Ada Lovelace (1815-1852) no fue una mujer victoriana convencional. La única hija legítima del poeta Lord Byron fue una matemática excepcional que exploró el pensamiento abstracto, algo poco ortodoxo en las mujeres británicas de la época.
Su pasión por los números la llevó a convertirse en la primera programadora de la historia. Y es que fue precisamente ella quien escribió el primer algoritmo que se conoce pensado para que una máquina pudiese procesarlo.
Sin embargo, durante mucho tiempo, el nombre de Lovelace quedó relegado a un segundo plano en los anales de la historia. Y no fue hasta 2009 cuando se decidió conmemorar su día el segundo martes de octubre. Así, durante una jornada se pretende celebrar no solo la vida y obra de esta mujer, sino la de todas aquellas sin las cuales la ciencia no sería lo que es hoy.
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La visionaria hija de Lord Byron
Lovelace nació en el Londres victoriano, fruto de un frugal matrimonio entre el controvertido Lord Byron y la aristócrata Annabella Milbanke. Un mes después de su nacimiento, su madre abandonó al famoso poeta, dicen los historiadores, tras enterarse de que este mantenía una relación sentimental con su hermanastra.
Poco compartió a lo largo de su vida Lovelace con su padre: solo la sangre y la edad de su muerte, ambos a los 36 años. Porque durante toda la enfermiza infancia de Lovelace, Milbanke intentó alejar a su hija del pecaminoso legado poético de su padre.
Por eso, a pesar de ser algo excéntrico para una mujer de su época, se empeñó en que la joven aprendiese ciencia y estudiase con los más prestigiosos matemáticos del momento. Y así nació el gusanillo científico que marcaría la vida adulta de Lovelace, y el futuro de la computación.
Lovelace creció viajando por las zonas más industrializadas de Reino Unido, donde descubrió los inventos y tecnologías más avanzadas de la época. Además, gracias a su estatus social, le permitió conocer y entablar relaciones de amistad con prestigiosos científicos como Andrew Crosse, David Brewster, Charles Wheatstone o Michael Faraday, y con personas de renombre como el novelista Charles Dickens.
La informática en pañales
En una de las fiestas de alta sociedad en la que Lovelace se relacionaba, conoció al reputado matemático Charles Baggage, inventor de la conocida como 'máquina analítica', una especie de calculadora gigante llena de engranajes capaz de ejecutar programas de computación. Este invento, junto a su calculadora mecánica, capaz de calcular tablas de funciones numéricas por el método de diferencias, Baggage es recordado hoy como uno de los padres de la informática.
Lovelace quedó fascinada con el trabajo de Baggage y fue una de las primeras personas en reconocer que algún día sus inventos cambiarían la forma en que los seres humanos se relacionan con la tecnología. Y, sobre todo, la joven estaba convencida de que un día no muy lejano las máquinas cambiarían por completo la vida de las personas.
La relación (de amistad) entre Baggage y Lovelace comenzaría así, entre fascinación y ganas de aprender.
Genialidad, imaginación y programación
Cuando Lovelace se casó con el conde de Lovelace –de donde cogió su apellido– en 1835, la salud de la joven –ya de por sí delicada– empezó a deteriorarse. Los problemas estomacales y respiratorios que sufría derivaron, al ser tratados con opiáceos, en delirios y cambios bruscos de personalidad.
Sin embargo, no cejó en su empeño de convertirse en, como ella misma decía, "un genio de las matemáticas". A pesar de su matrimonio, y contraviniendo las costumbres de la época, Lovelace continuó colaborando y estudiando el trabajo de Baggage.
En 1842, Lovelace publicó su único trabajo profesional para la revista científica Scientific Memoirs: una traducción de un artículo escrito en francés por Luigi Menabrea, ingeniero militar italiano, sobre la máquina analítica de Babbage. Esa misma con la que Lovelace se había fascinado años antes.
El artículo de Lovelace pasaría a la historia por las extensas notas de la autora, que publicaría con sus iniciales para ocultar su identidad –hasta 1953, cuando saldría a la luz su autoría–. En ellas, incluía sus propias teorías sobre el funcionamiento de la máquina, algo que acabaría cobrando más relevancia que el propio artículo traducido.
La capacidad de Lovelace de imaginar el futuro y ver más allá de la realidad fue lo que le catapultaron a la genialidad. Y es que fue capaz de desarrollar conceptos que hoy se considerarían visionarios, como el algoritmo informático.
Y fue precisamente Lovelace la que introdujo los algoritmos en la máquina de Babbage a través de lo que hoy se conoce como 'bucle' y 'subrutina'. Es decir, un grupo de instrucciones que se ejecutan varias veces y parte de un programa.
Con esto, Lovelace fue capaz de ver las consecuencias prácticas de un programa informático. Ella fue quien dijo que una máquina podía programarse y reprogramarse para llevar a cabo más funciones que el mero cálculo. Fue Lovelace quien aseguró, allá a finales del siglo XIX, que podía enseñar a las máquinas a realizar cualquier tarea que se pudiese expresar con símbolos gracias a las tarjetas perforadas de los telares de Jacquard.
Así, imaginó lo que podría considerarse una versión rudimentaria del ordenador mucho antes de que estos llegasen a existir.