"Somos amigos del barrio, de toda la vida; empezamos con 14 en las calles de Barajas, y aquí nos ves con 40, así que puedes echar cuentas". Con estas palabras, Javier Serrano, uno de los creativos detrás de Boa Mistura, explica de dónde viene este particular grupo de madrileños que hacen cosas a gran escala. Si en el pasado había quien podría referirse a ellos añadiéndoles el adjetivo grafiteros, hoy pesa más la acepción que refiere a un equipo de arte multidisciplinar curtido en los espacios urbanos de la capital gata.
'Buena mezcla' es lo que significa en portugués y también en gallego el nombre que da bautizo al colectivo originado a finales del 2001. Tiene sentido, porque en torno a él se unieron en su momento el propio Serrano, "arquitecto y catador amateur de pinchos de tortilla" —así se define en redes—; un ingeniero de caminos, Rubén Martín; un publicista, Pablo Purón; y los licenciados en Bellas Artes Pablo Ferreiro y Juan Jaume Fernández.
Boa Mistura nos habla desde la galería Ponce+Robles, en un encuentro improvisado —dicen que de esos surgen las mejores conversaciones—. Puede cogerse con poesía —o con pinzas, si no se da el caso— el hecho de que nos atiendan apoyados en la puerta del espacio, en un limbo simbólico entre el arte capitalizado y los muros.
Esa dualidad se les antoja cómoda: en ambos han sabido defender su sitio. Porque que nadie piense que tendrían reparo en exponer un día en ARCO y dormir al siguiente a ras de uno de los suelos más inhóspitos del planeta. Se han visto en ambas.
[Cuando los ODS aplican al arte o cómo la posibilidad de transformar genera adicción]
"Tenemos la fortuna de llevar desde el 2010 viviendo de pintar murales y recorriendo el mundo", cuentan. Su obra, resultado de mezclar diferentes estilos culturales, colores y escenarios, se desarrolla principalmente en la periferia. Parte de una necesidad de comunicar, y, especialmente, de tener un impacto positivo en la gente a través de las intervenciones plásticas.
Por ejemplo, cuentan, en 2009, cuando se cumplieron 20 años de la caída del Muro de Berlín, representaron sobre un mural la reconciliación de las dos Alemanias en la Europa dividida a través de un abrazo entre dos figuras.
El modo de vida de Boa Mistura se sustenta precisamente de la unión: "Trabajamo a través de procesos colaborativos", explican. En 2010, vivieron un mes y medio en una residencia artística en Ciudad del Cabo, frente a una postal de violencia y drogas que, para su suerte, les cambió la vida. "Era un contexto nuevo para nosotros, pero empezamos a trabajar y surgió la idea de que nos echaran una mano para terminar la pieza. Fue la primera vez que lo hicimos de este modo, y desde entonces no hemos dejado de invitar a los vecinos a que formen parte de esta red".
Porque allí, hasta donde habían viajado para transformar a golpe de color un club de ciclismo local, "nos dimos cuenta de que cuando alguien se implica en un proceso de transformación de un espacio de su entorno, también cambia su percepción sobre el mismo". Desde entonces, esa metodología se ha repetido en muchos puntos del mapa en los que cualquier activista por el clima o los derechos humanos consideraría que hay que estar al menos una vez… como el desierto de Atacama.
Es el lugar no polar más árido de la Tierra. También aquel sobre el que crecen impasibles las montañas de ropa, otorgándole el indecoroso premio al mayor cementerio textil del mundo. Para los Boa, es la tierra donde conocieron a Yamileth, originaria mapuche del sur de Chile. Tal como cuentan, "allí realizamos varios proyectos en los que teníamos recursos económicos y podíamos dar un salario a los vecinos. En uno de ellos la conocimos, vimos cómo empezó a enamorarse de la pintura y sobresalió por encima de todos los demás".
[El gran basurero textil: cómo Atacama se ha convertido en un desierto de ropa usada]
El colectivo ha vuelto en repetidas ocasiones a la comunidad, para distintas iniciativas en las que han contado con distintos lugareños, pero el de Yamileth siempre fue y seguirá siendo el primer teléfono al que llamar. Tanto tiempo después de haber cruzado caminos, "ella se dedica a pintar murales".
Asimismo, otro ejemplo del impacto transformador que esconde el arte lo personifican en Cleo. Conocieron al joven en su viaje a Kibera, un asentamiento informal en los suburbios de Nairobi (Kenia), que, además, es la mayor barriada pobre del país.
Corría el año 2016. "Él acababa de quedarse en paro y quiso ayudarnos en el proyecto", explican desde el colectivo. Consistió en un mural de 100 metros cuadrados realizado sobre los contenedores del hospital AMREF, en el terreno de Laini Saba en el suburbio. La pared rezaba un sisi ni mashujaa, que se podría traducir al castellano como somos héroes. A Cleo le impactó mucho que alguien le dijera que él también era un héroe, y, cuando terminó el proyecto, sintió que él también podía hacer algo por ayudar a su comunidad.
"El entorno es muy importante, de verdad", insisten en la entrevista. El joven keniano con el que comparten recuerdos hoy es el creador de "una suerte de app que da trabajo a la gente; por ejemplo, si eres fontanero, pero no tienes una titulación porque has vivido siempre en una comunidad informal, pero eres excelente en tu trabajo, Cleo registrará estos casos en su portal para que cualquiera en el resto de la ciudad pueda contratar a ese profesional y puntuarle con valoraciones. Eso, al final, homologa de algún modo a los trabajadores", celebran sobre la iniciativa de su lejano amigo.
Estos artistas de pasaporte desgastado, que viajan "con un billete de ida y otro de vuelta 40 días después", han intervenido en las vidas de panameños, dominicanos, cubanos y brasileños. Para su proyecto Luz nas Vielas en Vila Brasilândia, en São Paulo, lograron dormir bajo techo gracias a Dimas, que les acogió en la favela de su familia. "Fue tremendo verlo; son asentamientos de autoconstrucción, así que la gente toma una porción de territorio y construye una casa; si tienen un hijo y este crece, ponen más ladrillos hacia arriba y hacen otro segundo piso… y así se construyen. Son tejidos urbanos muy vivos".
Y añaden, como en un recopilatorio breve de sus memorias: "La familia, que fue la nuestra durante ese tiempo, consiguió colchones y pudimos quedarnos con ellos. Ahora, cada vez que volvemos vamos a visitarles. Dimas creó hace unos años el primer centro cultural de la favela porque se sintió muy inspirado".
Los artistas dicen que, lejos de lo que pueda pensarse, quienes les acogieron rara vez tenían algo que ver con el mundillo, y menos aún conocían su trabajo. Aun así, a todos les dedican un homenaje en Crossroads. El viaje circular de Boa Mistura, documental que vuelve a las comunidades donde pintaron para reivindicar el poder de unión que tiene el arte urbano.
La forma en que la sociedad se relaciona con este ha cambiado mucho en cuestión de años. Pero ellos siguen como siempre. "Da igual que el tiempo pase, que siempre nos encontraremos en el mismo entorno, pintando sobre una pared. Los que no siempre permanecerán serán nuestros proyectos; puede que un día alguien los borre", asumen, pero eso no les entristece. "La pintura es algo efímero que está destinado a perderse, y nos encanta que sea así, porque nosotros también lo somos. Nuestra obra se contextualiza en un momento dado y eso es lo que nos da libertad a la hora de crear", reflexionan.
La mayor parte del trabajo de Boa Mistura se desarrolla en su taller en Vallecas. Una vez puesto en marcha, el proyecto pasa por distintas fases, votaciones incluidas, hasta que la obra se ejecuta. Involucrar a las comunidades es, aseguran, fundamental, ya que saben que están actuando sobre su entorno y quieren hacerlo con responsabilidad. Su estilo es fácilmente reconocible a través de los colores vivos, las composiciones geométricas y las palabras trazadas entre paredes y otros espacios, incluidas canchas de baloncesto.
En España, sus intervenciones han pasado por lugares como el Mercado de la Cebada de Madrid, donde cambiaron los colores de las cúpulas y las fachadas; la Casa Española de Acogida al Refugiado de CEAR; y así hasta llegar a ojos de vecinos como los que viven en Cañada Real. Boa Mistura ha puesto en marcha múltiples proyectos para denunciar la realidad de pobreza energética en los asentamientos y reclamar la formalización de contratos de suministro con las eléctricas.
Asimismo, y pese a que las intervenciones urbanas aún no se hayan integrado como otras creatividades en el academicismo artístico, Boa Mistura ha recibido varios premios, como un Street Deco y un Escala del Interiorismo, ha expuesto en ARCO, y ha colaborado en proyectos sociales junto a entidades como la Fundación ONCE, Intermon Oxfam, Cruz Roja o la Asociación Argadini. Recientemente, esta ha contado con el colectivo para el diseño de uno de sus cuadernos solidarios, dirigidos a recaudar fondos para financiar actividades dirigidas a personas con discapacidad.