Lo que no se ve no existe. Es frecuente utilizar esta expresión para resaltar la importancia de la visibilidad, principio básico del marketing, y en muchos casos aplicado a la igualdad. La primera muestra de la importancia de dar voz y visibilidad al papel de la mujer la sitúa Mary Beard, en su obra, Mujeres y Poder, hace casi 3.000 años (nada menos). En ella relata el primer ejemplo documentado de un hombre diciéndole a una mujer que se calle.
Es el comienzo de la Odisea de Homero, y más allá de la épica del viaje de Ulises en su regreso a Troya, la situación se produce cuando el joven Telémaco se dirige a su madre, Penélope, que ha tenido la osadía de intervenir en la escena, para decirle “Madre mía -replica-, vete a adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”.
El relato. Ese relato al que se refiere es la voz pública, la presencia de la mujer en la agenda pública como voz autorizada y de autoridad que, como señala Beard, lleva consigo el gobierno. En pleno siglo XXI, la necesidad de visibilizar la voz de la mujer en todos los ámbitos, pero de un modo muy especial, en los de decisión, sigue siendo una necesidad, más allá de iniciativas legales, en el día a día, demostrando que somos más de la mitad de la población y la mirada y perspectiva de género debe irradiar a todos los espacios.
Así lo impone, de hecho, una de las metas del ODS 5: Igualdad de género, cuando propone “velar por la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles de la adopción de decisiones en la vida política, económica y pública”.
Con esa finalidad, dar voz a las mujeres y visibilizar el papel que desempeñan en la gestión pública, el INAP ha publicado el libro El papel de las mujeres en la Administración Pública del siglo XXI. Una obra coral, que he tenido el honor de coordinar, en la que mujeres de muy distinto perfil, grandes expertas, abordan esta cuestión desde sus distintas miradas, tratando diferentes temas: los planes de igualdad, la selección y el aprendizaje, la Agenda 2030 y los ODS, los Fondos Europeos NGEU. También otros temas donde no es habitual la mirada con perspectiva de género, como es el mundo militar, diplomático, STEM, de la innovación o la arquitectura.
En el momento actual, y en Europa, la necesidad de visibilizar la voz de la mujer en todos los ámbitos, pero de un modo muy especial, en los de decisión, es una prioridad de primer nivel. No debería, pero es así. A pesar de los avances, de las regulaciones y de la puesta en marcha de herramientas e instrumentos de ámbito internacional para avanzar en la igualdad, todavía se constata una profunda brecha que aún está lejos de cerrarse. Ojalá no fuera así.
Por eso es muy importante visibilizar que el sector público no permanece ajeno a esta realidad, en una doble dimensión. La primera, interna, vicepresidentas, ministras consejeras y empleadas públicas, que representan el 58% del sector público, inducen a dar por sentado que en la Administración, con una función pública seleccionada en base a los principios de igualdad, mérito y capacidad y una parte de gobierno marcada por las normas de democracia paritaria, no hay hueco para la desigualdad ni para la discriminación. Pero sí la hay, y los datos lo demuestran, en las escalas de jerarquía de ámbitos como la justicia y la educación, o por ejemplo, en áreas masculinizadas.
La otra dimensión, la externa, la ejemplaridad que debe presidir la actuación pública, no tiene mucho sentido que se exija al sector privado un elevado cumplimiento de niveles de igualdad, a través de planes de igualdad, registros y auditorías salariales para evitar la brecha salarial de género, y la administración no se aplique su propia medicina.
Somos más de la mitad del sector público, pero en los niveles directivos se produce un efecto menguante, solo representamos un tercio. Por eso necesitamos seguir trabajando desde dentro para ocupar los espacios que corresponden, por mérito, capacidad, para garantizar la riqueza y diversidad en la definición de las políticas públicas y en su ejecución, en la asignación de presupuestos para alcanzar la igualdad real. No hagamos bueno el refranero “en casa del herrero, cuchillo de palo”. El sector público no solo debe dar voz, sino amplificar la voz de las mujeres, y para muestra un botón: El papel de las mujeres en la Administración Pública del S. XXI.
***Concepción Campos Acuña, presidenta de la Asociación de Mujeres en el sector público