La salud de la mujer ha estado condicionada, a lo largo de la historia, por un sesgo de género que habitualmente no nos ha favorecido. Es más, nos ha perjudicado en el plano de la atención sanitaria y también en el de la reputación social. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5 de la Agenda 2030 habla de “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”, y el número 3 apuesta por “garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos, a todas las edades”.

Para avanzar hacemos falta todos, instituciones y empresas, particulares y asociaciones, tal y como señala el ODS 17, que insta a “revitalizar la alianza mundial para el desarrollo sostenible”.

Este principio incluye la colaboración público-privada, cuestionada por algunos, pero sumamente necesaria no solo para garantizar la salud y el bienestar de las mujeres, sino para garantizar políticas inclusivas y no discriminatorias, sobre todo durante y después de situaciones como esta pandemia que estamos viviendo.

Durante muchos siglos las mujeres han estado más preocupadas en luchar por sobrevivir y por garantizar el cuidado de su salud. Hay que destacar que si al hecho de ser mujer le sumamos otros determinantes como la raza, la educación, la nacionalidad, la religión, los servicios sanitarios, factores socioeconómicos, las cosas se pueden poner muy difíciles para las mujeres y los techos de cristal resultan aún más complicados de romper.

Afortunadamente, estamos en el camino hacia el logro de las metas marcadas en la Agenda, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer.

Para ser objetivos, sin embargo, debemos contextualizar la evolución de esta lucha por la igualdad, hasta el punto de hablar de liderazgo femenino en ámbitos como el sanitario. Recordemos que hasta hace algo más de 150 años no había mujeres profesionales de la salud, solo parteras, y no fue hasta finales del siglo XIX, que Dolores Aleu Riera se convirtió en la primera mujer licenciada en Medicina en España.

Hoy, en mi opinión, escribimos un capítulo apasionante de la historia de la mujer. Uno en el que somos protagonistas en las facultades de Medicina, donde representamos el 80% de los estudiantes matriculados, según el Instituto Nacional de Estadística. Y somos mayoría en organizaciones sanitarias como el grupo Ribera, donde representamos un 70% de los profesionales de la plantilla.

También ocupamos el 56% de los puestos directivos y de responsabilidad. Con nosotros trabajan más de 4.500 mujeres y en las áreas asistenciales, somos mayoría en 26 de las 39 especialidades de nuestros hospitales y centros de Atención Primaria. Esto es posible, en gran parte, gracias a las políticas de conciliación e igualdad que hemos generalizado en el grupo Ribera y que, no lo dudemos ni por un momento, ayudan también a la salud y el bienestar físico y emocional de las mujeres.

Porque creemos y hemos demostrado que el liderazgo femenino aporta pluralidad, diversidad, políticas inclusivas, creatividad y empatía. Y además, la productividad y los resultados mejoran cuando los entornos son diversos. Diferentes estudios avalan la relación entre estos conceptos.

Además, la sociedad y las instituciones por fin han entendido que la salud física y emocional de la mujer es fundamental para el conjunto de la población, se alinea con los objetivos de la Agenda 2030 y cada vez son más los programas de salud, para prevenir y atender la salud integral de la mujer. Por su propio bienestar, pero también por el de la sociedad en su conjunto.

Pero no basta con organizar cada casa o empresa por dentro. Es importante la colaboración y la implicación de todos en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En Ribera Salud, somos conscientes de que ni siquiera es suficiente con invertir miles de horas de formación y sensibilización a nuestros profesionales en materia de igualdad. Por eso seguimos implantando y actualizando Planes de Igualdad en nuestros hospitales y centros de trabajo, con cláusulas para promover la igualdad de oportunidades y eliminar cualquier atisbo de discriminación, brecha salarial o acoso, también en los convenios colectivos que negociamos con los representantes de los trabajadores.

Además, organizaciones sanitarias como la nuestra y sus centros somos un canal a través del cual llegamos a muchas personas, a quienes dirigimos y con quienes trabajamos planes para la prevención y detección precoz de la violencia de género, la prevención de la mutilación genital femenina en grupos de riesgo, educación sexual, planificación familiar, revisiones periódicas para el cuidado de la salud de la mujer. Contamos con 'áreas de la mujer', en las que se atiende nuestro bienestar integral, desde un punto de vista holístico.

Para conseguir una mayor sensibilización, concienciación y compromiso, llevamos a cabo campañas de promoción de la salud, celebrando días internacionales relevantes como el Día de la Mujer y el Día contra la Violencia de Género, con difusión de materiales, exposiciones, talleres y charlas, para seguir concienciando sobre la importancia de ayudar a detectar abusos y agresiones y reivindicar el importante papel de la mujer en la sociedad.



Si queremos un mundo más diverso, más inclusivo y más justo, es absolutamente necesario que el liderazgo femenino esté presente en todos los ámbitos y en la toma de las decisiones. Solo de este modo y desde dentro es posible cambiar el rumbo y conseguir las metas definidas.

*** Elisa Tarazona es CEO del grupo sanitario Ribera.