La responsabilidad de instituciones y empresas de mejorar el bienestar animal en nuestro sistema alimentario se ha abordado en numerosas ocasiones desde un punto de vista exclusivamente ético. Pero hay algo igual de relevante: los datos objetivos que nos aportan los numerosos estudios científicos que plantean esta temática.
En un contexto en el que el cambio climático está muy presente, la ONU aprobó en 2015 la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible con 17 objetivos mundiales que, una vez cumplidos, posibilitan un futuro sostenible. Además, la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU define el desarrollo sostenible como "aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades".
En cuanto al bienestar animal –como explicamos en nuestro artículo de Equalia Cómo valorar el bienestar animal–, debe tener en cuenta el estado físico y mental de los animales.
Analizamos cómo se relaciona el bienestar animal con los tres pilares fundamentales para un planeta sostenible.
Sostenibilidad ambiental
La agricultura ocupa la mitad de la superficie habitable, convirtiéndose en uno de los mayores impactos que ha tenido el ser humano sobre el ecosistema. Y un 77% de la tierra destinada a la agricultura se dedica a la producción de alimentos para la manutención de animales destinados al consumo humano.
La ganadería industrial requiere de una cantidad de pienso tan elevada que ocupa una cantidad de terreno que afecta directamente a la biodiversidad. Según dos estudios recientes, uno publicado en Nature y el otro por el grupo de expertos Chatham House, la producción mundial de animales podría acabar con miles de especies en las próximas décadas.
Esto se debe a que, para satisfacer la demanda de carne en la población, la industria continúa invadiendo bosques y entornos naturales donde conviven numerosas especies animales que, al perder su hábitat, corren un gran riesgo de extinción.
Por otro lado, hay una característica común en las macrogranjas, y es el hacinamiento de los animales. Estas condiciones de confinamiento tienen como resultado la degradación del medio ambiente por la concentración de heces y gases nocivos (amoníaco o dióxido de carbono). De hecho, la ganadería intensiva es la responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sostenibilidad social
Para que el sistema alimentario actual sea sostenible en el ámbito social debería acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible. El bienestar animal de la ganadería intensiva está en el centro de la seguridad alimentaria, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, el 60% de todas las enfermedades infecciosas reportadas mundialmente son zoonosis. Es decir, enfermedades que se transmiten de animales a humanos.
Aunque la relación entre la ganadería intensiva y la zoonosis es muy compleja, hay algunos ejemplos que podrían servir para empezar a entender el nexo entre la seguridad alimentaria y las macrogranjas.
Imaginemos que vamos al Amazonas y deforestamos una parte de la selva. Esto no solo afectaría a la absorción de CO₂, sino que la propia pérdida de vegetación haría que muchos animales huyan en busca del hábitat y de los alimentos que acaban de perder.
Estos animales silvestres podrían migrar a un asentamiento humano cercano, iniciando una interacción entre el animal silvestre y el ser humano que nunca se había dado antes. Esto facilita que ciertos patógenos pasen de una especie a otra y aparecen enfermedades como el Ébola o la influenza aviar.
Por último, las prácticas ganaderas intensivas que se alejan del bienestar animal recurren al uso de antibióticos de forma preventiva para compensar las pésimas condiciones en las que se encuentran los animales. Este procedimiento tan extendido en las macrogranjas conlleva una mayor resistencia a los antibióticos, no solo por parte de los animales, sino también por parte de las personas que los consumimos.
Sostenibilidad económica
En lo relacionado con la sostenibilidad económica, el sistema alimentario será sostenible cuando todas las actividades que engloba sean fiscal o comercialmente viables para todas las partes involucradas en el sistema alimentario: las personas trabajadoras, los gobiernos, las personas consumidoras y las empresas. Sin embargo, aún quedan algunos supermercados con políticas de bienestar animal incompletas porque no incluyen el ingrediente huevo en su compromiso libre de jaulas.
Según la FAO, los animales destinados al consumo ocupan el 14% del total de calorías y el 33% de las proteínas en la dieta de las personas a nivel mundial. Y, como ya hemos visto, el 77% de la tierra cultivable se usa para generar alimento para los animales de ganadería. En estos datos queda representado un problema bastante evidente: el nefasto uso de los recursos naturales.
Los alimentos para animales contienen productos que podrían nutrir a las personas de forma directa. Por no hablar de la alta ocupación de tierras que se destinan al cultivo de alimentos para animales, en vez de para la población humana o para la regeneración de bosques y selvas.
¿Estamos haciendo un uso adecuado de las tierras en cuanto a la producción de alimentos en contraposición a la producción de piensos y pastos? En esta línea, cada vez son más los estudios que sostienen que reducir la proporción de alimentos de origen animal en la dieta podría reportar grandes beneficios no solo económicos, sino también medioambientales y sanitarios.
Bienestar animal en el centro de la sostenibilidad
Hemos visto en este artículo pequeñas pinceladas sobre el impacto del bienestar animal. Hay numerosas implicaciones, directas e indirectas, sobre el desarrollo sostenible del planeta.
No solo se trata de mejorar la vida de los animales destinados al consumo; se trata de tener una visión global y de entender que existe, como dice la ONU, una sola salud (One Health). Es decir, la salud humana, la animal y la del ecosistema son totalmente interdependientes, por lo que descuidar una de ellas implicaría, de forma inevitable, descuidar el resto.
*** Itziar García es especialista en comunicación de Equalia.