En un ciclo de la vida en el que el gas natural es un combustible esencial para múltiples actividades diarias, nos vemos en la obligación de sustituir este gas de origen fósil por un gas natural renovable con el objetivo minimizar los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera. Este gas natural renovable se denomina biogás y se trata de un tipo de gas natural que procede del tratamiento de subproductos de origen orgánico de industrias agrícolas, ganaderas o alimentarias, entre otras (tratamiento de digestión anaeróbica).

La producción de biogás es un método de reciclaje de residuos orgánicos biodegradables y, al utilizar como materia prima estos residuos, se le da una segunda vida para la obtención de un tipo de gas renovable, siendo sus principales usos el transporte, la calefacción de las viviendas y múltiples industrias.

El uso de los residuos orgánicos como materia prima no solo da una segunda vida a estos residuos, sino que además afronta un problema actual sobre el reciclaje de los mismos, facilitando el cumplimiento de la normativa nacional y europea, ya que el 48% de los subproductos orgánicos siguen arrojándose en vertederos, con las consecuentes emisiones de gases de efecto invernadero que conlleva, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

Es por ello por lo que esta tecnología contribuye al desarrollo de la economía circular al utilizar materias orgánicas biodegradables como recurso para la generación de energía renovable, evitando así el uso de materias primas vigentes.

Este vector energético es clave para la descarbonización del sector energético, una solución para combatir el cambio climático y alcanzar la neutralidad climática según se ha marcado en la Ruta hacia el Biogás, siendo una tecnología básica para ciertos países de Europa, como Francia, Alemania o Reino Unido, que conocen y utilizan esta tecnología desde hace años.

Asimismo, España dispone de un gran potencial disponible para la generación de gas renovable como consecuencia del incremento de los residuos orgánicos procedentes especialmente del sector agroalimentario y agropecuario, por lo que podemos ser un importante contribuyente a la lucha contra el cambio climático con la impulsión de plantas de biogás en nuestro país, que hasta ahora no ha tenido lugar en gran medida, disminuyendo así la dependencia energética de otros países.

Además, de la conversión de los subproductos mediante la digestión anaeróbica se obtiene un producto denominado digestato, un abono orgánico para la agricultura, por lo que de nuevo aporta valor añadido a la economía circular, ya que se obtiene un nuevo producto que podrá ser utilizado como fertilizante para la agricultura de la zona donde se haya instalado la planta de biogás. 

La tecnología del biogás conlleva el desarrollo rural sostenible, debido a que los desechos de residuos orgánicos proceden de industrias ganaderas, agrícolas y alimentarias que habitualmente se encuentran en zonas rurales. De esta forma, las instalaciones de las plantas de biogás en zonas rurales —donde se encuentran las industrias que generan los residuos orgánicos—, no solo generan electricidad para el propio consumo de la industria, sino que además generan puestos de trabajo en la zona, apoyando así el desarrollo rural y evitando la despoblación en las zonas rurales más débiles.

Por todo ello, encontrándonos ante una situación en el que el cambio climático es una realidad que tenemos que afrontar, el biogás es una solución limpia y eficiente al incremento de la generación de residuos orgánicos y, por consiguiente, tiene un papel importante en la lucha contra el cambio climático y la descarbonización del planeta que debemos seguir, siendo un tipo de gas natural renovable que aporta tanto ventajas medioambientales como socioeconómicas, ayudando a mitigar la dependencia energética del exterior y al desarrollo rural sostenible. 

***Rosa Sanz García es responsable de ESG y Compliance en Grupo Arrate y Socia Young en Women in a Legal World.