¿Es posible realmente acoger, ayudar y llegar a integrar a las personas refugiadas? Quiero comenzar adelantando que no creo en una fórmula mágica, pero hoy, que conmemoramos el Día Mundial del Refugiado, sí pienso que entre todos podemos crear oportunidades y conseguir que las personas refugiadas y desplazadas puedan comenzar una nueva vida con dignidad. 

IKEA en España lleva años colaborando con las ONG y con las Administraciones públicas para ayudar en la inclusión de aquellas personas que, como consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ven obligadas a buscar refugio en nuestro país. Nuestra visión de 'crear un mejor día a día para la mayoría' se hace más necesaria con aquellos que se ven forzados a dejar su hogar en una situación de gran vulnerabilidad.

Y sé bien de lo que hablo porque yo no fui refugiado, pero sí inmigrante. Yo dejé atrás mi país porque buscaba una vida diferente, una vida mejor. Cuando llegué a Suiza, creí que iba a comerme el mundo —ya contaba con algunos estudios y con una tienda propia en Turquía—, pero llegar a una nueva cultura significa comenzar de cero. En esta etapa, muy dura, aprendí que hay que abrazar lo nuevo, pero no perder nunca la confianza en uno mismo para conseguirlo.

E insisto, sé bien de lo que hablo, porque también fui voluntario ayudando a refugiados en la frontera entre Turquía e Irak durante la guerra del Golfo con Médicos sin Fronteras. Colaboré como traductor de kurdo, turco, francés e inglés para facilitar la comunicación de los heridos con los médicos y también con las autoridades y los periodistas y, además, ayudé en la búsqueda de agua. Hice, en definitiva, todo lo que en ese momento estuvo en mi mano.

Me encontré allí con personas que sufrían mucho, obligadas a dejar su vida atrás, y sus ojos reflejaban la impotencia de un árbol que ha perdido sus raíces. Comprobé muy de cerca cómo era el sufrimiento de quienes eran forzados a dejar su país y tuve la oportunidad de hablar con algunos de ellos.

Había una vida detrás de cada una de esas personas: eran abogados, empresarios, profesores, etc. Pero, por encima de eso, todos eran padres, madres, hijos… seres humanos obligados a abandonar su hogar y sus orígenes.

Constaté con crudeza que hay dos cosas en la vida que son fundamentales y a las que normalmente no damos importancia: el hogar y la libertad de vivir en un lugar. Como suele suceder, uno solo comprende su valor cuando las pierde.

Como yo mismo experimenté, las personas refugiadas llegan a su destino en una situación de extraordinaria fragilidad y habitualmente sin conocer bien el país de acogida. Al llegar encuentran una cultura diferente y todo lo que saben y conocen deja de tener valor: sus experiencias no cuentan, su educación no es válida, no comprenden la lengua, su familia y seres queridos están lejos, y es muy difícil encontrar un empleo, por lo que ganarse la vida con dignidad es prácticamente imposible.

En IKEA tenemos algunas herramientas muy poderosas para facilitar ese camino. Y quiero ponerlas en valor. En un mundo donde la crisis de refugiados continúa aumentando, con cifras alarmantes que alcanzan los 114 millones de personas desplazadas, empresas globales como IKEA están marcando la diferencia a través de iniciativas concretas y comprometidas.

En el Foro Mundial sobre Refugiados de 2019, IKEA se comprometió a incluir a 2.500 refugiados en su programa de habilidades para el empleo y, recientemente, ha anunciado un ambicioso plan para 2027: aumentar la empleabilidad de 3.000 refugiados adicionales.

Este es un ejemplo de muchas de las iniciativas que tenemos en la compañía a nivel global, pero trabajamos en numerosos programas en los países donde IKEA está presente y, por supuesto, en España. Al comienzo de la guerra en Ucrania, ayudamos a abastecer los centros de acogida que han dado apoyo a casi 30.000 personas refugiadas y recientemente firmamos un convenio junto con el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que tratará de garantizar un futuro mejor a las personas refugiadas en España que participen del proyecto.

En un momento donde la acción y el ejemplo son más necesarios que nunca, las empresas debemos liderar mostrando cómo el sector privado puede ser un catalizador de cambio positivo y duradero. A través de diversas iniciativas globales y locales, reafirmando los valores de la dignidad, el respeto y las oportunidades para todos, podemos contribuir a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria para 2030.

Concluyo como empecé: no creo en una fórmula mágica que nos ayude a solucionar este problema, pero entre todos podemos hacer mucho por lograrlo. Créanme, lo he vivido en primera persona.

*** Nurettin Acar es CEO & CSO IKEA en España.