Las grandes ballenas, esas maravillas del océano, nos brindan inestimables servicios que a veces parecen invisibles. Estos gigantes son valiosos aliados contra los desajustes climáticos, ya que capturan en grandes cantidades el carbono que emitimos. Sin embargo, su población se ha reducido, principalmente debido a las actividades humanas, mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado.
El 68% de las especies animales salvajes desaparecieron entre 1970 y 2016 y, con ellas, la diversidad de nuestros ecosistemas. Para evaluar el impacto sobre nuestro capital natural y comprender mejor la magnitud de estas pérdidas, los economistas han valorado los servicios ambientales, es decir, los servicios gratuitos que presta la naturaleza. Según el FMI, una única ballena genera más de 2 millones de dólares y el conjunto de estos cetáceos, más de 1 billón en total. Pero este es sólo un ejemplo. Los servicios ambientales poseen un valor estimado total de entre 130 y 150 billones de dólares anuales.
Por consiguiente, nuestra dependencia de la biodiversidad es inmensa. De hecho, según un informe reciente del FMI, hay mucho en juego: el 50% del PIB mundial depende de la biodiversidad. Nuestros suministros y, por ello, áreas enteras de nuestra economía, desde el sector agroalimentario hasta el energético, dependen de la biodiversidad.
No obstante, las reservas se están agotando a gran velocidad debido a la contaminación del aire, la deforestación o la sobrepesca. Todo aquello que permite regular nuestro planeta para que sea viable, como el ciclo del agua o la regulación del clima gracias a la captura de carbono, depende de igual manera de la biodiversidad, que es un bien irremplazable. La cuestión es aún más importante en vista de que, según la IPBES, el 80% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) podrían no alcanzarse si continúa la degradación de la biodiversidad.
Las finanzas tienen un papel fundamental en la preservación de la biodiversidad, ya que dirigen el capital hacia empresas que desarrollan soluciones y apoyan a otras para que gestionen lo mejor posible su dependencia o su impacto. Sin embargo, a pesar de que aumenta la concienciación sobre el riesgo financiero generado por la pérdida de biodiversidad, abordar esta cuestión resulta complejo.
Algunas medidas que son importantes para trabajar en pro de esta concienciación del sector son, por ejemplo, la medición de la huella de carbono sobre la biodiversidad de los principales fondos gestionados, el trabajo mano a mano con expertos en la materia, o la firma de compromisos como la iniciativa Finance for Biodiversity Pledge, que obliga a integrar los criterios de biodiversidad en los análisis de las gestoras y a publicar el impacto de sus inversiones hasta 2024.
"Debemos involucrar a todos los sectores de la economía y conjugar la rentabilidad de las inversiones con la biodiversidad"
Integrar además los ODS promovidos por las Naciones Unidas en las políticas de inversión de los fondos, con criterios medibles y realizables, en concreto en el de vida submarina (ODS 14) y el de vida de ecosistemas terrestres (ODS 15), es también una herramienta útil.
Existen también oportunidades de inversión concretas que tienen un impacto directo en la mejora y la preservación de la biodiversidad, como es el caso de empresas que contribuyen al tratamiento del agua en los buques o las aguas de lastre, como Alfa Laval, o incluso en aquellas que tratan de detener la contaminación por plásticos, como es el caso de Corbion, que desarrolla tecnologías de sustitución como el ácido poliláctico, un plástico biodegradable producido a partir de azúcar. Como inversores de impacto, nosotros consideramos también especialmente relevante la inversión en empresas en fase de transición y que además son pioneras, puesto que lideran sus sectores.
Nuestro posicionamiento como inversores debe reflejar por tanto un doble objetivo: involucrar a todos los sectores de la economía y conjugar la rentabilidad de las inversiones con la biodiversidad. Al fin y al cabo, el futuro de nuestro planeta depende de ella.
*** Olivier de Berranger es director de inversiones y de gestión de activos de LFDE