Encontrar una funda más o menos vistosa que proteja el sofá familiar de las garras de un gato tan travieso como el mío no era cosa fácil. Máxime si el sofá cuenta ya sus años por décadas.
Por eso, hace unos meses, mientras yo trabajaba desde el pueblo, mi madre me dio las medidas y me pidió que lo comprase por internet. Al día siguiente, el sillón estrenaba funda y mi gato tenía un nuevo lugar favorito para echarse la siesta.
En otros tiempos, hubiéramos tenido que hacer un viaje a Valladolid, la ciudad más próxima, dar vueltas por varias tiendas y grandes almacenes y tener la suerte de que los modelos, las medidas y el color fueran adecuados. Y quienes han comprado una funda de sofá coincidirán conmigo en que no es una tarea sencilla.
Esta anécdota es un ejemplo de cómo la digitalización y el comercio electrónico se han convertido en una auténtica revolución para los pueblos. En el de mis abuelos se sigue esperando al camión de la fruta, que llega desde Cantalejo, o al panadero, que llega desde Ayllón.
Pero cuando hace falta una mesa para el patio, un aparato para ver la tele o un nuevo cargador para el móvil, en vez de tener que hacer kilómetros y kilómetros para buscarlos en tiendas especializadas alejadas del término municipal, lo pides por internet y lo tienes en casa al día siguiente. Exactamente igual que si lo comprases desde el centro de una ciudad.
Y esa es la revolución. Porque esa es, a mi juicio, una de las desventajas que antes tenía la vida en los pueblos. Que había que irse a la ciudad o cabecera de comarca más próxima para encontrar esos productos no tan comunes.
Un informe elaborado por la consultora NERA e impulsado por Amazon acaba de ponerle cifras a esta realidad desde tres perspectivas: la de los consumidores, la de las empresas y la relacionada con el medio ambiente.
Con interesantes datos que van desde el ahorro de tiempo —un día adicional al año si se suman los desplazamientos que se ahorran los consumidores rurales— hasta al ahorro de dinero —50 euros más en los pueblos, puesto que la oferta física es algo más limitada y eso se acaba trasladando a los precios—.
Pero, si esta revolución digital del comercio es importante para quienes tenemos que comprar desde los pueblos, es quizás más relevante para quienes emprenden desde ellos.
Librilla es un pueblo de unos 5.000 habitantes de la Región de Murcia. Allí, Rocío y Cristina han fundado su propia marca de cosmética natural, Alma Secret. Si solo vendiesen físicamente, su público se limitaría a su comarca y a las ferias a las que pudiesen acudir para buscar nuevos clientes. Vendiendo por internet han llevado sus productos a toda Europa.
Según el informe, el comercio electrónico no solo da acceso a los negocios rurales a nuevos públicos, sino que les permite aumentar los márgenes y sus exportaciones. De las 5.000 empresas rurales que venden en Amazon, más del 40% exporta sus productos al menos a un país de la Unión Europea y del resto del mundo, sin la necesidad de abrir una sucursal o contratar distribuidores fuera de España.
En cuanto al medioambiente, esa revolución deriva de la posibilidad que antes mencionaba de evitar desplazamientos. Y es que el 81% de los consumidores de zonas rurales de baja densidad utilizan su vehículo para ir a comprar, frente al 54% de quienes compran en ciudades.
A partir de estos datos y estableciendo diferentes relaciones entre desplazamientos evitados y la penetración actual de las compras digitales, los autores del estudio calculan que el comercio electrónico ya estaría evitando en el ámbito rural de nuestro país la emisión de miles de toneladas de CO₂ y otros contaminantes.
En el pódcast La España Medio Llena, que pusimos en marcha desde Vivaces hace más de 3 años, he entrevistado a muchas personas que viven o emprenden en los pueblos. Casi en el 100% de los casos, cuando les preguntas por qué, la respuesta es la calidad de vida, el bienestar, el silencio, la tranquilidad.
Pero, sin servicios —un médico que te atienda si enfermas, un colegio al que llevar a los niños, unas buenas carreteras…—, las personas ponen otras prioridades por delante y sacrifican esa calidad de vida, esa tranquilidad.
Por eso, hay que aprovechar la oportunidad que la digitalización ofrece para fijar población y cubrir necesidades que antes derivaban en que hubiese ciudadanos de primera y de segunda. Hacerlo, además, con un enfoque específico que tenga en cuenta la especificidad del medio rural es imprescindible.
Cuando miro hacia atrás y recuerdo aquellas peregrinaciones a la ciudad en nuestro R-18 a buscar lo que no había en el pueblo, me doy cuenta de cómo ha cambiado todo en pocos años. Es así, cogiendo perspectiva, como uno entiende la envergadura de esta auténtica revolución digital que puede ser la gran oportunidad para el medio rural.
***Pablo Maderuelo es coordinador de Vivaces, alianza de empresas por el medio rural, y director del pódcast La España Medio Llena.