La IA tiene el potencial de transformar la comunicación en situaciones de crisis, haciéndola más rápida, precisa y personalizada. Con el enfoque adecuado, esta tecnología puede ser una herramienta invaluable para salvar vidas y minimizar el impacto de las emergencias en comunidades de todo el mundo.

Si hoy, con el lodo estancado entre las calles de las localidades afectadas por la DANA, preguntasen a la opinión pública qué ha fallado en este desastre, una de las respuestas sería, sin duda, la información.

Los posibles afectados fueron avisados cuando ya era tarde de la probable tragedia que se cernía sobre ellos. Falló, a la vez, la correcta dinámica de los flujos informativos entre las autoridades competentes en la materia, y también se erró en la comunicación de lo que estaba sucediendo por parte de algunos profesionales de los medios.

¿Qué hubiera pasado si la información hubiera circulado a la hora y en las distintas direcciones que debía? Posiblemente, estaríamos hablando de consecuencias menos dolorosas.

El episodio puede repetirse, va a repetirse, según expertos en clima. La lección está aprendida y nuestro sector, el de la Inteligencia Artificial, tiene mucho que aportar en el contexto actual y en entornos futuros. Su velocidad de adaptación a las necesidades humanas y sus posibilidades, todavía en exploración, para mejorar nuestras vidas, debe y ya se está poniendo al servicio de la emergencia climática.

Una de las principales aplicaciones de la IA en situaciones de emergencia es la capacidad de analizar grandes volúmenes de datos en tiempo real. Desde redes sociales, videos, sensores en el terreno, la IA puede procesar y clasificar la información de diversas fuentes para identificar patrones de riesgo o zonas afectadas con mayor rapidez que los métodos tradicionales. Esta tecnología permite a los equipos de emergencia obtener un panorama inmediato de la situación y priorizar las áreas donde se necesita ayuda urgente.

En este sentido, desde Scalian Spain, hemos desarrollado una plataforma de IA generativa, que, entre otras funcionalidades, es capaz de conectarse a sistemas de videovigilancia públicos para detectar diferentes alertas como accidentes de tráfico, cambios meteorológicos, afluencias de gente en espacios concretos, etc.

Con esta capacidad, esta herramienta tendría el potencial de poder conectarse a servicios de emergencia emitiendo alertas en tiempo real, además de monitorizar áreas y hacer preguntas concretas al instante sobre el estado de una zona a evaluar.

Ahora bien, es fundamental que este tipo de herramientas se usen como complemento a todos los servicios ya existentes, no como sustitución a estos, ya que la precisión de estos sistemas depende intrínsecamente de la calidad de los datos y cualquier error podría generar alarmas innecesarias o subestimar la gravedad de una situación.

En cuanto a los retos éticos de la IA en la gestión de este tipo de eventos, el más importante es la correcta administración de la privacidad de los datos. Estos modelos de IA requieren una cantidad vasta de información personal y ambiental para que pueda ser eficaz.

Por otro lado, la falta de transparencia y complejidad de los algoritmos de la IA puede dificultar que tanto los ciudadanos como las autoridades hagan un uso eficaz de la información que pueda brindar la IA en situaciones críticas.

Estos datos privados pueden ser desde información sensible de las localidades o comunidades autónomas que puedan ser más vulnerables ante este tipo de emergencias a ciertos sectores sociales que por una falta de acceso a la tecnología acaben produciendo en sesgos de información.

Por último, el gran dilema es la gestión de responsabilidades, si tras el desastre producido por la DANA en la Comunidad Valenciana grupos políticos buscan responsabilidades entre sí, si la inteligencia artificial condujese hacia una respuesta equivocada, ¿quién sería el responsable?

Desde el punto de vista del nivel técnico, la IA enfrenta desafíos como la precisión y confiabilidad de los modelos. Estos sistemas deben ser lo suficientemente robustos para operar bajo condiciones adversas y en tiempo real, lo cual requiere infraestructuras y datos de alta calidad.

En conclusión, la inteligencia artificial se perfila como una herramienta con un inmenso potencial para transformar la gestión de crisis, permitiendo que la comunicación sea más rápida, precisa y adaptable a las necesidades de cada situación.

No obstante, su implementación trae consigo desafíos que no pueden pasarse por alto. Desde asegurar la privacidad y calidad de los datos hasta definir con claridad las responsabilidades en caso de fallos, el camino para integrar la IA en el sistema de emergencias exige tanto compromiso ético como precisión técnica.

Si bien la IA está preparada para ser una herramienta de apoyo en la toma de decisiones, debe siempre ser valorada por profesionales que contrasten y validen la información que genera. Con la colaboración entre autoridades, expertos y comunidades, esta tecnología puede convertirse en un pilar fundamental, capaz de asistir de manera efectiva y complementaria en la protección de nuestras comunidades ante futuros desastres inevitables.

***Javier Piqueras, director técnico del Centro de Excelencia de Scalian Spain