Ver imágenes de la evolución de Sierra Nevada desde los años 80 hasta la actualidad es un baño de realidad. Las nevadas son cada vez más escasas y, por tanto, su "cobertura blanca" también. "Ocasionalmente, vemos olas de frío, pero la tendencia es a la baja", explica Miguel Ángel Criado (Almería, 1968), periodista científico y autor de Calor (Debate, 2024).

El cofundador de Materia pone el ejemplo de la cordillera penibética cuando se le pregunta por el primer capítulo de su libro, en el que habla de “un tiempo y un paisaje que no volverán”. Si bien es verdad que, como dice, aún no se ha producido esa transformación más absoluta de los paisajes españoles como para asegurar que alguno en particular ha desaparecido en las últimas décadas, sí que se empiezan a ver señales de los cambios que se están viviendo.

Y eso es precisamente lo que señala en su libro, en el que investiga y expone cómo afecta la crisis climática a España. Eso sí, indica que uno de los principales cambios —ya evidentes— de los paisajes de nuestro país es la conocida como mediterraneización. Es decir, la "expansión" de especies endémicas al Mediterráneo por el interior de la península. Algo que, dice, "se ve muy bien cuando viajas a Granada". Pues, asegura, el sur de la provincia "es cada vez más parecido a Almería".

Para documentar su libro, y como buen periodista que es, Criado habló con más de un centenar de científicos e investigadores. Y todos coinciden en lo mismo: "Siempre ha habido cambios climáticos, la diferencia está en la velocidad, el ritmo" al que se está produciendo el actual.

Porque, confiesa, varias de sus fuentes le repitieron que “el ritmo y la velocidad” de los cambios en el clima que vemos ahora mismo son tales que “no hay especie que se adapte”. Aunque, matiza, “quizá solo la humana sea capaz” de hacerlo.

La ‘mediterraneización’, desgranada

Criado explica varios ejemplos que pone en el libro sobre la mediterraneización de España. Y el primero, como casi todas las historias que recoge en Calor, lo tiene cerca: “Hay una planta, que conozco de cuando era crío, que es el esparto; es dura como ninguna” para aguantar en Almería.

Ahora, asegura, se empieza a ver en Castilla-La Mancha cuando antes no se encontraba tan al norte. Y añade: “A medio plazo también serán habituales las acacias africanas y el argán”.

El problema con este proceso de mediterraneización, indica Criado, radica en que “se irá acelerando en función de los incendios que se produzcan”. El motivo es sencillo: “Tras un fuego, las especies que ya existían no van a prosperar, pero sí lo harán otras habituadas a un mayor calor y más estrés hídrico”.

Sin embargo, la flora no es la única afectada por este lento proceso de conversión del clima hacia uno mucho más Mediterráneo. Algunas especies, dice, “lo tienen bastante crudo”, como es el caso de las mariposas. Y es que, explica, "el tiempo que dedican a evitar el sol, que es un clave para el apareamiento, será mayor”.

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Aunque hay un “ganador nato”: el lince. Y todo, explica, “gracias a esa mediterraneización del país, que es un paisaje más idóneo para los conejos, que es la presa del lince”.

Virus e insectos

Pero no es ni la mediterraneización de España ni su efecto en la flora y la fauna lo que más ha sorprendido a Miguel Ángel Criado durante todo el proceso de investigación y escritura de Calor. Lo que le dejó boquiabierto fue, en cambio, descubrir que "estamos al borde de que, de pronto, algún verano pase algo con una recombinación entre mosquito y virus".

Ese algo no es otra cosa que una propagación de alguna enfermedad por la picadura de un mosquito que “generalmente no es un vector de un virus”. O a la inversa: "Que un virus que los mosquitos comunes no portan llegue a nuestro país". Ambas situaciones son las que, dice, "los expertos ven como el mayor peligro" actual.

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Y cuando eso suceda, añade, "el problema se agravará porque están viendo que el ciclo vital de los mosquitos y de otros vectores, como las garrapatas, está cambiando". Pues "ya no hay inviernos duros y las larvas, las pupas y los huevos los sobreviven; ya no hay criba". Y no solo eso, sino que "el propio calor hace que el proceso de pupa o larva a insecto, sea mucho más corto".

Criado menciona, además, algo que reconoce que desconocía por completo: "El propio virus, sus propias dinámicas, es decir, el momento en el que dentro del vector es más virulento, se acelera el proceso… y todo por el calor". De esta manera, dice, el contagio es "más sencillo, es más virulento y más intenso".

De 'ecofatiga' y negacionismo

Criado asegura que se está produciendo una ecofatiga —y que él mismo la vive— que en décadas de profesión no había visto. "La gente está cansada porque es un problema global y no es inmediato", explica. Y añade: "Vamos, que no te vas a morir mañana de calor, pero se están creando las condiciones para que en el futuro, tu paisaje, tu vida, tu economía, tu forma de vivir en el mundo sea diferente. Igual tú solo te vas a dar cuenta cuando mires para atrás".

P.: Ya que menciona la ecofatiga. Dice en el libro que, por el momento, nos hemos librado del negacionismo climático en España.

R.: Por ahora. Esa parte del libro es de dos o tres charlas largas con Lluís Orriols, que está investigando esto, y me decía que por ahora no hay negacionistas climáticos. Su número está por debajo del 10%. Pero sí hay y puede haber negacionistas de las consecuencias de lo que hagamos para combatir el cambio climático. Y es ahí donde están medrando partidos más negacionistas.

P.: ¿Por qué sucede esto?

R.: Porque el cambio climático, como todos los cambios, va a tener perdedores. La clave es saber hacer las cosas para que sean los menos. Esto es como cuando llegó el motor de combustión, que los herreros se asustaron. Algunos se dieron cuenta y montaron un concesionario, pero a la mayoría se los llevó la historia por delante.

P.: ¿Va a pasar lo mismo con la crisis climática?

R.: Con esto va a pasar lo mismo. Hay sectores españoles, sobre todo muy rurales, de la España vaciada, que ya está castigada, que se van a ver muy afectados. Primero porque no va a haber agua, y ya no la hay. Y si tú tienes un cultivo de secano, la cosecha no va a salir. Además, no vas a poder exigir agua porque no la va a haber.

Pero es que, además, en tu entorno es muy probable que aumente la frecuencia de los incendios y tendrás dos o tres cargas impositivas sobre ti. Esa gente es la que puede activarse o modular su respuesta de forma política. Pero Orriols me decía que eso estaba por ver también.

P.: Pero son precisamente esas personas las que más contacto con la naturaleza tienen y están viendo en tiempo real la transformación de los ecosistemas, ¿no?

R.: El problema es que cuando algo te menea y cambia tu forma de vida, hay dos opciones posibles, que son reacciones muy naturales: o adaptarse o negarlo. Y eso siempre ha sido así. En la película No mires arriba, se muestra claro. Las consecuencias del impacto es tal que la gente no quiere pensar. Ese es el problema.

P.: ¿De ese “no querer mirar” vienes el negacionismo?

R.: Muchos de los negacionistas lo que quieren es no mirar. Tienen un problema de disonancia cognitiva. Es decir, no hay relación entre su forma de ver el mundo y cómo es este. Y para mitigar esa angustia o cambias tu forma de ver el mundo —que es costoso e implica cambios en tu actitud, en tus patrones de consumo, en tu forma de vivir—, o lo niegas. Lo fácil es negarlo.

P.: Hace años la directora del Museo del Clima de Nueva York, Miranda Massie, me comentó que el problema con el cambio climático es que es tan inmenso que el cerebro humano no tiene capacidad para comprenderlo en toda su complejidad.

R.: Y aunque lo entendamos. Mira, Estados Unidos es uno de los mayores emisores y, sobre todo, es uno de los mayores responsables histórico de las emisiones históricas. Para que las cosas cambien, deberían hacer muchos esfuerzos. Y Jedediah Purdy, profesor de filosofía de la Universidad de Duke, me cuenta que el estadounidense medio actual dice 'yo voy a hacer el esfuerzo de algo de lo que se van a aprovechar el resto del mundo y ni siquiera el resto del mundo ahora, sino las generaciones futuras’.

Esa “lógica racional”, explica Criado, tiene “mucho peso” y hace que las personas digan: “El que venga detrás que achuche”. Ese “egoísmo existencial”, dice el autor de Calor, es “inevitable” y “está también en la base de mucho negacionismo”. Porque, asegura, “a Trump le importa un carajo y a la gente que piensa como él también; a ellos no les va a tocar”.

P.: Al final es el cortoplacismo humano.

R.: Es que somos así. Ese es uno de los puntos negativos de la condición humana. También tenemos otras cosas buenas, que a poco que nos pongamos se pueden hacer cosas.

P.: ¿Cómo cuáles?

R.: Siempre he confiado en la ciencia, la tecnología y sobre todo siempre he confiado de que al ser humano cuando se le aprieta es capaz de cosas increíbles. Cuando aparecen aquellas imágenes famosas de los años 80 del agujero de la capa de ozono, se tarda apenas dos años en crearse el Protocolo de Montreal que prohíbe los CFC. No se tardó nada en poner de acuerdo a casi 200 países porque sabían que era serio.

P.: ¿Era más serio que ahora el cambio climático?

R.: No creo, pero el problema era más inmediato.