"En una sociedad en la que parece que nos han robado el espacio –porque estamos todos conectados en el ciberespacio digital–, el tiempo –nunca lo hay para nada–, y la voz, donde muchos no tienen historia, y donde se nos ha robado la agencia en el sentido de la política, porque el ser humano, el ciudadano, es un consumidor, me gustaría que el Reina Sofía fuese un museo donde la gente pudiese recuperar todo lo perdido".
Con estas palabras, el director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Manuel Borja-Villel (Burriana, 1957), explica el futuro que imagina para la institución que dirige desde 2008. Porque, para él, en ese 2030 que es la fecha límite que Naciones Unidas marca para que los países actúen para frenar la crisis climática, el museo debería ser "un lugar para entender el mundo a través de la producción de conocimiento, de obras de arte, de discursos".
Pero antes de viajar al futuro es importante entender el presente y el pasado, algo que lugares de encuentro como el Reina Sofía llevan por bandera no sólo con sus exposiciones, sino también con todo el tejido creativo y cultural que crean en sus alrededores.
Ahora, tras el parón forzado por la pandemia del coronavirus, los museos están volviendo a recuperar una cierta normalidad, si bien Borja-Villel recuerda que "la normalidad de antes de la pandemia era el problema".
"La forma eurocéntrica, occidental y neoliberal de entender el arte se ha agotado"
Pregunta: Tal vez suene horrible, pero la experiencia de visitar un museo prácticamente vacío ha sido una experiencia única para disfrutar del arte de una manera más íntima.
Respuesta: No suena horrible, todo lo contrario. Eso no quiere decir que no quiero que venga nadie a los museos, pero es que antes de los confinamientos nos ya nos cuestionábamos una serie de problema, pero no sólo en el Reina –relacionados con la afluencia masiva de dente–, sino como sociedad –la gran desigualdad, la crisis ecológica, etc.–, y de todos ellos el museo forma parte
Para el director del Museo Reina Sofía, existen desde hace décadas una serie de elementos en "el sistema del mundo del arte que tienen que ver con un individualismo competitivo exacerbado". Reconoce que antes de la llevada de la covid-19 "parecía que las exposiciones competían para ver quién tenía más visitantes, quién exponía este artista, quién hacía lo otro…".
Sin embargo, Boja-Villel reivindica la colectividad del conocimiento: "Uno no aprende solo, sino con los demás". Y lo explica: "El que las instituciones que producen conocimiento, como los museos, funcionen desde un punto de vista individualista, economicista y extractivo era un problema que tenía mucho que ver con que el sistema buscaba la afluencia masiva de visitantes, es decir, que el visitante entre, no esté mucho tiempo y vuelva a entrar otro".
Por suerte, asegura, "con la pandemia, hemos reconocido la importancia de poder no tanto visitar, sino habitar el museo". Es decir, que la experiencia, la inmersión artística, sea otra, "donde uno recupere el tiempo, que no sea de consumo, donde se pueda venir y tener otro tipo de experiencia y de relación con el arte", matiza.
"Al desaparecer el público se vio un contraste entre un tipo de experiencia masificada, que ya básicamente no daba nada o poco, a una donde realmente puedes recorrer, visitar, estar con alguien y compartir, que además tiene que ver con con la hospitalidad, con el recibir al otro como diferente, no como igual", explica. Y, como no podía ser de otra manera, esa experiencia única que ya buscaba el director del Reina Sofía ante la pandemia es el reto del futuro del museo.
Pregunta: ¿Tranformará la pandemia entonces nuestra realción con el arte?
Respuesta: La pandemia en sí, lo único que ha hecho es que hemos distribuir virus y generar enfermos. Pero también nos ha hecho ver claramente que había un sistema que no funcionaba. Porque, por un lado, es un sistema extractivista, donde hay un tipo de cultura absorbida por las industrias del turismo, donde básicamente los turistas venían y visitaban los museos. Eso no quiere decir que la gente no venga, que no viaje. No, lo que quiere decir es que no sea extractivo, sino que sea más respetuoso. Es una cosa que me gustaría creer que sí hemos aprendido.
P.: ¿Hemos aprendido algo más?
R.: Tal vez entender que ese modelo que no funcionaba tiene que sustituirse por otro donde la solidaridad, el compartir y lo común sean centrales, cosa que no existía antes. Y eso sí que quiero creer –y es mi experiencia con mis colegas– que sí que hay una mayor solidaridad entre todos nosotros: se comparten muchas más cosas, uno tiene más empatía con lo que está ocurriendo en otros lugares.
Pero no sólo eso. Borja-Villel también reivindica, como aprendizaje de los últimos dos años, el "entender que la Tierra, el lugar donde vivimos, no es una tabula rasa donde puedes hacer lo que quieras, sino que este elemento de empatía, de relación de nuestro activismo, tiene que estar también dirigido hacia las otras especies y aquello que nos rodea".
Esta idea, asegura, "nos lleva también a entender que la forma eurocéntrica, occidental y neoliberal de hacer y entender el arte –y todo– se ha agotado y necesita una especie de limpieza mental, necesita descolonizarse a sí misma, porque sabemos que hay otras culturas y otras formas de relacionarse con el mundo que no necesariamente son extractivas, ni individualistas y que tienen muy en cuenta el entorno en el cual se vive".
Para el director del Reina Sofía es posible e indispensable "repensar" los museos y el arte en general para acercarlos a esas "formas descoloniales, más feministas y menos extractivista" de entender el mundo.
Porque, como recuerda, la cultura, por definición, implica autocrítica, y "la autocrítica implica el entender que hay otros". Y añade: "Ese entender que hay otros significa que son, como mínimo, iguales a ti y que con ellos se aprende, porque se aprende juntos"
Las olvidadas del arte
Y en ese "juntos" que menciona Borja-Villel están ellas, las que durante demasiado tiempo estuvieron fuera de los circuitos artísticos y que, ahora, se empiezan a hacer un hueco en esos museos que parecían los reinos los grandes nombres (masculinos) del arte.
Pregunta: ¿Llega muy tarde el reconocimiento de las artistas, de nombres como Maruja Mallo, Germaine Dulac, Dora Maar, Sonia Delaunay o Ángeles Santos?
Respuesta: El reconocimiento a las mujeres y a otras razas siempre llega tarde. El hecho de que ahora, por ejemplo, las artes afroamericanas o africanas no es que se estén reconociendo es que te preguntas cómo es que no habían sido reconocidas antes. Por supuesto que llega tarde; desde el día 1 en que alguien fue esclavizado, ya llegaba tarde cualquier reconocimiento. Y cuando llevamos más de 500 años en un sistema en donde durante algunos siglos a las mujeres se las quemaba por brujas, donde se discriminaba por raza, por género… en fin, por supuesto que llega tarde.
"El reconocimiento a las mujeres y a otras razas siempre llega tarde"
Hoy, las mujeres sí que están ahí, representadas en los movimientos artísticos contemporáneos. Pero Borja-Villel reconoce que sigue siendo complicado encontrarlas en "la parte más antigua". Y es que, recuerdam "la historia la han construido los vencedores, y han silenciado otras voces e historias, entre ellas las de las mujeres. Porque en muchos momentos parece que no había mujeres artistas".
Pero ellas sí estaban. A pesar de que en las listas de los más famososo sólo haya nombres de hombre.
Pregunta: ¿Qué estaban haciendo las mujeres que no las encontramos en la historia del arte?
Respuesta: El que haya una práctica o dimensión artística está en todas las culturas y en todas las personas. Posiblemente las mujeres, en lugar de hacer estos grandes lienzos de esta generación de artistas del expresionismo abstracto, por ejemplo, hacian cuentos para niños, o tejían o hacían otras cosas que no estaban en el sistema del arte en esos momentos. Pero existía. Y ahí es donde el feminismo aporta mucho y ahí es donde sí que el feminismo tiene que ver con la ecología, con la sostenibilidad.
P.: ¿Qué relación hay ahí entre feminismo y ecología?
R.: Muchos hablan de ecofeminismo, porque el feminismo no sólo es una cuestión de cuotas, sino que es cuestión de cambiar la mirada, de entender que es tan arte el hacer un tejido que un lienzo de 20 metros. Y ese hacernos pensar de otro modo es en lo que consiste el feminismo. Y también conlleva que el pensamiento cultural más democrático tenga que tener en cuenta, por supuesto, los aspectos racializados de nuestra cultura y la ecología. Y en este sentido, el feminismo implica la ecología y a las otras razas. El hecho de que el feminismo sea tan importante en el arte o en la cultura desde los años 60 hasta ahora tiene que ver con un cambiono sólo de sillones, sino del hecho de que igual no tiene que haber sillones.
P.: Ese hacernos pensar de otra, esa otra manera de entender el arte, ¿tienen cabida en los museos de hoy en día?
R.: Debería tener cabida porque a veces todavía se piensa en la misión del museo como disciplinas, elementos rígidos, y cualquier cosa que está fuera parece que no tenga cabida. A nosotros nos criticaron cuando hicimos una sala del 15M, pero es que está en un museo que tiene el GerniKa y el Pabellón de la República. Lo raro no es que pongamos un espacio dedicado al 15M, sino que no lo hubiéramos puesto. Sin embargo, se nos acusa diciendo que esto no tiene nada que ver con lo artístico. Y ahí es donde sí que es importante que los museos y las universidades, es decir, los lugares donde se produce y conserva el conocimiento, sean lugares que cuestionen sus propias categorías, que son una construcción.
Borja-Villel se pregunta, al otro lado del teléfono, "por qué el arte tiene que ser una pintura y no un cuento o una acción o un sentarse en la calle". Por eso, para él, es fundamental "estar abierto a otras formas de entender la producción de conocimiento".
Para ilustrarlo, pone un ejemplo esclarecedor: "Si ahora el Reina Sofía –o cualquier museo– hiciese una acción para proteger un río o un ecosistema podría resultar raro, porque parece que no está en la misión de la institución. Y efectivamente, posiblemente no está en la definición de la misión específica del museo, pero ahí es donde las instituciones de producción de conocimiento tienen que replantear continuamente cuáles son sus fines, en qué consiste esta práctica y eso es lo que hace espacios que son más democráticos, más abiertos".
Y añade: "Ahí es donde pueden tener cabida en un museo prácticas que tienen que ver con la ecología o con otras formas de entender el mundo". Porque, no en balde, en algunas lenguas indígenas como las mayas, concluye, no hay un término para la palabra arte, sino que "la práctica artística se relaciona con la ecología o con una historia personal". Y es que, a fin de cuentas, el arte puede ser prácticamente cualquier cosa.
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