A pesar de su juventud, Alejandra de la Fuente (Madrid, 1994) es una voz más que autorizada para hablar sobre la precariedad laboral. Autora del libro La España precaria (Akal, 2022), cuando terminó sus estudios y buscó acceder al mercado laboral, se encontró con que las condiciones que le ofrecían eran, precisamente, precarias.
Había hecho varias prácticas, pero de nada le sirvió. “Todas mis amigas estaban en la misma situación, daba igual los estudios que hubiesen cursado, el nivel de estudios, estaba todo igual de mal”, señala.
Entonces, en 2018, decidió crear en Twitter la cuenta Mierda Jobs —que ya tiene más de 100.000 seguidores— para enseñar las propias ofertas de trabajo que recibía. Poco a poco, empezó a recibir cada vez más ofertas de otras personas y creció su inquietud por entender un poco más el mercado laboral de nuestro país. Para ello, volvió a estudiar e hizo diversos cursos sobre derecho laboral y seguridad social.
A través de las experiencias que le contaba la gente en redes sociales, hizo un borrador de un análisis sobre el mercado laboral para ver qué era lo que estaba pasando. Con la llegada de la pandemia, en 2020, decidió convertir ese documento en un libro.
Ha sido todo muy rápido.
Cuatro años para la gente joven es mucho tiempo, pero lo pienso y, madre mía, ha sido todo muy rápido, sí.
Actualmente, los jóvenes se independizan a los 30 años de media en España, cuando antes a esa edad ya tenían casa, coche e hijos. ¿Qué ha pasado?
El problema no está sólo en que no hay trabajo –que puede haberlo–, sino en la calidad de este. Tenemos la vivienda y la cesta de la compra disparadas. Encima, tenemos una calidad del trabajo malísima porque hay una inestabilidad enorme y salarios muy bajos.
La explotación laboral está totalmente normalizada en nuestro país, es decir, que hagamos el trabajo de una persona y media o que hagamos horas extras sin que queramos hacerlas.
¿Cómo se ha llegado a esto?
Devaluando el mercado de trabajo. Cuando llegó la crisis de 2008, al PP y al PSOE se les ocurrió la maravillosa idea de la reforma laboral de 2010 y de 2012. Todo esto lo que hizo fue devaluar la calidad del trabajo. Tras 14 años, es muy difícil recuperar la devaluación, no solamente salarial, sino de condiciones de vida.
Hace 15 o 20 años había mucha más movilidad laboral. Sabías que si una empresa te estaba fastidiando, podías irte a la siguiente con una relativa facilidad y prontitud. Ahora eso es imposible.
Se ha dicho muchas veces que las nuevas generaciones están excesivamente acomodadas, ¿cree que existe una falta de ética de trabajo?
No, de hecho, creo que los jóvenes nos hemos criado en una cultura de la precariedad. Es totalmente lógico rechazarla. Sobre todo cuando miras a tu alrededor, y todo el mundo de tu entorno y de tu edad está mal: están haciendo prácticas cubriendo trabajos estructurales por 300 euros, empalmando contratos temporales, haciendo el trabajo de una persona y media, una cantidad de horas extras brutales...
Están cobrando salarios que superan por muy poco el salario mínimo, cuando eso es lo que cuesta una vivienda en las principales ciudades españolas. ¿Qué tenemos que hacer ahora, que la precariedad sea un privilegio? Es normal que lo rechacemos y que pidamos mejoras.
Entonces, ¿existe una disputa intergeneracional?
No me gusta el pique que hay en algunas ocasiones. Como sociedad, tenemos que dejar de lado esa pelea. Tanto las personas jóvenes como las más mayores tienen que remar para que las futuras generaciones vivan mejor.
La realidad material de los jóvenes es muy desfavorable y es importante que todos busquemos mejorar las condiciones de vida. Porque si nosotros tenemos mejores condiciones de trabajo, vamos a poder contribuir de forma positiva a las pensiones de las personas de 50 años que están trabajando ahora. Hay que mirarlo desde un punto de vista global y creo que está mal enfocado: miramos el dedo y no la luna.
La generación de los milenials han vivido dos crisis, la de 2008 y la del coronavirus. ¿Considera que es una generación perdida?
Es recuperable, siempre pongo el rayo de esperanza. Lo importante es que se hagan políticas para recuperar esta generación y sobre todo, es importante que no sólo sean políticas para mejorar la situación de los jóvenes, sino también un cambio en la cultura que tenemos.
En nuestro país, tenemos una cultura terriblemente precaria. Si consigo rascarte tres horas, te las rasco. Te aplico un convenio más pequeño del que tú te mereces y así te pago 5.000 euros menos al año. Este es el pan nuestro de cada día. Es algo que pasa en todas partes. La situación es recuperable, pero no solamente con políticas, sino cambiando la cultura.
Muchas veces los jóvenes acaban aceptando condiciones abusivas porque no hay otra opción, ¿es necesario empezar a rechazar este tipo de trabajos?
El problema no está tanto en el trabajador, sino en el empresario que está aprovechándose, ofreciendo en muchas ocasiones condiciones ilegales como las prácticas en trabajos estructurales o los falsos autónomos. Por tanto, el problema no está tanto en que cojamos o no el trabajo, sino en advertir de que esto existe y que haya inspecciones.
A veces se juega con la necesidad de las personas con el tipo de trabajos que ofrecen y es importante denunciarlo. Pero entiendo perfectamente que haya mucha gente que lo coja, porque es que no hay otra opción. Es que si no, no comes.
En su libro también habla de una cultura Mr. Wonderful, sobre la romantización de la precariedad. ¿Por qué ocurre este fenómeno?
Se juntan muchas cosas. Estamos en un sistema económico muy liberal y eso favorece de alguna forma este tipo de cultura. Luego, también se han encargado de tratar de desclasarnos. Muchas veces, el tipo de consumo que nos suelen ofrecer suele ser bastante wonderful.
Cuando lees en un periódico Friganismo: la última moda de comer en la basura, si ese titular llega a 2 millones de personas, acaba calando en la sociedad y mucha gente la acaba reproduciendo. Por eso existe esta cultura.
La situación de los jóvenes no es algo que suela aparecer en el debate público, ¿existe un abandono por parte de los políticos?
Sí. Muchas veces pienso que los jóvenes no tenemos prácticamente representatividad política. De hecho, existe un gran desencanto de la gente joven hacia la política porque no se ven reflejados y no se sienten escuchados.
Es fundamental que haya un acercamiento hacia los jóvenes. Hacen falta espacios para los jóvenes, que los políticos sepan que somos una parte muy importante de la sociedad y que no nos pueden dejar atrás.
En las últimas elecciones generales de 2019, hubo un relevo generacional en las Cortes españolas y entraron muchas personas jóvenes.
Ha habido gente joven que ha entrado, pero no sé si muchas veces lo urgente políticamente no deja sitio a lo importante. Se cuentan con los dedos de una mano las cuestiones que afectan a los jóvenes. Además, creo que los políticos jóvenes deberían escuchar a las personas incluso más jóvenes que ellos. Muchos tienen menos de 40 años, pero muchos han dejado de hacer prácticas hace 20 años y a lo mejor hace 15 años que se han independizado.
Por eso es tan importante que se escuche a las personas jóvenes, porque por muy jóvenes que sean quienes están en el Congreso y el Senado, hay mucha juventud por debajo de ellos que no está siendo escuchada ni representada.
Está previsto que se apruebe un nuevo Estatuto del becario, ¿cree que será beneficioso?
Estoy completamente a favor. Las prácticas han sido un sumidero de personas trabajando a precio de saldo. En este caso, pongo en valor que Yolanda Díaz vaya a escuchar a asociaciones de jóvenes y no sólo a los sindicatos. Los jóvenes forman parte de la sociedad, independientemente de la edad que tengan, y deben estar en los procesos de escucha y mesas de diálogos.
Independientemente del color político, es necesario que se escuche a los jóvenes. Debe haber representatividad de los jóvenes tanto a nivel nacional como a nivel local porque formamos parte de la sociedad y tenemos que involucrarnos en ella, en lo que nos va a afectar en el día a día.
¿Qué posibles soluciones existen para paliar la precariedad en España?
La reforma laboral ha sido un punto de inicio, pero creo que se tienen que abordar muchas más cuestiones. Es necesario cambiar la cultura de la precariedad desde cero y, para ello, es imprescindible que haya políticas, que haya dinero encima de la mesa y, luego, que haya concienciación y movilización ciudadana. Si se ve que se pueden cambiar las cosas, esto podría dar un empujón a la sociedad para que se mueva y diga que no a determinadas cosas.
Aunque es muy difícil, porque también vivimos en el mundo en que vivimos. En la cultura del miedo, del yo no voy a decir nada que a ver si me despiden, es muy difícil atreverse a moverse. Pero creo que si se cumplen las otras dos, que haya políticas que blinden a los trabajadores para recuperar sus derechos y que haya fondos para blindar y ayudar a los trabajadores, la tercera pata de la cuestión vendrá más fácil.