La llegada a la Luna fue la culminación de una larga y vertiginosa carrera tecnológica que disputaron Estados Unidos y la Unión Soviética entre 1955 y 1988. Apenas 30 años después, nos vemos inmersos en una nueva competición, una que involucra a muchos más actores en la búsqueda de un objetivo que, esta vez, resultaría en el bien común: el avance hacia formas más eficientes y sostenibles de usar la energía.

Y es que, desde el inicio de la actual crisis energética, los países que representan más del 70% del consumo mundial de energía se han volcado en la introducción de políticas de eficiencia energética. En este sentido, la International Energy Agency (IEA), en su informe sobre eficiencia energética 2023, fue clara. Los países han movido ficha para avanzar hacia la transición energética.

Por ejemplo, la Unión Europea acordó este pasado año medidas más estrictas, de manera que el objetivo de ahorro energético en toda la Unión se eleva al 11,7% para 2030. Por su parte, Estados Unidos anunció en 2022 la creación de nuevos fondos, al amparo de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), entre los que se incluye el programa de reembolso de 4.500 millones de dólares para hogares eléctricos de alta eficiencia.

Esta carrera hacia la eficiencia energética se está desarrollando de manera vertiginosa, pero no es la única, ya que coincide en el tiempo con el desarrollo de una de las tecnologías más disruptivas de nuestro tiempo, la inteligencia artificial (IA). Tanto los países como las empresas tecnológicas están compitiendo por convertirse en referentes y no quedarse atrás.

Asistimos, por lo tanto, a dos revoluciones que serán fundamentales para sentar las bases del futuro de nuestra economía y de nuestra sociedad. Aunque, ¿y si ambas estuviesen más relacionadas de lo que parece a simple vista? ¿Puede la IA ser la clave para ser más eficientes en nuestro consumo energético?

Según el IBM Global AI Adoption Report, el 44% de las empresas ya está trabajando para integrar la IA en las aplicaciones y procesos actuales y dos tercios de ellas ya están aplicando o tienen previsto aplicar la IA a sus objetivos relacionados con la sostenibilidad. Parece evidente que las compañías quieren aprovechar todo el potencial de la IA y, dada la creciente necesidad de impulsar la eficiencia energética, puede que esta sea una aliada clave.

Según el estudio EnergIA, elaborado por GFK para Smarkia entre más de 100 directivos de empresas de distintos sectores de índole nacional e internacional, casi la totalidad de las compañías está comprometida con la transición energética y reconoce la importancia de apostar por la eficiencia energética tanto para reducir costes (90%), como para ser más sostenibles y reducir su impacto ambiental (93%). Sin embargo, es llamativo que el 44% de las compañías desconoce todavía el potencial de la IA aplicada a modelos de gestión energéticos más sostenibles.

Pese a este desconocimiento, también destacable es que el 75% de las empresas sí consideraría interesante contratar sistemas de gestión energética basados en la IA. Por otro lado, hasta el momento, solo el 9% de las compañías de la encuesta conoce y utiliza sistemas de gestión energética basados en IA, si bien su grado de satisfacción es muy elevado (88%).

Y es que, lejos de ser una tecnología a futuro, la IA aplicada a la gestión energética es ya una realidad. Así, permite ahora realizar labores de monitorización y análisis de datos a un volumen que hace unos años casi no nos podríamos imaginar y transformarlos en información útil y aprovechable. Se ha convertido en una herramienta para mejorar no solo la calidad de los datos, sino también la comprensión de las variables que intervienen en el consumo de energía y en las predicciones que se pueden hacer sobre ella.

Estos aspectos resultan imprescindibles para empresas y organizaciones donde se recogen grandes cantidades de datos procedentes de múltiples sensores y diferentes ámbitos como la climatización, consumos eléctricos o térmicos, procesos productivos, etc., de una forma independiente a la tipología de negocio, ya sean fábricas, oficinas, establecimientos, o incluso hogares. El objetivo es analizar todos esos datos de una manera pormenorizada para identificar dónde se producen las mayores ineficiencias, o qué patrones de consumo de energía existen en cada área de la organización.

La IA nos permite, mediante modelos predictivos, anticipar picos de demanda o momentos de menor necesidad de suministro energético, lo que otorga mucha más flexibilidad y minimiza los riesgos para las compañías. Pero ¿cómo se puede trasladar este concepto al día a día de las compañías? Un ejemplo muy concreto es la generación de prefacturas inteligentes de forma anticipada a la facturación real.

Se trata de unas prefacturas detalladas que reciben las empresas con anticipación para tener una fotografía detallada de cómo será su desempeño energético en un periodo futuro. De esa forma, podrán conseguir un mayor control sobre sus consumos o los posibles excesos de consumo de potencia o energía reactiva por los que pueden ser penalizados. ¿La principal ventaja? El margen que les ofrece para poder realizar las actuaciones pertinentes.

Cabe destacar también que la IA no solo se basa en consumos internos, sino que puede incluir también fuentes de datos externos en sus algoritmos, tales como el precio de la electricidad, el número de personas o vehículos que ocupan un espacio, los tickets emitidos en una tienda, etc., pudiendo realizar de esta forma un análisis conjunto de un edificio o industria y su entorno, todo ello con el propósito de una gestión energética más eficiente.

La carrera hacia la transición energética está teniendo lugar en un momento clave para el futuro de nuestro planeta, en el que asistimos a un aumento de la demanda energética y a un incremento de la población, mientras que nuestros recursos siguen siendo limitados. En este contexto, surge la pregunta clave: ¿es posible reducir el consumo de energía sin que eso impacte en nuestra actividad económica, en nuestros negocios, o en la actividad industrial?

La respuesta es claramente afirmativa gracias a la IA, una tecnología que ofrece a las empresas la posibilidad de tomar decisiones basadas en datos, patrones de consumo y análisis predictivos, aumentando su eficiencia energética sin que eso afecte a su modelo de negocio. En esta carrera, es fundamental poner la tecnología al servicio del ser humano, por lo que la IA, que ya es una realidad más que una tecnología futura, será el elemento diferenciador entre aquellas empresas capaces de extraer su máximo potencial y las que no lo son.

*** Javier Arenas es CIO de Smarkia.