Donald Hernández es un agrónomo de carrera reconvertido en abogado penalista. O, más bien, "forzado" a reconvertirse. Porque, cuenta a ENCLAVE ODS durante su visita a Madrid, organizada por Manos Unidas, no le quedó otra. Su pasión siempre ha sido “producir alimentos para la gente”. Y por ello, lidera el Centro Hondureño de Promoción para el Desarrollo Comunitario (CEHPRODEC).
CEHPRODEC nació en 1991 para, como dicen en su propia página web, “promover la soberanía alimentaria y territorial de las familias establecidas en zonas rurales de Honduras”. Pero una cosa llevó a otra. La protección de “lo que se pone en el plato” acabó, con el paso de los años y especialmente en la última década, convirtiéndose en la de las personas que alzan su voz.
Porque, como asegura, ser defensor del medioambiente, de la madre Tierra, en Latinoamérica sale caro. Ser líder indígena, también. “Soy penalista porque tenía que defender a Juana y a María, o porque son acusadas por las empresas, tanto mineras como las monocultivistas, como las de semillas”, confiesa.
Y explica que a los defensores y líderes indígenas en su país “les inventan casos, les persiguen y los meten presos”. Por eso, su interés tuvo que ampliarse: “Hoy necesito tener redes a nivel internacional para sacar a estos líderes en la noche, subirlos a un avión y mandarlos a Costa Rica, a Colombia, a España, a Irlanda”.
Se trata, lamenta, de “un viaje sin regreso”. Pues “si regresan, les matan”. Y esa es la triste historia de quienes protegen los recursos naturales. Hernández hace un llamamiento: “Hoy estamos pidiendo a la sociedad occidental que nos ayude a cuidarnos del cambio climático: a ustedes les supone limitar el uso de los aerosoles u otros productos, mientras nuestros líderes campesinos indígenas están jugándose la vida, cuidando el agua y cuidando los mantos acuíferos”.
Semillas, agua y tierra
Los proyectos que llevan en conjunto desde CEHPRODEC y Manos Unidas buscan “poner un plato de comida en la mesa de las familias más vulnerables y más desarraigadas” de Honduras. Y para ello, dice Hernández, hay tres ingredientes básicos que nunca pueden faltar: “Tiene que haber tierra, agua y semillas”.
Y, lamenta, esos tres elementos están “en alto riesgo en nuestros países, en Latinoamérica”. El motivo, advierte, es, por un lado, la “privatización” de las semillas “por las presiones que están teniendo las multinacionales como la antigua Monsanto y la Bayer”. Hernández insiste en que “esas grandes industrias quieren cooptar la industria de los alimentos” en Honduras.
Pregunta: ¿Cuál es la situación que denuncian desde CEHPRODEC?
Respuesta: Nosotros trabajamos con pueblos indígenas que han sido custodios históricos de las semillas por siglos. ¿Cómo viene hoy un genetista, un ingeniero genetista que nació ayer y porque agarró una molécula diferencial de un gen y cambió la molécula del grano de maíz y la registra en una unidad de pacientes y ahora dice que es de él?
P. ¿No se protegen las semillas en riesgo de desaparecer en Honduras?
R.: En Honduras se está legislando para prohibir que los indígenas siembren sus cultivos.
P.: ¿Por qué?
R.: Para que no contaminen estos lotes de producción de las semillas modificadas. Y hay una regulación penal que persigue a nuestros líderes y lideresas por querer seguir viviendo como por siglos han vivido. Ellos no lo entienden. Es una ley de obtenciones vegetales, que es una dinámica mundial que va protegiendo las semillas, pero que lleva un trasfondo.
P.: ¿Cuál es ese "trasfondo"?
R.: El genetista de la antigua Monsanto modifica la semilla y esa semilla solo responde a los fertilizantes, insecticidas y fungicidas que la casa comercial produce. Y es más, la semilla que producen la modifican de tal manera que no pueda ser reproducida. Son híbridos.
P.: ¿Por qué cree que se da esta situación?
R.: Hay un gran interés porque se pierda la semilla criolla. Y la lucha de Manos Unidas y CEHPRODEC es mantener las semillas criollas. Porque ahí está el sustento de la vida de nuestras generaciones.
P.: Son una suerte de David contra Goliat.
R.: El proteger a las semillas ya nos expone. Me expone a mí y expone a nuestros líderes en el territorio, porque hay grupos económicos fuertes detrás de toda esta producción. Y mire que solo le estoy hablando de las semillas.
P.: Hábleme del agua, el otro ingrediente necesario para “poner un plato sobre la mesa”.
R.: Es igual al hablar de la protección del agua. Porque para que haya alimento en la mesa tengo que tener agua, porque sin ella yo no puedo producir. Y en el caso de nosotros, el Estado hondureño ya le entregó a una empresa generadora de energía hidroeléctrica esa agua.
P.: ¿A qué se refiere? ¿Cómo lo hizo?
R.: Entregó una concesión de la fuente de agua por 50 años, sin haber consultado a los pueblos indígenas, que son los que han conservado los mantos acuíferos durante toda su vida.
Ahí, indica Hernández, "hay una violación de derechos". Porque, recuerda, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), "de la que Honduras es firmante", indica que "cualquier proyecto que se ejecute tiene que ir a consulta a los pueblos".
Lo que pasa, confiesa Hernández, es que "las empresas y los Estados no están listos para recibir un no por respuesta". Y por eso, asegura, deciden "saltarse" la directriz y no consultar.
P.: Falta el último elemento para que, como dice, "haya comida en la mesa", la tierra. ¿Qué está pasando con ella?
R.: Nuestro territorio es rico en minerales: oro, hierro, cobre, plata… Y el Gobierno de Honduras, desde el año 2000, ha fijado su interés económico en ofertar a las empresas transnacionales mineras la entrega del territorio para que lo exploten.
El problema que tenemos es el método que se está utilizando para la explotación de la minería, que es a cielo abierto. Se trata de la utilización de altas cargas de dinamita para explotar la montaña y cuando explotas la montaña, los metales pesados, que están en el subsuelo, salen.
Esos minerales, recuerda este defensor de los derechos humanos hondureño, se encuentran debajo de la tierra, porque "si están a flor de tierra, entran en contacto con el oxígeno y con el agua y se vuelven sulfuros". Es decir, matiza, "agua ácida, veneno".
P.: Y a pesar de ello, ¿se siguen operando minas a cielo abierto?
R.: La teoría me dice eso, pero la práctica que yo vivo, desde el año 2000 que manejo el tema minero, en la comunidad del valle de Siria, en Honduras, es que se explota la montaña y los minerales empiezan a contaminar las aguas de donde se abastecen las poblaciones.
Y hay comunidades enteras donde los niños están perdiendo el cabello, tienen cáncer en su piel, otros nacen sin dedos en sus manos, con serias afectaciones en sus riñones, con llagas en su cuerpo….
P.: ¿Y eso, dice, ocurre desde el año 2000 cuando empezaron estos trabajos de minería?
R.: Eso no ocurría antes de que el proyecto minero explotara la montaña. La simple lógica dice que son los proyectos mineros. El indígena y el campesino no entienden la reacción química del agua con el oxígeno y el mineral pesado. Ellos solo están recibiendo el efecto.
Hernández explica que, ahora mismo, en Honduras hay “más de 500 concesiones, otorgadas a una empresa minera en el territorio”. Por ello, asegura, hace décadas que “los pueblos” decidieron unificarse y decir “no vamos a permitir que esto suceda".
Una de esas "lideresas" emblemáticas que orquestó esta lucha específica fue Berta Cáceres. Asesinada en marzo de 2016, fue una de las primeras en liderar la lucha de la que habla Hernández. Por ello, insiste él, "hoy no está con nosotros".
Pero Berta Cáceres solo es un nombre. Según Global Witness, entre 2012 y 2022 han sido asesinados al menos 1.910 activistas climáticos o defensores del medioambiente.
¿Adiós a las minas a cielo abierto?
P.: El Gobierno de Xiomara Castro declaró, en 2022, Honduras como un país libre de minería a cielo abierto. Sin embargo, me dice que este tipo de extracción se sigue realizando.
R.: En 2021 la nueva presidenta toma posesión y anuncia que tiene la intención de declarar el territorio libre de minería a cielo abierto. Pero solo fue una promesa de campaña.
P.: ¿No ha llegado a materializarse?
R.: No, no ha podido porque los grupos de poder y económicos no le dejaron. Para que se pueda llevar a cabo tiene que haber una modificación en el Congreso Nacional de la República, pero los grupos de poder tienen mayoría y no han permitido que esto suceda.
P.: ¿Podrá llevarse a cabo en algún momento?
R.: Hoy, organizaciones como la nuestra estamos presionando al Ejecutivo para que cumpla sus promesas de campaña. Pero cada vez que se intenta hacer, los grupos económicos cooptan los medios de comunicación, principalmente las cadenas televisivas, y son estas las que emprenden campañas de acoso, de estigma a quienes llevamos adelante esta lucha.
Hernández asegura que en Honduras se llevan a cabo "campañas permanentes" de desprestigio que aseguran que las oenegés "atentan contra el desarrollo de las comunidades".
P.: La solución, ¿cuál es? ¿Acabar con la minería?
R.: Quienes nos atacan nos dicen que queremos que no haya mineras, ni minería. Pero para que esta grabadora [sujeta el aparato con el que se está grabando la conversación] funcione tiene que haber circuitos que funcionen. Y eso solo puede ser gracias a la minería. No está mal el uso sostenible de los recursos.
P.: Entonces minería sí, pero no así, ¿verdad?
R.: Tiene que ser equilibrado. El problema está en que los hábitos de consumo nos están llevando a los seres humanos a excedernos y a sobreexplotar las fuentes que Dios ya nos dejó para que conviviéramos de una manera equilibrada.
El querer tener el celular de moda no nos hace pensar que hay recursos que se están agotando. Estamos hablando de los recursos, pero también de la explotación que sufren hombres y mujeres en esos territorios, que están mal pagados y que están contaminando. En Honduras, hay ríos donde los niños están lavando oro utilizando mercurio altamente contaminante y no hay ningún control médico ni ambiental.
Refugiados climáticos
Esta situación que describe Hernández acentúa los problemas endémicos de Honduras. Situado en pleno Corredor Seco, el país centroamericano combina épocas de sequías “atroces” con el paso de los huracanes y las lluvias torrenciales.
Estos son los principales motivos por los que Hernández colabora estrechamente con la Universidad de California, en Estados Unidos. La mayoría de los migrantes climáticos que huyen de Honduras se unen a las caravanas que van al país norteamericano.
Una vez llegan allí —"los que llegan y no se quedan por el camino", lamenta—, CEHPRODEC envía a las autoridades californianas un análisis socioambiental que explican los motivos de su migración y facilita la solicitud de asilo. Porque, dice, "cuando llegan, cómo le dicen a un juez que no pueden volver a su país porque les asesinan por defender la naturaleza".
Lo que hacen Hernández y su equipo es "comentarle al juez que nuestra gente migra porque los huracanes no les permitieron que produjeran, que las sequías lo están obligando a huir, que la cooptación de las semillas está provocando que huyan, que el defender la montaña y el territorio les está provocando persecución". Y el responsable de CEHPRODEC asegura que de ahí parte el asilo que se les está dando a las familias en California.