Desde los bosques primitivos hasta las calles de nuestras ciudades, la sepsis acecha. Pero hoy es uno de esos días en los que se agradece ser científico. Otra vez, en mi laboratorio, hemos arrancado un secreto a la naturaleza. Algo que, apartando el pudor y la modestia, quiero contarte en nombre de todos quienes contribuimos.
Para ponerte en contexto, la sepsis tiene lugar cuando, tras una infección –bacteriana, viral o fúngica— ocurre un conjunto de anomalías principalmente de nuestro sistema de defensa. Echando un vistazo al planeta vemos que los casos de sepsis al año superan una cifra astronómica: 48 millones. Once millones de ellos culminan en el fallecimiento del paciente.
Curiosamente, no es esta una enfermedad moderna. De hecho, hace 2.700 años Homero hizo referencia a la sepsis en uno de sus poemas… 'sepo' era la palabra usada. Sin embargo, en los años 20 del siglo XXI sigue siendo una desconocida que va dejando tras de sí un rastro tenebroso.
¿Cómo ocurre? quizá te preguntes.
Cuando aparece una infección, nuestro sistema de defensas –el sistema inmunitario—orquesta una respuesta rápida para eliminar el agente patógeno. En palabras un poco más científicas, se genera una inflamación local debido a la llegada de las células de las defensas y la producción de sustancias tóxicas, algo que poco a poco se debe ir eliminando.
Sin embargo, este proceso en ocasiones se descontrola y se produce una 'tormenta interna' de sustancias tóxicas denominadas citocinas que, de no extinguirse, se puede volver extremadamente peligrosa e incluso ocasionar la muerte del paciente. Esto suele llamarse fase inflamatoria.
Mas, no se detiene aquí. La superación de la inflamación inicial no significa una vuelta total a la normalidad. Se corre el riesgo de que el paciente entre en una fase de inmunosupresión en la que se queda parcialmente indefenso, lo cual quiere decir que una nueva infección –antes inofensiva—puede terminar con su vida.
El problema está servido. Los pacientes con sepsis grave pueden encontrarse en dos fases: una tormenta desaforada o una especie de parálisis o cansancio de sus defensas. Durante la primera, necesitan ser tratados para reducir la inflamación, mientras que en la segunda es preciso hacer que remonte la actividad defensiva.
Esto nos lleva a uno de los mayores problemas por resolver de la medicina moderna. Se precisa saber, de forma inequívoca, qué necesita el paciente en cada momento. Un error reactivaría la inflamación o deprimiría aún más las defensas. Pero, lo peor está por decir. En un paciente pueden coexistir ambas fases.
Entonces, necesitamos encontrar algo que nos marque el camino y, de paso, nos indique una terapia concisa –hasta ahora inexistente—para batallar contra la sepsis.
¿Cuál ha sido el logro que te prometí al principio?
Cinco años de trabajo nos han llevado a encontrar un marcador que nos indica, desde el principio de la enfermedad, si el paciente séptico evolucionará hacia un estado de máxima gravedad con peligro de muerte o, por lo contrario, se recuperará.
Parece magia, pero es ciencia.
Se llama SIGLEC5. Si al llegar un paciente con sepsis a Urgencias los niveles en sangre de esta molécula son altos la probabilidad de una mala evolución, e incluso el fallecimiento, es enorme. Algo que comprobamos en una cohorte multicéntrica de pacientes reclutados por el Hospital La Paz, el Hospital Vall d’Hebron y el Hospital Virgen de la Arrixaca.
El sólo hecho de tener un marcador precoz y preciso de evolución ya es todo un éxito en una enfermedad tan escurridiza como la sepsis. Sin embargo, el estudio no se quedó en esta descripción.
Resulta que SIGLEC5 no sólo aparece de forma soluble en el torrente sanguíneo, también se encuentra en la superficie de algunas células de las defensas actuando como inductor del 'cansancio' protagonista de la segunda fase, la inmunosupresión.
Es decir, su presencia es necesaria para que el paciente se quede indefenso permitiendo la colonización de su cuerpo por agentes patógenos que, en condiciones normales, no afectan significativamente a la salud.
Esto último da un giro importante a la investigación. Por una parte, nos predice cómo evolucionará el paciente y, por otra, indica una posible terapia para evitar la inmunosupresión en los pacientes.
A la espera de un ensayo clínico, los experimentos en modelos in vivo de laboratorio nos demuestran que si bloqueamos la acción de SIGLEC5 reducimos la mortalidad por sepsis.
De todo esto se hizo eco la revista EBiomedicine, del grupo editorial Lancet. Mi equipo del IdiPAZ ha decido celebrarlo hoy con unas cañas por Madrid. No todos los días podemos decir que hemos desvelado otro secreto de la naturaleza.