta 5.000 toneladas de capacidad, imprescindible para garantizar la efectividad y seguridad en los trabajos de izado de cada aerogenerador.
Transportar hasta el destino cada aerogenerador también es un importante reto técnico y tecnológico. Por ello, contar con barcazas de transporte semisumergibles facilita esta labor, y simplifica enormemente su descarga e instalación ya en su destino. Pero para ello también es necesario la adecuación de los puertos en los que se trabaja para garantizar la efectividad de toda la operativa.
¿Y el medio ambiente?
Hablaba antes de los beneficios económicos y en materia de empleo que conllevaría la apuesta por la eólica marina flotante en nuestro país. Pero no son los únicos, ya que también podemos extraer una lectura positiva en el plano medioambiental.
Por ejemplo, para los fondos marinos, que sufren una menor agresión al instalar los parques. Dependiendo de la modalidad, en muchas ocasiones sólo es necesario fijar anclajes al fondo y no toda la estructura como en las modalidades convencionales.
Pero no sólo eso. Al poder aprovechar vientos más constantes y veloces en altamar, la energía que se genera se multiplica con menor impacto. De hecho, fuentes como la European Technology & Innovation Platform on Wind Energy indican que esta tecnología podría aprovechar aproximadamente el 80% de los recursos eólicos marinos globales, e incluso llegar a generar más electricidad de la que el mundo entero consume hoy en día.
No cabe duda de que es necesario que los gobiernos de todo el mundo, también el español, den un paso adelante en su apuesta por esta fuente energética más sostenible. Desde Sarens ponemos a disposición de todo aquel que lo requiera nuestra experiencia de más de 60 años en levantamiento pesado, ingeniería, transporte, montaje, mantenimiento e instalación de aerogeneradores para facilitar su expansión.
***Dimitri Laurent es country manager en España y project sales manager Latin America, Africa y Souther Europe de Sarens.