En marzo de 2020 las calles de las principales ciudades del mundo se vaciaron. La vida se paró. Y ese vacío del mundo físico, que no hizo otra cosa que abarrotar el plano digital, da comienzo La oscura huella digital (Errata Naturae, 2023) del dibujante y autor francés Philippe Squarzoni.
En su nuevo ensayo gráfico –y autobiográfico, como señala su editorial– reflexiona y arroja luz sobre la influencia de los gigantes de la tecnología en nuestras vidas y en la crisis climática. Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, o las llamadas GAFAM, arguye Squarzoni, nos muestran la innovación digital como un deus ex machina que llegará para salvar a la humanidad del colapso.
Sin embargo, recuerda el autor galo, ese discurso no es más que una forma “de aumentar los beneficios de las grandes empresas, así como su cuota global de poder”. Para él, es poco probable que la tecnología nos “salve”. El motivo, dice, es sencillo: “En este momento, el universo de las nuevas tecnologías es un mundo salvaje; todo vale y cada día hay cosas nuevas”.
[El cambio climático, Philippe Squarzoni y una investigación periodística convertida en cómic]
El “salvaje oeste”
Squarzoni, que ni siquiera usa teléfono móvil en la era digital, asegura que la innovación tecnológica no es ninguna panacea. “El discurso de la inmaterialidad de la digitalización ha tenido un gran éxito, porque el espejismo tecnológico impregna nuestra sociedad”, explica.
Y reconoce que es así porque “hemos elegido cerrar los ojos, con conocimiento de causa, frente a la cara oculta del universo digital”. Habla, dice, de su “formidable huella ecológica o su modelo económico basado en la recogida de datos y publicidad…”.
El francés compara el mundo digital con el “salvaje oeste”. Y alerta: “Quizás sea hora de que el sheriff llegue a la ciudad y que abramos los ojos, individual y colectivamente, a la realidad de este universo”.
La huella de las GAFAM
La digitalización, recuerda Squarzoni, no suprime la huella ecológica de nuestras vidas físicas. Y es que la mayor parte de ella procede directamente de la fabricación de nuestros aparatos electrónicos. El autor pone como ejemplo la explotación de las “minas para extraer materias primas, el transporte para trasladar los componentes ensamblados en cuatro rincones diferentes del planeta…”. Pero no solo eso, también hay que tener en cuenta “el consumo de energía que requieren los equipos electrónicos en su ciclo de vida”.
El problema, dice, radica en que “el número de aparatos electrónicos no deja de aumentar”. Porque, lamenta, “los sustituimos una y otra vez a pesar de que siguen funcionando”. Pero no solo eso, también, reconoce, porque “hemos creído –o pretendido creer– en esta fábula de la inmaterialidad de lo digital”.
Pregunta: ¿Qué quiere decir con eso? ¿Por qué la “inmaterialidad de lo digital”, la nube, es una “fábula”?
Respuesta: Si las GAFAM no dejan de destacar sus virtudes ecológicas, es precisamente porque saben que lejos de ser una nube sin ‘cuerpo físico’, el universo digital es hoy la mayor infraestructura tecnoindustrial del mundo.
Eso sí, Google dice que es “neutra en carbono desde 2007”. Apple afirma que “paga sus impuestos”. Amazon declara “no tener nada contra los sindicados”. Y Microsoft “ama el código abierto”. En fin, la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza.
Una “cuestión política”
Para Squarzoni, la manera en que tenemos que aproximarnos a la tecnología es “una cuestión política”. Algo que, sin duda, cobra más relevancia con el boom digital.
Las nuevas tecnologías, indica, “no son malas en sí mismas, pero tampoco están al servicio del medioambiente”.
Y lo explica: “Si las dejas en manos de las industrias más poderosas del planeta, estarán al servicio de la rentabilidad financiera. Y desarrolladas sin marco ni restricción, van a añadir nuevos consumos energéticos sin cambiar los viejos usos”.
Sin embargo, reconoce, “algunas tecnologías pueden ponerse al servicio de la transición ecológica”. Pero, matiza, la sociedad tiene que elegirlo. “Esto significa distinguir entre las tecnologías, escoger una u otra en función de su uso, autolimitarse y diferenciar entre lo que es posible y lo que es deseable”.