Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son una referencia fundamental para afrontar integral y eficazmente el reto de dejar un planeta y una sociedad mejores a las siguientes generaciones.
Muchas entidades públicas y privadas están alineando su estrategia y sistemas de gestión con los ODS, centrándose en aquellos en los que pueden tener más impacto y definiendo planes y acciones para contribuir a su consecución. Sin embargo, no siempre este recurso responde a una voluntad genuina de impulsar la sostenibilidad. Observo situaciones de colorwashing en algunos eventos, narrativas e informes que utilizan la atractiva identidad visual de los ODS para desviar la atención sobre una falta de compromiso.
Hay, por tanto, mucho camino por recorrer para integrar las prioridades que marcan los ODS de forma generalizada en todos los grupos de interés, desde las organizaciones globales hasta el ciudadano.
Las alianzas entre los grupos interés, pilar de la sostenibilidad
El ODS 17 (Alianzas para lograr los objetivos) es un puntal clave para acometer con éxito este desafío, ya que alude al cómo además de al qué. Estas alianzas requieren una colaboración estrecha entre agentes tan diversos como gobiernos, empresas, inversores, investigadores, emprendedores o sociedad civil.
En particular, la colaboración entre administraciones, empresas e inversores vive un momento álgido. Todos los días se anuncian nuevos acuerdos, poco convencionales y difícilmente imaginables hace tan solo unos años, que involucran a distintos sectores de actividad e incluso a competidores.
Algunos ejemplos de colaboraciones
Las firmas de ropa están trabajando con diseñadores, proveedores de materias primas, entidades sociales y empresas recicladoras para reducir la huella de carbono de sus productos a lo largo de su ciclo de vida.
Administraciones, aerolíneas, generadores de biorresiduos, empresas energéticas, tecnólogos y aeropuertos están promoviendo conjuntamente la producción y la utilización del combustible sostenible para la aviación (SAF, en inglés).
Empresas automovilísticas están compartiendo infraestructuras de recarga para vehículos eléctricos desarrolladas por un competidor.
Operadoras de telecomunicaciones están fijando estándares comunes y compartiendo mejores prácticas relativas a las condiciones laborales de sus proveedores.
¿Por qué son tan frecuentes este tipo de alianzas de naturaleza empresarial? Hay tres razones principales. En primer lugar, porque capturar las nuevas oportunidades de negocio, muchas veces disruptivas, generadas por la transición energética, la economía circular o la mayor sensibilidad medioambiental y social, requiere nuevos enfoques y capacidades.
En segundo lugar, estas oportunidades combinan beneficio económico, medioambiental y social (triple impacto). Por último, en el medio plazo, un buen desempeño ESG (medioambiental, social y gobernanza) será un requisito de supervivencia para cualquier empresa.
Multiplicar la colaboración con impacto positivo
Sin embargo, hay otros ámbitos en los que este tipo de colaboración tiene aún un importante margen de mejora. Destaco tres de ellos:
Apoyo a las economías en desarrollo. Múltiples informes y foros argumentan y cuantifican la necesidad de fondos para ello y anuncian vehículos para canalizarlos, pero la realidad es que estas fórmulas de cooperación internacional son complejas de articular y están experimentando un cierto estancamiento.
Colaboración estratégica entre empresas y el tercer sector. El reto es evolucionar desde las prácticas tradicionales de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), basadas en la financiación de proyectos medioambientales y sociales, hacia alianzas para desarrollar conjuntamente soluciones con alto impacto tanto en el negocio como en la sociedad.
Involucración del ciudadano. Los planes de acción climática de las ciudades, que abordan aspectos como la movilidad, la eficiencia energética o el reciclado de residuos, están generando un nuevo marco de colaboración público-privada. Sin embargo, solo un número limitado de administraciones locales están integrando de forma decisiva la perspectiva ciudadana en el diseño, experimentación y puesta en práctica de estos planes.
En términos generales, es una buena noticia que las alianzas en clave de sostenibilidad estén creciendo, aunque no podemos sentirnos satisfechos hasta que no lo estén haciendo con mayor velocidad y de igual manera en todos los ámbitos.
La pregunta que debemos hacernos es, por tanto, ¿qué podemos hacer para intensificar la colaboración? Como no puede ser de otra forma, conseguiremos este objetivo con un esfuerzo conjunto de todos los grupos de interés y líneas de actuación articulables en el corto plazo.
Por ejemplo, podemos medir de forma tangible y rigurosa el triple impacto generado por todas las posibles iniciativas de desarrollo sostenible. Muchas de ellas no son consideradas prioritarias por no tener una valoración objetiva de su beneficio económico.
O podemos contemplar el número y alcance de las alianzas con impacto positivo como indicador fundamental de las evaluaciones ESG de gobiernos, empresas e inversores. O apoyar, como clientes, consumidores o inversores, a las empresas que integran la perspectiva de la sociedad civil en sus modelos de negocio.
Sin duda, el ODS 17, aunque sea el último de la lista, no es uno más. Sin colaboración generalizada no habrá sostenibilidad. Está en nuestras manos.
*** Iñigo Jodra es fundador y CEO de Esggia.