Noreena Hertz: "Las redes sociales son como la comida rápida: las consumimos, pero no nos sientan bien"
En 'El siglo de la soledad', la economista e intelectual británica analiza cómo las redes y la tecnología propician el desarraigo y el aislamiento en la sociedad moderna.
30 noviembre, 2021 01:56Recuperar los vínculos humanos en un mundo dividido y explorar esa sensación de sentirse solo frente a viento y marea. Esa es la titánica tarea que la economista, académica y presentadora británica Noreena Hertz (Londres, 1967) se propuso durante la serie de investigaciones que han culminado en El siglo de la soledad (Paidós, 2021).
Su libro, lleno de datos, pero también de experiencias personales y anécdotas, ponen en perspectiva un sentimiento que todos, en algún momento, hemos sentido: la soledad, de la que dice que es "la mayor crisis de salud pública de la que no estamos hablando".
Aprovechamos su visita a España para participar en el foro Telos de Fundación Telefónica y nos reunimos con ella en el céntrico hotel Ritz de Madrid. Hertz nos recibe con una sonrisa y, admite, con "alivio" y "entusiasmo" por la acogida que su última obra está teniendo en todos los rincones del planeta. Algo que, dice, ayuda a "desestigmatizar la soledad" y "conecta a la gente".
Su libro empieza con un ejemplo peculiar de cómo las mujeres mayores japonesas escapan de la soledad.
La historia de las japonesas es conmovedora. En Japón, el grupo demográfico en prisión que más rápidamente está creciendo son las mujeres de más de 65 años. La razón detrás de este fenómeno es que hay tantas personas se sienten tan solas que han empezado a cometer crímenes, como robar en tiendas, para acabar en la cárcel y así poder tener compañía.
El japonés es el caso más extremo, pero describe otros muchos. ¿Cómo hemos llegado a este punto en el que la soledad es la norma en nuestra sociedad?
Hay muchos motivos por los que hemos llegado hasta aquí. Por un lado, hacemos cada vez menos cosas con otras personas: hay más posibilidades de que vivamos solos, pero menos de que vayamos, por ejemplo, a la iglesia. Cada vez nos asociamos menos en sindicatos o comemos menos con nuestras familias. Hacemos muchas menos cosas con las personas que nos rodean que en el pasado.
Además, está la organización social: las ciudades, a pesar de estar llenas de gente, son lugares muy solitarios, donde todo el mundo va corriendo de un lado a otro, nadie conoce tu nombre y casi nadie te mira a los ojos. Cuanto más rica sea la ciudad, más rápido caminan sus ciudadanos. Aunque las comunidades rurales también son solitarias, porque cada vez tienen menos población y mucha gente se siente abandonada e ignorada.
Por último, la tecnología también juega un papel muy importante en la crisis de la soledad actual.
"Las ciudades, a pesar de estar llenas de gente, son lugares muy solitarios"
¿A quién afecta esta crisis de la soledad?
Es importante saber que la soledad no sólo afecta a las personas mayores. De hecho, los jóvenes son la generación más solitaria. En España, según una encuesta reciente, cuatro de cada cinco personas de entre 18 y 25 años dicen sentirse solos. Y eso era antes de la pandemia. Los motivos de la soledad de los jóvenes se encuentra en las redes sociales y la tecnología. Desde 2011, vemos cómo ha aumentado de manera masiva el sentimiento de soledad entre los jóvenes, a la vez que las redes se van extendiendo y vemos este progreso del aumento de la soledad unido al uso de las redes.
¿Cuándo empieza este "siglo de la soledad"?
uno de los mayores motivos por el que hoy en día nos encontramos en esta situación es esa mentalidad extremadamente individualista que empezó a calar en la década de los 80 del siglo pasado, cuando empezamos a ser cada vez más egoístas y centrados en el yo.
Lo vemos incluso en las canciones pop: pasamos de letras que recalcaban el nosotros y lo nuestro a la llegada, en la década de 1980, del yo, mi, conmigo. Como sociedad, dejamos de valorar cualidades como preocuparnos por los otros, la bondad o la colaboración. Por supuesto, un mundo en el que se infravalora el sentido de comunidad, sin duda, va a ser mucho más solitario.
"Un mundo en el que se infravalora el sentido de comunidad es mucho más solitario"
Cuatro de cada cinco jóvenes españoles se sienten solos. ¿Cómo afectará la soledad a su futuro?
No lo sabemos, pero vemos tendencias que sugieren que la soledad no hará más que aumentar. No sólo los jóvenes se sienten solos por, como descubrí en mi investigación, estar tantas horas delante de una pantalla, vivimos también una crisis de jóvenes incapaces de conectar con otros en persona.
Lo he visto con mis estudiantes, y fue uno de los motivos que me hizo querer investigar la soledad: cuando tenían que hacer trabajos en grupo, la mayoría de ellos reconocían que les resultaba complicado interactuar en persona. Hasta el punto de que una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos está llevando a cabo clases sobre cómo leer una cara en persona para los estudiantes.
En la investigación para mi libro también descubrí que los profesores de preescolar se encuentran con niños de 5 años que carecen de las habilidades comunicativas más básicas porque sus padres pasan horas interactuando con el móvil.
Una manifestación de que los jóvenes se sientan solos hoy es que cada vez es más complicado para ellos interactuar en persona, y eso sugiere que, a no ser que se desarrollen las habilidades necesarias, si realmente vamos hacia una sociedad que pasa más horas en el mundo virtual en vez de en el real, inevitablemente el mundo será más solitario.
Habla de las redes sociales como ese elemento que nos conecta y, a la vez, nos desconecta del mundo. ¿Qué papel juegan en este siglo de la soledad?
Las interacciones en redes sociales son el equivalente a la comida rápida de las conversaciones: podemos consumir mucho, pero no por ello sentirnos bien. La calidad de las interacciones en redes inevitablemente será menos significativa que la de aquellas cara a cara.
Pero hay algo aún más preocupante: es muy sencillo sentir que todo el mundo es más popular que tú. Haces scroll en tu feed y todo el mundo parece que tiene más amigos y que se lo pasan mejor que tú. Y para los adolescentes esto es peligroso: en el libro hablo con chicos y chicas de 15 o 16 años que dicen sentirse invisibles o excluidos cada vez que sus posts no tienen la acogida que esperan. Sin duda, las redes sociales tienen la capacidad de hacernos sentir excluidos.
Las redes son también el hogar de una cantidad de bullying y acoso increíble, especialmente entre los jóvenes: un tercio de las mujeres británicas de entre 18 y 24 años han experimentad abuso en Facebook, por ejemplo. Y el 65% de los estudiantes británicos han sufrido ciberbullying. Por tanto, un mundo tan hostil, ya sea porque sufras el acoso o seas testigo de él, es uno mucho más solitario también.
"Un trabajador que se siente solo es menos productivo, está más desmotivado y tiene más posibilidades de irse de la empresa"
¿Cómo frenar estas situaciones abusivas que se producen en las redes?
Las compañías propietarias de las redes sociales necesitan ser reguladas y controladas. Les hemos dado tiempo de sobra para organizarse y, claramente, no tienen intención de hacerlo. Por eso es el momento de que los Gobiernos tomen la iniciativa. Es el único tema en el que tanto la derecha como la izquierda, da igual el país, están unidas. En Estados Unidos, es lo único que une a demócratas y republicanos. En Reino Unido, los conservadores y los laboristas están ya intentando poner fin a un entorno creado por una industria que está afectándonos a todos. No podemos dejar que el mercado se regule a sí mismo en este aspecto.
Entonces ¿la regulación es la única solución contra los discursos del odio?
En Reino Unido hay una ley de seguridad online que ahora mismo se está debatiendo en el Parlamento de la que aún no hay un borrador final, pero parece que multará con sumas cuantiosas a toda empresa dueña de redes sociales que cause daño psicológico a sus usuarios. Además, se quiere que los directivos de las empresas sean responsables personales y directos por lo que ocurra en las redes. Eso, sin duda, marcará la diferencia.
Eso sí, no creo que los Gobiernos tengan todas las respuestas. Nosotros, como individuos, tenemos que jugar bien nuestras cartas: podemos intentar ser más amables en las redes, usarlas menos –yo, personalmente, hago un sabbat digital: me desconecto un día a la semana de todas las redes–, etc.
"Las redes sociales necesitan control; no podemos dejar que el mercado se regule a sí mismo en esto"
Sin embargo, al final del día, las redes sociales están diseñadas como una máquina tragaperras de un casino, para que creen adicción. Están pensadas para generar en nosotros emociones extremas, porque cuanto más enfadados y llenos de odio estemos, más posibilidades hay de que nos quedemos en la plataforma y que ganen más dinero. El sistema en sí está roto, y los Gobiernos tienen que hacer algo para arreglarlo.
¿Podemos darle la vuelta a las redes para ayudar a crear comunidad en vez de fomentar el individualismo?
Me entusiasman las posibilidades que tiene la tecnología para ayudar a crear comunidades y conexiones. Hay muchas startups y compañías que trabajan en ello, desde empresas inmobiliarias que conectan a los residentes de bloques de apartamentos para que conozcan a sus vecinos hasta gente que ha puesto en marcha iniciativas para que compañeros de trabajo con las mismas aficiones puedan conectar.
La tecnología tiene muchas posibilidades para ofrecer soluciones para paliar la crisis de soledad que vivimos, pero no creo que las redes sociales que existen ahora mismo tengan la intención de hacerlo.
En el libro habla también de las posibilidades de la economía de la soledad.
Hay una oportunidad de negocio enorme en la economía de la soledad. Como investigación para el libro probé algunas de sus opciones más extremas. Por ejemplo, alquilé una amiga en Nueva York, Britney, una mujer de 24 años con la que pasé varias horas y con la que me lo pasé genial: tomamos té, fuimos a una librería, a una tienda de ropa… y al final le pagué 120 dólares –cobra 40 euros la hora–. Hay 600.000 amigos que puedes alquilar en la web donde la alquilé.
Pero hay versiones menos extremas de la economía de la soledad: los edificios de cohousing, los espacios de coworking, los festivales de música, etc. Creo que los negocios que puedan ofrecer conexiones y comunidad funcionarán muy bien, especialmente ahora que empezamos a salir de la pandemia y teniendo en cuenta cuánta gente hoy se siente sola y aislada. La economía de la soledad es el mejor lugar donde poner el dinero.
Pero también desarrolla una tesis interesante: la soledad está provocando crisis políticas y económicas.
La soledad es un problema para la economía por dos razones. La primera, porque la soledad es terrible para la salud, tanto física como mental. Es incluso peor que la obesidad o el alcoholismo, y tan mala como fumar 15 cigarrillos todos los días. Por tanto, pone una carga extra en nuestro sistema de salud que repercute en la economía.
La segunda es que la soledad es mala para los negocios: las organizaciones no suelen reflexionar sobre esto, pero el 40% de los trabajadores en oficinas se sentían solos ya incluso antes de la pandemia. Y un trabajador que se siente solo es menos productivo, está más desmotivado y tiene más posibilidades de irse de la empresa. Si no tienes un amigo en el trabajo, tiene siete veces menos posibilidades de sentirte comprometido.
"La derecha más extrema se han dado cuenta de que la gente necesita recuperar el sentido de pertenencia, aunque sea excluyente"
La soledad es mala para la economía en ese sentido, aunque es también una oportunidad para las compañías innovadoras que ofrezcan productos y servicios que alivien la soledad, y también para las empresas que prioricen crear comunidad entre sus empleados.
¿Y qué me dice de la crisis política?
Con mi investigación quise profundizar en los motivos por los que la gente vota, en todo el mundo, a partidos populistas, ya estemos hablando de Donald Trump en Estados Unidos, Matteo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia o Vox en España. Entrevisté a sus votantes y algo que quedó patente fue que se trataba de gente que se sentía sola en el sentido de tener menos amigos o redes de apoyo, pero también en el sentido de sentirse desconectada no solo de amigos y familia sino del Gobierno, del Estado, de los políticos y de otros ciudadanos.
Muchas de estas personas están creando comunidad con otras que forman parte de estos partidos populistas que han demostrado ser mejores que otros en crear una sensación de comunidad o un teatro comunitario. Ya sean los mítines de Trump, en los que todos cantaban las mismas canciones y vestían las mismas camisetas, o las reuniones mensuales que Vox organiza para los jóvenes.
Los partidos de la derecha más extrema se han dado cuenta de que la gente necesita recuperar ese sentido de pertenencia. Eso sí, crean comunidades excluyentes. Porque la gente solitaria tiende a ver el mundo como un lugar hostil y amenazador. Y estos partidos políticos explotan esa faceta, dibujando un mundo más hostil para sus votantes.
La soledad también tiene consecuencias físicas. Pero, como sociedad, ¿somos conscientes de ello?
La soledad es la mayor crisis de salud pública de la que no estamos hablando. Si hubiese otra enfermedad de la que supiésemos que es tan mala como fumar 15 cigarrillos al día, que aumenta las posibilidades de que tengas un ataque al corazón o una apoplegía en un 30%, o demencia en un 64%, los Gobiernos estarían gastando mucho más en la lucha contra ella.
"Los votantes de Trump, Le Pen o Vox se sienten solos y desconectados de la sociedad"
Lo bueno es que algunos están empezando a despertar. Estamos viendo reacciones en Reino Unido, Japón, Países Bajos, Noruega… y estamos viendo a políticos hablando de la soledad como nunca antes. Pero queda mucho por hacer.
¿Ha cambiado con la pandemia la manera en que sentimos la soledad?
Durante la covid-19, la soledad se ha incrementado en todo el mundo en todos los segmentos de la población, y especialmente entre los jóvenes –que se sienten más solos que antes–, las mujeres y las personas desempleadas. Como ahora se habla de que en la mayoría de los países más de la mitad de la población se ha sentido sola durante la pandemia, hablamos más de la soledad en general, que está dejando de estar tan estigmatizada.
Nos empezamos a dar cuenta de que no estamos solos cuando nos sentimos solos. Y, además, que es un problema que tenemos que solucionar por el bien de nuestra salud, nuestra riqueza y nuestra democracia.
La salud mental también se ve afectada por la soledad.
La soledad está en el corazón de los problemas de salud mental, que también solían ser un gran tabú. Eso ha cambiado radicalmente, especialmente porque los jóvenes están más dispuestos a hablar sobre salud mental. En Reino Unido tenemos incluso a líderes empresariales hablando en público sobre este tema. La soledad es el próximo problema de salud mental del que la gente está empezando ya hablar.
"La tecnología tiene potencial para paliar la crisis de soledad, pero las redes sociales no tienen la intención de hacerlo"
¿Es la soledad inevitable en la sociedad moderna?
Para nada, podemos evitarla. Pero primero es importante distinguir entre escoger estar solo, que es un acto positivo, y anhelar una conexión que no llega. Y podemos hacer muchas cosas para evitar esta última. Los Gobiernos pueden regular las redes sociales o financiar las infraestructuras comunitarias que desde 2008 han ido desapareciendo, como bibliotecas, asociaciones de jóvenes o ancianos, centros de día para ancianos, guarderías… La gente necesita espacios físicos en los que poder hacer cosas y estar juntos para no sentirse solos.
También hay muchas cosas que pueden hacer las empresas, sobre todo cuando empiecen a reconocer que la soledad es mala para la actividad económica. Por ejemplo, espacios comunes en las oficinas para comer juntos, algo que hace que los trabajadores sean más productivos. O valorar de manera explícita la amabilidad, la bondad y la cooperación en el lugar de trabajo.
Y cómo invidiuos, ¿podemos evitar la soledad?
Como individuos también hay muchas cosas que podemos hacer. Por ejemplo, desconectar de nuestros aparatos electrónicos, pasar tiempo con amigos y familia sin el teléfono en la mano, o apoyar las tiendas y los negocios locales, que juegan un papel fundamental en mantener y nutrir las redes comunitarias.
Además, párate a pensar si hay alguien en tu entorno directo que pueda sentirse solo y mándale un mensaje, o llámale por teléfono, o queda con esa persona. Demostrarle a la gente que te importa que puede contar contigo tiene un gran impacto en cómo se siente.