Paula fue a Angola en 2003 como enfermera en su primera misión con Médicos Sin Fronteras (MSF) y participó en un proyecto de nutrición. Volvió de allí nutrida de ganas de ayudar a los demás y, sobre todo, de pisar otros terrenos necesitados. Tenía 33 años y un espíritu inquieto y solidario que la ha llevado por muchos rincones de África y por los lugares más difíciles del mundo.
Especializada en género, diversidad e inclusión, Paula Gil Leyva (Barcelona, 1970) conoce MSF desde muchos ángulos distintos: enfermería, coordinación de equipos, recursos humanos, operaciones, incidentes críticos, formación y trabajo con otras secciones. Y desde octubre de 2021 es la presidenta de esta oenegé en España. La primera enfermera en conseguirlo.
Lo suyo es vocacional y ella sí que no conoce ni límites ni fronteras ante las injusticias y dramas que pueblan el planeta. Mirar para otro lado no es jamás una opción. Así los argumenta en una entrevista con ENCLAVE ODS.
¿Se considera una de esas mujeres nacidas para ayudar al prójimo?
No sé si nací para ello, pero desde luego lo que sí puedo confirmar es que no he sido nunca inmune al sufrimiento ajeno. Es lo mismo que les sucede a los cientos de miles de personas que nos ayudan; que confían en nuestro trabajo.
Siempre quise que mi trabajo, de alguna manera, impactara positivamente en la vida de la gente. Por eso estudié enfermería y más adelante orienté mi carrera profesional a la acción médico-humanitaria. La enfermería es una profesión que habla del cuidado y es esencial para sostener la vida, un trabajo fundamental, pero por desgracia poco valorado.
Teniendo en cuenta su experiencia en asuntos de Género, Diversidad e Inclusión… ¿Cree que estamos viviendo un retroceso en derechos fundamentales?
Es muy preocupante que los discursos más radicales, discursos cargados de xenofobia, misoginia y racismo estén ganando protagonismo e influencia. Y pongo como ejemplo el caso de Europa y el derecho fundamental a la protección de las personas refugiadas.
Los últimos movimientos que hemos vistos en el seno de la Unión Europea con la aprobación del Pacto Europeo sobre Migración y Asilo nos muestran que las posturas más duras están ganando terreno. En Grecia, Polonia, Lituania, Libia y el Mediterráneo central, somos testigos de las consecuencias de estas políticas que sólo hacen que exacerbar el sufrimiento humano.
La UE con el posicionamiento que ha escogido está abonando el terreno para que se incrementen prácticas violentas como los abusos contra las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo en las islas griegas, las devoluciones en las fronteras, las detenciones prolongadas y arbitrarias, la explotación y extorsión de personas que se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad.
Es necesario que estemos todas muy atentas para que no haya ni un paso atrás en todo lo que se ha conseguido.
En octubre de 2021 fue elegida presidenta de Médicos Sin Fronteras España y era la primera vez que una enfermera conseguía ese puesto. Después de algo más de dos años en el cargo, ¿cómo se preside en tiempos tan convulsos?
Tengo la gran suerte de estar rodeada de personas profesionales y comprometidas que tienen muy claro cuál es su trabajo y cuáles son los objetivos de la organización.
Pero lamentablemente, y pese a contar con un equipo excelente, en Médicos Sin Fronteras nos enfrentamos a grandes retos que afectan nuestra capacidad de operar en los lugares en los que nuestra presencia es más necesaria. Me refiero a la falta de acceso a las poblaciones más castigadas por los conflictos o la violencia, la criminalización de nuestro trabajo o el uso político que se le da al sufrimiento humano.
¿Es más difícil que la ayuda humanitaria llegue?
Las organizaciones humanitarias se encuentran en el punto de mira de gobiernos y de grupos armados; nos hemos convertido en un actor muy incómodo para muchos y el espacio humanitario que tenemos para poder trabajar está en constante peligro.
Además, existe una profunda brecha entre las necesidades humanitarias y la falta de presupuestos y financiación para las organizaciones y las agencias de ayuda.
Médicos Sin Fronteras tiene la suerte de financiarse prácticamente en su totalidad con fondos privados, pero no podemos responder a todo: hay demasiadas crisis, demasiadas guerras y conflictos. El número de personas desplazas no deja de crecer año tras año. Se necesita un compromiso político contundente con la gente que más sufre y para ello falta valentía y falta humanidad.
Somos gente tozuda, y pese a las dificultades no podemos permitirnos ni decaer, ni tirar la toalla.
¿Cree que la solidaridad y humanitarismo es la respuesta que tienen los ciudadanos ante la falta de responsabilidad de muchos políticos?
Apoyar a organizaciones como la nuestra es una vía real para canalizar la indignación y solidaridad. Mucha gente siente la necesidad de hacer algo útil y una manera de organizarse y actuar es poner en nuestras manos la responsabilidad de atender a las comunidades que más lo necesitan.
No sólo se trata de ciudadanos y ciudadanas que contribuyen económicamente, que es esencial porque sin ello no podríamos prestar ayuda a nadie, sino de personas que están de acuerdo con nuestros valores y nuestros principios. Esto nos da una fuerza enorme para seguir defendiendo la ayuda humanitaria imparcial y neutral, para seguir presionando a quienes realmente pueden cambiar las cosas.
Tenemos una gran responsabilidad sobre nuestras espaldas que asumimos colectivamente con mucho rigor y mucho empeño.
¿En España se respeta el derecho humanitario? ¿Cree que tratamos a los refugiados correctamente?
El número de personas desplazadas y refugiadas en el mundo no deja de aumentar, a finales de año eran 114 millones. Expulsadas a la fuerza de sus hogares por la violencia y la guerra, la gran mayoría (en torno a 8 de cada 10) se quedan en su propio país o en países vecinos, lo más cerca posible de sus hogares. Y otro porcentaje infinitamente menor toma la arriesgada decisión de decantarse por una ruta migratoria.
Es necesario que globalmente se aplique un enfoque humano a la migración forzada y el refugio, porque es posible, porque lo hemos podido comprobar en el caso de Ucrania.
¿Qué peticiones le hicieron al gobierno durante su presidencia del órgano europeo?
Pedimos que se establecieran y reforzaran los sistemas de acogida garantizando asistencia médica, acabar con los mecanismos actuales de rechazo en las fronteras, que se pusiera en marcha un mecanismo de rescate y búsqueda de supervivientes proactivas, tomar medidas para acabar con el discurso que criminaliza a las personas y mejorar las vías seguras y legales para solicitar asilo en los lugares de origen o tránsito.
En lugar de ello, se firma un Pacto Europeo sobre Migración y Asilo que supone un desprecio para la protección y la vida. Lejos de ofrecer una solución al inmenso sufrimiento y angustia de las personas que buscan seguridad y protección en las fronteras europeas, permite a los Estados de la UE desviarse aún más de sus responsabilidades hacia quienes necesitan protección.
La UE y los Estados miembro tienen el deber de promover el respeto a los derechos de todas las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo, sin dobles raseros, ni discriminación alguna. España también.
¿Crees que puede llegar un momento en el que nos volvamos insensibles ante las tragedias y el sufrimiento ajeno?
No, no lo creo. Pienso que la empatía forma parte de nuestra naturaleza. Como ciudadanos y ciudadanas no podemos permitirnos la insensibilidad porque entonces estaremos completamente perdidos. No podemos dejar en manos de otros las riendas del mundo sin ni siquiera pedir explicaciones, protestar o denunciar. Mirar para otro lado no es una opción.
La capacidad de indignarnos, de ponernos en acción está muy vinculada a que nos duele lo que vemos, lo que escuchamos, lo que nos cuentan los y las pacientes, nuestros equipos. Es imposible acostumbrarse al dolor ajeno.
¿Como de solidario es el español?
La sociedad española es un ejemplo de solidaridad, la gente reacciona de una manera inmediata a las crisis más agudas. Recibimos numerosas muestras de apoyo, de respeto y de reconocimiento.
Tenemos personas en nuestra base social que llevan 20 o 30 años colaborando con la organización, gente que cree firmemente en nuestro trabajo. Muchas de estas personas no sólo colaboran con MSF, sino también con otras entidades.
¿Qué les dirías a los que no se fían de lo que hacéis con el dinero de las aportaciones?
Sé que hay mucha gente que no nos conoce y que, si lo hiciera y tuviera la oportunidad de ver lo que hacemos, estaría feliz de colaborar con nuestra organización. Tratamos de dar con esas personas y que formen parte de esta cadena de humanidad que mencionaba al principio porque tenemos el convencimiento de que lo que hacemos es lo correcto.
A esas personas que no confían les pediría que no critiquen sin conocer, porque nos cuesta mucho ganarnos el respeto de los gobiernos, de los grupos armados, es muy difícil llegar a los lugares en los que trabajamos, que nos permitan trabajar, mantener a los equipos en seguridad y la mala prensa injustificada no nos ayuda en nada y aumenta el riesgo al que están expuestas las personas que trabajan en Médicos Sin Fronteras.
¿Cuáles han sido sus principales ámbitos de actuación en los últimos años?
Uno de los impactos colaterales de la epidemia de la Covid-19 ha sido el retroceso histórico en las vacunaciones de rutina, de hecho el mayor retroceso en tres décadas. Hemos tratado de reducir el número de menores no vacunados y conseguimos vacunar a 3.200.000 de niños y niñas.
En paralelo y precisamente por la falta de inmunización de rutina, hemos tenido que responder a más epidemias. Administramos un millón de dosis de vacunas en campañas preventivas, y tratamos a 158.000 niños y niñas de sarampión.
¿Hay algún otro ámbito, además del humanitario, a destacar?
En 2022 y también en 2023 tratar la malnutrición ha sido una de nuestras mayores prioridades. El impacto de la guerra de Ucrania, del cambio climático, de la inflación se ha hecho notar de manera alarmante en gran parte de los lugares donde trabajamos. Sólo en 2022 atendimos a 127.400 niños y niñas con malnutrición severa.
En términos de respuesta a situaciones de violencia, es escalofriante pensar que hemos atendido a 124.000 víctimas de violencia y tortura. Aunque hemos conseguido atender a 40.000 supervivientes de violencia sexual tenemos muy claro que vemos la punta del iceberg de los casos reales que suceden.
Quiero insistir en que detrás de cada número hay una persona con nombre y apellidos, una familia, una comunidad afectada.
Aunque sentimos mucho orgullo por todo lo que hemos hecho, no nos conformamos porque la brecha entre lo conseguido y lo necesario es simplemente inaceptable.
Hablando de salvar vidas, la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023. ¿Qué puede suponer esto en la labor de MSF por el mundo?
En Médicos Sin Fronteras hemos buscado constantemente formas de mejorar nuestra acción médica, que ha tenido que adaptarse desde el primer momento para trabajar con la mayor eficacia posible en entornos complejos y de bajos recursos.
El reto es conseguir que los pacientes tengan acceso a métodos de diagnóstico y tratamientos más eficaces y menos tóxicos, para aumentar así la calidad de la asistencia y ampliar su alcance.
[Mosquitos que 'comen' virus: el innovador tratamiento de MSF contra el dengue]
Nuestra obsesión ha sido y es el acceso. Es cierto que se ha producido un desarrollo tecnológico enorme, que se han desarrollado nuevos fármacos, pero esos adelantos no han llegado a todos los pacientes. Los países en los que trabajamos tienen enormes problemas para acceder a nuevos fármacos y tecnología por los desorbitantes precios.
El caso de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas es una luz de esperanza en un panorama oscurecido por la pandemia de la Covid-19.
¿Alguna vez ha sentido que su vida o la de algún compañero corría peligro?
Trabajamos regularmente en zonas de conflicto, pero no lo hacemos a cualquier precio. Tenemos protocolos muy estrictos de seguridad y tratamos de minimizar los riesgos al máximo.
En determinados contextos es muy difícil garantizar la seguridad de los equipos y para ello tenemos que ser muy conscientes de a donde vamos y a lo que nos exponemos. Por eso estamos haciendo un esfuerzo muy importante en garantizar que nadie asuma riesgos sin tener las herramientas necesarias, sin conocer los protocolos, que la gente esté lo mejor informada posible antes de tomar una decisión y que se sientan libres de decidir no participar en un movimiento.
Desde hace unos años vemos una tendencia muy preocupante en los conflictos de falta de respeto a las estructuras de salud, al personal médico, a las ambulancias. Lo estamos viendo a diario en Ucrania, en Sudán o en Gaza. Los hospitales son ahora campo de batalla, las ambulancias objetivos tácticos y el personal humanitario asume un riesgo enorme en zonas de guerra. Gaza ese el ejemplo más flagrante y trágico de todo esto.
Han pasado casi cuatro meses desde que comenzó la guerra en la Franja de Gaza. ¿Puede hacer un resumen de su situación allí?
En primer lugar, me gustaría decir que lo que estamos consiguiendo aportar en Gaza es poco si lo comparamos con la magnitud de las necesidades de la población. No podemos llamar ayuda humanitaria a lo que consigue entrar cada día en Gaza y, por respeto a la población gazatí, es importante matizar este punto.
Tenemos capacidad para hacer más, pero ni la ayuda humanitaria consigue entrar en cantidades suficientes ni la situación de seguridad nos permite estar en las zonas en las que sabemos todavía hay personas atrapadas por la violencia, como es la zona norte y central de la Franja.
Es extremadamente difícil trabajar, no hay un solo lugar seguro, ha habido constantes ataques a la misión médica, y no podemos garantizar nuestra presencia en el mismo lugar por mucho tiempo. Muchas de las actividades que empezamos tienen que dejar de hacerse porque simplemente es demasiado peligroso quedarse en determinadas zonas.
Dicho esto, estamos haciendo lo imposible para poder prestar ayuda a la población. Nuestro personal nacional e internacional está asumiendo unos riesgos enormes y trabajando en unas condiciones durísimas. Además, para nuestro personal nacional es doblemente doloroso porque tienen que tratar de mantener a salvo a sus familias y no hay ningún lugar seguro en toda la Franja de Gaza.
¿Qué sería necesario para revertir la situación?
Hemos perdido compañeros que murieron víctimas de bombardeos, y varios miembros de sus familias. Lo que necesitamos es que pare ya esta barbarie, que se instaure un alto el fuego inmediato, que ser permita evacuar a los heridos, que la ayuda llegue de manera fluida, que se deje de atacar objetivos médicos.
¿Y, a pesar de lo cruda que está la realidad en los territorios ocupados palestinos de Gaza y Cisjordania, no tiráis la toalla?
No podemos abandonar ni a la población ni a nuestro personal.
Las necesidades humanitarias que vemos son enormes: alimentos, agua, gas para cocinar, combustible, artículos de preparación para el invierno, material de higiene que es totalmente inexistente para las personas desplazadas. Según la Organización Mundial de la Salud, apenas el 40% de los hospitales de la Franja están parcialmente operativos y el nivel de ocupación de camas es del 350%.
Estamos operativos en varios hospitales (Europeo, Nasser, Rafah Indonesio y Maternidad Emiratí) y en un centro de atención primaria, la clínica Al-Shaboura, en la zona central y el sur de Gaza. Nuestros equipos ofrecen apoyo quirúrgico, atención a heridas, fisioterapia, consultas externas y servicios de salud mental. Hemos tenido que evacuar equipos de otros hospitales y clínicas a los que dábamos apoyo por las órdenes del Ejército israelí.
Nuestros equipos también prestan apoyo en una veintena de puntos de distribución de agua, todos cerca de campos informales de desplazados internos. En total, los equipos estamos suministrando 80.000 litros al día, pero siguen teniendo problemas para proporcionar suficiente por persona. En Cisjordania, mantenemos y hemos ampliado nuestras operaciones centradas en proporcionar atención de emergencia, atención primaria de salud a través de clínicas móviles y atención de salud mental en Hebrón, Nablús y Yenín.
¿De qué logro se siente más orgullosa en estos más de 20 años que estás con MSF?
Los logros en MSF son colectivos, nunca individuales. Aquí todos y todas tenemos un rol que jugar y sin este trabajo en equipo no podríamos hacer nada.
Desde las personas que trabajan en calle captando fondos, el personal de logística, el sanitario, el administrativo, etc.… cada uno juega un papel para sustentar el trabajo de los demás.
Cada vida que conseguimos salvar y mejorar, cada sufrimiento que conseguimos aliviar es un logro único.
Lo que más orgullosa me hace sentir es que en los momentos más difíciles nos crecemos y mostramos que pese a ser una organización grande somos capaces de mantener ese sentido de compañerismo y familia que tanto nos ayuda a superar las dificultades.
¿Y alguna espina clavada?
Tengo muchas espinas clavadas, la más dolorosa el asesinato de nuestros compañeros Tedros, Yohannes y María en Etiopía en 2021 y que, pese a todos los esfuerzos, todavía no tengamos una explicación clara para dar a sus familiares sobre lo que sucedió ese día en Tigray.
“No podemos asegurar que las palabras siempre salven vidas, pero sabemos que el silencio sin lugar a dudas mata”. Estas palabras las pronunciaba el doctor James Orbinski, presidente del Consejo Internacional de MSF, al recibir el premio Nobel de la Paz en 1999.
¿A quién le pondrías un altavoz para acabar con las injusticias del mundo?
El problema no es a quién darle la voz, creemos firmemente que el testimonio también salva vidas y alzamos la voz para denunciar los abusos de los que somos testigos.
Recogemos testimonios de las personas que atendemos, también de nuestro propio personal que forman parte de las comunidades que asistimos porque ellos y ellas como sus propias familias sufren las consecuencias de la misma violencia.
A todas estas personas les ponemos todos los días el altavoz, el problema es que no hay manera de que cale el mensaje. Los que toman las decisiones y tienen las soluciones tienen poco interés por lo que les pueda pasar a la población masalit en Darfur o a las mujeres embarazadas en Gaza. No hablemos ya del olvido en el que han caído contextos como Yemen, Siria, la República Democrática del Congo o el Sahel.
No quiero despedirle sin pedirte tu Lista de Deseos para 2024 y desearle que se cumplan.
Mi lista de deseos para el 2024 puede sonar a una lista de utopías, pero me niego a pensar que no podamos pedir más humanidad, más acceso a las poblaciones, un alto fuego inmediato en Gaza y que se les olvide permanente la contraseña de acceso a sus ordenadores y teléfonos a todos aquellos que propagan odio, xenofobia y misoginia en las redes sociales.