En los últimos años, como consecuencia de una búsqueda constante de una economía más sostenible y respetuosa con el medio ambiente, el hidrógeno renovable ha emergido como una pieza fundamental para la descarbonización de nuestra sociedad. Este se presenta como una alternativa prometedora a los combustibles fósiles, ya que su producción y uso generan cero emisiones de carbono, contribuyendo significativamente a reducir el impacto del cambio climático.

Todo este proceso de consolidación en nuestro país de las tecnologías del hidrógeno ha estado acompañado también por la Comisión Europea que, con el objetivo de conseguir la soberanía energética y romper con la dependencia de terceros países, ha impulsado su desarrollo mediante recomendaciones y objetivos cada vez más ambiciosos.

Así, para España, la apuesta por el hidrógeno se ha convertido en una prioridad estratégica para fortalecer su independencia energética de una manera sostenible, autoabasteciéndose de hidrógeno (e incluso, exportándolo), gracias a su recurso renovable.

De este modo, España se ha posicionado a la vanguardia de la revolución energética, algo que se ha visto materializado, entre otras iniciativas, con la actualización de Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) recientemente propuesta por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco).

Esta actualización ha incluido medidas que impulsan el sector del hidrógeno renovable en España y marca un paso importante hacia el logro de los objetivos climáticos y energéticos del país. En este sentido, y por poner un ejemplo, se han incrementado de 4 a 11 los GW a instalar en el país como objetivo para el año 2030.

No obstante, para avanzar en esta dirección, España debe enfrentar algunos retos significativos. Uno de los principales desafíos es la inversión en infraestructuras para la producción, transporte y distribución del hidrógeno.

Se requerirá también una expansión significativa de la capacidad de generación de energías renovables para abastecer el proceso de electrólisis, así como la capacidad de fabricación de sistemas de producción, almacenamiento y transporte de hidrógeno.

Además, es crucial fomentar la investigación y la innovación en tecnologías relacionadas para mejorar la eficiencia, reducir costes y aumentar la competitividad en el mercado global. Finalmente, merece la pena destacar también la necesidad de formación a lo largo de todo el sistema educativo, algo clave de cara a formar a las decenas de miles de trabajadores del sector que serán necesarios a corto plazo.

Además, es necesario implementar políticas y regulaciones que promuevan la adopción del hidrógeno renovable en diversos sectores, como el de la energía, la industria, el transporte y el residencial, entre otros. Además, los incentivos y marcos normativos favorables permitirán acelerar la transición hacia el uso de este vector energético limpio.

Sin embargo, enfrentar estos desafíos y avanzar en la transición energética necesita de un compromiso a nivel nacional, con independencia de cualquier interés ideológico o político. España, con sus ventajas competitivas en materia de renovables, debe aprovechar esta coyuntura, y pensar en objetivos ambiciosos a corto, medio y largo plazo, dado el interés que ha generado el hidrógeno en los últimos años.

En este sentido, la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2), como voz de referencia en el sector del hidrógeno a nivel nacional, cumple un papel fundamental al reunir a los diferentes actores de la industria, la academia y el sector público para fomentar el desarrollo de este vector energético en el país.

El camino hacia la descarbonización ya está en marcha en España, y el hidrógeno verde juega un papel esencial en esta transformación hacia un futuro más sostenible, limpio y resiliente.

*** Javier Brey es presidente de la Asociación Española del Hidrógeno.