Esta conversación comienza con el recuerdo de otra conversación. Una conversación un poco incómoda, un sábado por la mañana, después del desayuno. Lorenzo Quinn ha terminado su café y está charlando con su hijo pequeño sobre el colegio. “Se llama como mi padre, Anthony”, explica “y es muy inteligente”.
Lo mejor de los Quinn, explican los que han conocido más a esta saga, es que tienen opiniones muy propias. El pequeño Anthony le dice a su padre algo que le hace reflexionar: tanta negatividad sobre el mundo, todo el tiempo, pueden que empiece a hacer a los jóvenes insensibles a los temas importantes de la Agenda 2030, como el cambio climático y la tolerancia.
Lorenzo Quinn se queda contrariado. “Yo le pregunté: 'Entonces... ¿cómo convencerías a vuestra generación, que va a liderar el futuro, de la importancia de estos temas? Y mi hijo me respondió: ‘Pues no lo sé, papá, pero como lo estáis haciendo, no’”.
Pero empecemos el relato un poco más atrás, precisamente cuando Lorenzo Quinn (Roma, 1966) era un niño y él preguntaba a su padre quién era Dalí en su casa en el barrio de Bel Air, una mansión a la que venían de visita artistas como Cher o Kirk Douglas.
“Mis primeros recuerdos artísticos son en casa de mis padres, claro, porque además eran amantes del arte y coleccionistas”. En concreto, recuerda que en esa casa “jugábamos a un juego de cartas en la mesa, era de cuadros famosos de artistas y había que reconocer el autor. Ahí comenzó mi fascinación con Dalí. Llegué a enamorarme de su creatividad e imaginación y empecé a dibujar en ese estilo surrealista”.
Con los años, en su época como actor, hizo del artista en la gran pantalla. “Cuando lo interpreté en la película, durante tres meses me puse en la piel de Salvador Dalí y me di cuenta de que no era yo, porque Dalí es un personaje único e irrepetible y cualquier intento de seguirle sería una mala copia. Tenía que encontrar mi propia dirección, así que me orienté a una obra más simbólica y a fijarme más en el tema de la pieza y el mensaje”.
"Yo esculpo lo que siento. No tuve que venderme al mundo del arte para vender"
Cuando era más joven, realmente no estaba decidido “si quería ser cantante, actor, o trabajar como artista”, y fue realmente “mi mujer (Giovanna Cicutto) la que me dirigió al arte plástico”. Con ella tiene tres hijos e incide en que “cuando eres joven te atraen cosas que no son las más importantes de la vida. Con el tiempo agradezco lo importante que ha sido ella para mí, una gran fuerza en mi vida, que ha sabido ayudarme muy bien y lleva a mi lado desde el 1986, cuando nos conocimos”, explica.
El éxito en formato NFT
Se dice que, de las diez grandes fortunas del mundo, siete contienen alguno de sus trabajos. Sus esculturas gigantes recubren el planeta –estos días veíamos sus manos a los pies de las pirámides de Guiza- y están siempre presentes en la Bienal de Venecia, donde miles de personas las fotografían. Sin embargo, su forma de explicar su trabajo es muy seductora porque es modesta y sincera. “Yo esculpo lo que siento. No tuve que venderme al mundo del arte para vender. Quería hacer esculturas que unieran a las personas a través del mensaje de la humanidad y del amor. Hoy necesitamos más que nunca compartir y divulgar. Yo siempre he buscado en mi obra la universalidad”.
Hace unos días Quinn reflexionaba en un post de Instagram sobre el éxito, y en su opinión, después de conocer de cerca a muchas personas que lo han tenido, “el éxito es la libertad de hacer lo que te guste. El dinero, la riqueza, lo material… eso no da a uno el sentimiento del éxito: me preocupa que en los años cincuenta los niños decían que querían ser doctor o bombero y ahora te dicen famoso. El famoso entra en la discoteca y en el restaurante gratis, pero para el resto de las cosas, para todas las que importan, ser famoso es negativo”, dictamina Lorenzo Quinn.
¿Por qué llegó a las manos como símbolo?
Porque todos tenemos manos, es la primera cosa que aprendes cuando llegas al mundo. Son mi utensilio de trabajo y el pulgar es lo que diferencia a los humanos de sus ancestros, eso ha hecho incluso que nuestro cerebro haya evolucionado, así hemos construido los utensilios y las civilizaciones en las que vivimos.
¿Y por qué los diferentes gestos de esas manos?
El lenguaje de los gestos es en gran parte universal. Todo el mundo entiende lo que es rezar, pedir ayuda, la mano levantada como señal de stop… hay muchísimos mensajes de comunicación inmediata.
¿Entonces el arte que hace se dirige a todo tipo de personas?
No hago arte para los críticos, hago arte para la gente. Me he movido, no por la dirección convencional del mundo del arte, que es un mundo un poco elitista, yo he intentado moverme en otras direcciones. Y esto en parte bueno y en otra parte malo, porque un artista tiene que estar en el mundo del arte, pero a mí me ha preocupado poco. Me ha preocupado más lo que yo estaba haciendo y no prostituirme. Y mandar un mensaje.
"Yo quería hacer un NFT y he decidido que el primero sea para llamar la atención hacia lo que está ocurriendo en Ucrania"
¿Cómo describiría su momento actual?
Pues lo estoy pasando mal, no es que sea San Francisco, pero soy una persona sensible como muchos. Ver a niños sufrir, a tanta gente sufriendo… hace que quieras ayudar de alguna forma. Yo quería hacer un NFT y he decidido que el primero sea para llamar la atención hacia lo que está ocurriendo en Ucrania y recaudar fondos para ayuda humanitaria a través de tres organizaciones: no creo en la violencia, ni en las armas y es absurdo que en el tercer milenio tengamos aún que resolver nuestras cosas así.
¿Nos falta perspectiva como sociedad?
Si lo miras desde fuera… imagínate que vas a la luna y miras hacia la Tierra, la puedes poner toda en la distancia entre el pulgar y el índice. Es una pequeña bola en mitad del infinito espacio y todo lo que ha pasado en esta civilización, todo, pasó en esta ridícula bola en la que viajamos a alta velocidad. Es una ridiculez estar aquí matándonos, porque no existe otro lugar.
Evidentemente esta nueva obra suya es un manifiesto en contra de la guerra…
Hay quiénes buscan sus explicaciones pero nunca, nunca puede ser justificado un conflicto bélico ni una agresión. Este NFT que se llama Support Ucraine porque proviene de una gran escultura que yo había creado para Venecia, unas manos que salían de las aguas del Gran Canal y sujetaban el edificio para llamar la atención del cambio climático. Nunca se han usado estas manos de forma comercial. Ahora, con el lema Stop the war, estas manos sujetan un edificio en ruinas después de un bombardeo y hay partículas que van reconstruyendo, cada una como un granito de arena, 1000 granitos que van reconstruyendo en apoyo a Ucrania.
¿Cómo se articula la edición NFT y cuánto cuesta participar?
Un NFT es un Non Fungible Token, literalmente: se trata de algo no replicable, único, un contrato digital, un certificado digital inscrito en blockchain, único e irrepetible de propiedad. Se trata de una edición de 1000. Hemos calculado 500 libras por aportación, ojalá se complete, sería medio millón de libras esterlinas que irían todas a obra humanitaria.
El compromiso social
La conversación con su hijo le “sorprendió y me resultó muy interesante”. Quinn, Lorenzo, el segundo de los tres Quinn de los que trata este reportaje, piensa que “el arte que yo quiero hacer va más allá, no es un objeto decorativo”, tiene que comunicar y expresar más pero quizá debe hacerlo siendo sincera y seductora.
Intenta con toda su fuerza, continúa, “seguir siendo coherente y hablar de temas universales”. A partir de la conversación con su hijo, está más en línea con la idea de “el vaso lleno". Y pregunta: "¿Tú sabes que el vaso nunca está vacío, siempre está lleno? De aire y de moléculas. Aunque no haya agua, en un vaso hay otras cosas, basta con mirar bien”.
"Hay a quien sólo le afecta la nevera, cuando le faltan productos"
En su opinión, y se considera admirador, por ejemplo, “del trabajo de Jaume Plensa”, hay muchos artistas que hacen obras admirables l“para intentar despertar el interés. Es increíble que haya gente que no sabe o que crea que no les va a afectar a ellos. Estoy haciendo ahora una obra, es un barco que se está hundiendo. En la proa están sacando el agua y en la popa están sentados tomando un té”.
“Mucha gente”, añade Quinn, “ve los problemas a lo lejos… si está pasando allá, pero ¿tú dónde vives? ¿Si se hunde Bangladesh crees que no te va a afectar eso? Hay a quien sólo le afecta la nevera, cuando le faltan productos, entonces se dan cuenta de que no entienden nada”.
“Yo no soy nadie, no tengo aspiraciones políticas, es la cosa más difícil y absurda a veces, pero sí creo que una imagen vale mil palabras y a través de una imagen de parte de un artista, si es desde el corazón se puede llegar al corazón de los demás de una forma más directa”.
Para sensibilizar, “podemos crear imágenes de fuerte impacto que hagan pensar a la gente, ya sabemos que una ducha no debe ser de diez minutos, porque dos o tres son suficientes”. Pero estos mensajes deben estar balanceados con ideas positivas, porque el mundo es un lugar “increíble, que merece la pena ser cuidado”.
En la época griega, afirma Lorenzo Quinn, existía una asignatura llamada “empatía". Era una materia "que duraba un curso entero y la aprobabas o no. ¿No te parece increíble?", pregunta. "En mi tiempo teníamos la asignatura de religión. Yo creo en Dios pero no practico. Lamentablemente, muchos jóvenes y mayores están hoy un poco perdidos”.
El artista describe numerosas formas de evasión más que de compromiso, y ahí encuentra dos: el hedonismo para los mayores y el metaverso para los más jóvenes, donde las realidades se adaptan perfectamente a uno mismo, sin importar los demás. “Quizá por eso se escapan al metaverso y crean ahí su realidad virtual, en mundo controlable. Están en el mar de Bali, pero no tienen que preocuparse de los peces, ni de la barrera de coral, porque ellos en realidad no se la han cargado”. Sin embargo, hace falta no dejar de intentarlo. Quizá esa sea un buen resumen de la labor de los poetas y de los escultores: no olvidarse de lo que sienten los niños.