Cristina Arana nació en Paraguay y emigró a España a los 18 años. El cambio supuso un enorme choque cultural: todo lo que había conocido en su tierra natal poco o nada tenía que ver con lo que encontró en España. Quizás lo que más le sorprendió fue la actitud de los europeos. Hoy, a los 37, Arana es una prometedora cineasta que mira al futuro con esperanza. Acaba de estrenar el cortometraje Y (Agua en guaraní), ganador del premio a mejor cortometraje en el Aqua Film Festival de Italia, y su proyecto se presentará tanto en el Festival Internacional de Cine de Alicante como en el de Buenos Aires.
La cineasta confiesa que Y (Agua en guaraní) tiene bastante de autobiográfico. De hecho, rodar este corto fue una forma de rendir homenaje a su familia, que no quiere abandonar Asunción. "Esta es una película bastante personal", explica Arana a ENCLAVE ODS. "Me inspiré en mi padre. Cuando iba a visitarlo, yo me levantaba temprano para tomar mate con él. Eran las 5:00 de la mañana y no había agua. ¡La habían cortado el día antes a las 17:00 de la tarde!". Esta y otras situaciones, además de su figura paterna, "una persona que sufre todos los días la falta de agua, el abuso de la autoridad, la soledad y el sufrimiento", fueron el germen del proyecto.
Cristina Arana evoca las penurias que le llevaron a trasladar la precariedad paraguaya a la gran pantalla. "Debes estar todo el día pendiente de tener la jarra y los bidones llenos", recuerda sobre sus constantes viajes a la capital. "Estaba obsesionada con el tema del agua. Además, todos estos problemas de suministro ocurren en Asunción, la capital, y eso me tocó mucho. Paraguay es un país muy rico en naturaleza, ganadería y agricultura y tiene el tercer acuífero más grande del mundo". A pesar de eso, muchos de sus ciudadanos sufren cortes de agua masivos.
De hecho, la cineasta recuerda que la última vez que viajó para ver a su familia y amigos tuvo que bañarse en el jardín de su casa porque el agua no le llegaba a la ducha del baño. "Tuve que irme al grifo de abajo, al jardín, para enjabonarme y lavarme con la manguera. Esto en España es impensable. ¡Y se trata de algo vital! ¡Necesitas el agua en la vida, para todo!".
¿Es por falta de infraestructura o por la corrupción de las instituciones? Cristina Arana lo tiene claro: "Por la corrupción bestial que hay allí. Paraguay sufrió una dictadura y, al derrocarla, la sociedad se quedó encapsulada en el tiempo. Desde ese momento todo sigue igual: la carretera es pésima, al igual que la infraestructura y todo lo que tenga que ver con el agua o la luz. Además, Paraguay también tiene la hidroeléctrica más grande del mundo". A pesar de ello, las cosas no funcionan bien.
"Todo es bastante contradictorio", considera la cineasta. "Tienes todos los elementos para que tu país sea maravilloso y no padezca necesidades, pero el resultado es justo todo lo contrario. A mí esto me llamó muchísimo la atención. Por eso quise hacer este cortometraje, Y [lo pronuncia perfectamente, como un sonido gutural], que significa agua en guaraní. Es el segundo idioma oficial de Paraguay".
¿Por qué dice que la sociedad paraguaya se quedó suspendida en el tiempo?
Por todo, pero especialmente por la educación. No hay. La gente se acaba acostumbrando a vivir de esta manera. Le preguntaba a mis amigos y familiares sobre el tema del agua y ellos contestaban: 'Así es en Paraguay'. ¿Pero cómo que así es en Paraguay? Somos animales de costumbres y nos acabamos acostumbrando a todo. Si no viajas, si no sales, si no ves, si no estudias, vas a acabar aguantando estas cosas. Y no es lo normal.
El agua es el tema esencial del corto. Paraguay tiene el tercer acuífero más grande del mundo. ¿Por qué hay escasez de agua entonces?
Corrupción política. Hay un negocio detrás. Tú pagas mes a mes por el agua y por la electricidad y a pesar de todo te la cortan... y después ni siquiera te lo descuentan. Es muy misterioso, porque allí tenemos mucha cantidad de agua. Hay empresas que vienen de fuera a producir agua mineral embotellada para venderla. Se supone que la gente de allí debería tener mucho agua, pero vienen de fuera, extraen el agua y dejan sin recursos a los vecinos. Allí, quienes suben al poder, llegan con muy buenas ideas, pero al final se queda en lo mismo de siempre: buenas intenciones. Hacen su negocio, están cinco años, llegan otros y así sigue la rueda. Lo peor es que la gente se queda callada. Eso es lo que más me llama la atención. ¿Por qué?
¿A qué se debió su emigración?
Yo tengo un familiar de origen vasco y vine a España porque aquí vivían mis tíos y mi hermana. Era muy pequeña; 18 añitos. Fue triste, pero era una decisión de mis padres. Siempre, desde pequeña, me quisieron mandar a España. Tengo mucha suerte de haber estudiado en ambos países. Tengo esos dos privilegios. Esto me ha ayudado a contar la historia, a volver a mi país... y a ver lo que ocurre. Paraguay es un país muy vulnerable y yo necesitaba contar esta historia.
¿Por qué utilizaste un ritmo tan pausado para el cortometraje?
El tempo es lento porque Paraguay es lento, la gente es lenta, todo lo que ocurre allí es muy lento...
Es una analogía de la percepción que tienes de tu país
Justo. Allí la gente vive como cansada y a mí me da mucha pena. La gente se deja llevar y es muy vulnerable. Allí sobrevive el que más puede, el caradura, al que le de igual ocho que ochenta. A las demás personas esa lentitud les invade... Además, tienes que ser muy valiente para irte fuera porque necesitas dinero y muchas veces la gente se endeuda. Hay muchos factores.
¿Somos los occidentales conscientes de estos problemas?
Hay que viajar, leer y ver para sentir lo que pasa allí. Yo llevo 18 años viviendo aquí y me di cuenta de todo este problema durante la pandemia. Además, todo ocurre en la capital del país, Asunción. Que en la capital haya una escasez hídrica es tremendo. Sales de allí y no das crédito. Hay quien dice que Paraguay es 'segundo mundo', pero en realidad es tercermundista.
Menciona la educación, la lectura, viajar... ¿El arte tiene también una capacidad transformadora?
El cine te hace soñar, te ayuda a aprender y a mejorar. Es una forma preciosa de contar cosas que ocurren, una herramienta maravillosa para transmitir ideas. Este cortometraje es totalmente real porque lo que muestra está ocurriendo ahora mismo.
¿Cómo has recibido el premio en el Aqua Film Festival?
Sinceramente, este cortometraje lo hice sin ninguna pretensión. Quería rodar algo en Paraguay desde hace tiempo, por eso lo viví en carne propia. Quería contar esta historia, pero no pensaba que nos fueran a dar ningún premio en el estreno mundial. Ahora competimos en la selección internacional de cortometrajes en Alicante. Obviamente estas cosas te alegran porque son una motivación para seguir creyendo en ti misma como artista y realizadora; me da ese punch para continuar contando historias. Pero nunca me he movido por los premios. Si viene, viene, pero lo importante es hacer cine.
¿Cómo ha sido la producción cinematográfica en Paraguay?
Hay una industria chiquita. Allí hay directores maravillosos que son muy amigos míos, como Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, a los que les concedieron un premio en el Festival de San Sebastián por 7 cajas. Paz Encina es otra realizadora muy buena. Ella hizo La hamaca paraguaya. Hay un circuito pequeño. De hecho, ya existe hasta la Academia de Cine de Paraguay desde hace un par de años. A mí me sorprendió porque yo he hecho tres cortometrajes en España, varios vídeos para arte contemporáneo, estudié cine y trabajé en productoras y no tiene nada que envidiarle a nuestro país a la hora de producir un trabajo como este. Allí me encontré con gente joven que tiene muchísimas ganas de hacer cosas. Hay hambre de arte, de contar historias, de hacer cine.
¿Está la industria española preparada para ayudar a jóvenes realizadores?
Sinceramente, a mí me costó menos rodar en Paraguay que aquí. En España cuesta mucho que te den una ayuda. Llevo tres años pidiendo ayudas para un largometraje... y nada. Sacan ayudas para nuevos 'directoras y directoras', te piden unos requisitos bestiales que parece que sólo los solicitan para no dártelos... y luego, cuando sale la lista de gente a la que les conceden esas subvenciones, son productoras que ya llevan treinta años en activo. Es complejo. Mis cortos los he sacado adelante porque he ido por lo privado: los he producido yo con ayuda de gente que me ha prestado dinero. El mundo del cine es bastante elitista. Tienes que estar todo el rato luchando, sobre todo cuando se trata de gente joven que quiere hacer sus propios cortometrajes o documentales.