Es nombre, es apellido y es un horizonte vital. Domingo se llama como el día que aspira que defina todos sus días cuando gane a las multinacionales de la agricultura en su propio juego: patentar un tipo de naranja, cobrar a otros porque la cultiven y vivir la vida teniendo piscina, no construyéndolas para los demás.
Es un tipo realista, con mucho sentido del humor, pero harto de necesitar otros trabajos para poder seguir dedicándose a la naranja. Y es el protagonista de un documental que lleva su nombre: Domingo Domingo.
Domingo es un agricultor de Les Alqueries, un pequeño municipio de la provincia de Castellón de apenas 4.000 vecinos y, como gran parte de la región, especializado en el cultivo de los cítricos. La directora de documentales valenciana Laura García Andreu, familia política del protagonista de su cinta, conoció de su mano algo que mucha gente desconoce, aunque es más que público y notorio: que la mayoría de las frutas y verduras que llegan a nuestra mesa vienen de semillas con patentes propiedad de grandes empresas multinacionales.
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Los agricultores deben pagar para poder cultivarlas. Un gasto fijo más, y nada barato, que se une a las dificultades de su actividad. Por eso, García Andreu decidió convertirlo en una película.
“Tenía a este protagonista con tanto carisma y un objetivo de Quijote o de David contra Goliat”, explica García Andreu a ENCLAVE ODS. Pero "también la idea de que el humor era muy importante para contar su historia".
Lo primero era explicar que “para hacer lo que hace Domingo, reconocer una nueva variedad y desarrollarla, hay que saber mucho". Cuenta que, en Les Alqueries, mucha gente tiene huertos y en todas partes se habla de naranjas: en el bar, en casa…
Por eso, quiso "retratar" esa realidad y "las clases que existen en ese mundo, desde los que recogen naranjas para otros, los que recogen las suyas propias, como Domingo, hasta los grandes empresarios exportadores, que parecen señores normales de pueblo, pero tienen un gran poder económico".
Aunque la situación del documental tiene que ver con la historia personal de la directora y el propio Domingo, el escenario en Les Alqueries no puede estar mejor elegido. España totaliza 3.496.000 toneladas de naranjas al año, sobre una producción de toda la Unión Europea que se sitúa en 6.651.000 toneladas. De esos 3,5 millones de kilos, 771.446 se producen solo en la provincia de Castellón.
En ese sentido, Domingo Domingo sirve casi como un manual de los abusos de las multinacionales sobre los pequeños agricultores y su cada vez mayor oligopolio sobre el sector, con el coste fijo y altísimo que suponen las patentes para la mayoría de productores. "Si dejamos en manos las multinacionales todas las variedades de las frutas y verduras que comemos, vamos a tener un problema grave en breve", opina la directora, que confiesa haber aprendido mucho durante el rodaje.
"Derechos de autor" de los cítricos
España pertenece desde 1980 a la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), organización internacional con sede en Suiza cuya labor oficialmente “proporcionar un sistema eficaz de protección de las obtenciones vegetales”. Sus miembros deben respetar los derechos de propiedad intelectual sobre dichos desarrollos y aplican el Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales de 1991, conocido como UPOV 91.
En nuestro país, la última legislación al respecto es de 2007. Esta guarda y reutiliza variedades protegidas –es decir, con lo que llamaríamos “derechos de autor”–, salvo en casos excepcionales, y se aplica a todas las especies vegetales.
La historia del documental es el día a día de Domingo, trabajando como albañil mientras intenta mantener su huerto y vender sus naranjas a un precio razonable. En secreto, también trabaja en un árbol que nadie conoce, desarrolla la que cree que va a ser una variedad de naranja, una patentable.
Esto sirve para explicar todo el proceso de identificación de las variedades. Es decir, el complejo camino que lleva que una sea reconocida. Y finalmente el proceso de obtención de la patente, en la que entran en juego muchos y poderosos intereses económicos.
En su empeño, llegamos a verlo viajar a Berlín, a la feria agroalimentaria Fruit Logistica, tratando de reunirse con los grandes popes del sector. En el documental, aparecen abogados expertos en patentes, sindicalistas y agricultores vecinos del propio Domingo, además de él mismo construyendo piscinas para otros mientras se conforma con buen humor con bañarse en una alberca y sueña con tener la suya propia. Un momento que dice poco del juego del capitalismo como horizonte final: la única solución para vivir bien en él es hacerle alguna clase de regate y saltarse las reglas.
Un documental denuncia
Aun así, Domingo Domingo es una comedia documental. Con las escenas mínimas ficcionadas, todo lo que se cuenta corresponde a la aventura, sin final feliz, del protagonista. Y sirve como denuncia de la situación actual del campo español en general y el sector de los cítricos en particular.
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Por ejemplo, ahondando en la cuestión de falta de relevo generacional, con agricultores que se jubilan y venden sus tierras a esas mismas grandes multinacionales que los explotan. O con tipos como el propio Domingo, que querrían dedicarse a tiempo completa a la huerta, pero no les renta lo suficiente y necesitan completarlo con otros ingresos.
El protagonista intenta ser lo más libre posible dadas las circunstancias, colarse entre las grietas del sistema, “en un momento en que las transformaciones están afectando a nuestra soberanía alimentaria, y encima, nos falta información al respecto”, según la documentalista.
“Estamos dejando de tener poder y dándoselo a las multinacionales”, explica la autora del filme. Domingo y su hermano mantienen una microempresa que vende sus cítricos solo online y, en lugar de los míseros y consabidos 20 céntimos a los que muchos distribuidores y exportadores compran las naranjas, cobran más de un euro por el kilo. “Son las pequeñas estrategias de David contra Goliat, pero mientras les queden campos que cultivar…”.
El documental se estrenó en el Festival Internacional de Cine Documental de Tesalónica y en España ha pasado por el festival DocsValència, especializado en el formato, como película de inauguración, y también por el Atlàntida Mallorca Film Fest, donde se proyectó tanto en salas como online en la plataforma Filmin. En los próximos meses tiene previsto su estreno en salas comerciales de toda España.
Parte del trabajo de García Andreu se ha basado en un documental griego, Cuando los tomates escuchan a Wagner, de Marianna Economou, que también con mucho humor describe la lucha de un pequeño pueblo por sobrevivir a todas las crisis habidas comercializando tomates orgánicos y mezclando el saber de los jóvenes sobre el mundo moderno con el ancestral de las abuelas sobre las mejores formas de cultivarlos.
Esa alianza intergeneracional que también se ve en Les Alqueries, basada en el buen humor resignado, es algo clave para García Andreu, que defiende la ironía socarrona en la que vive su protagonista. “Es como la que tenía mi abuelo, que también era agricultor y que aceptaba las dificultades como le venían, con fatalismo, pero sin dejar de trabajar, esperando que el año siguiente fuese mejor, aunque sabía que lo más probable era que no”.