En 1943, Warren McCulloch y Walter Pitts presentaron un modelo de neuronas artificiales que se consideró como la primera inteligencia artificial del mundo, a pesar de que todavía no existía el término. No fue hasta pasados 13 años que, en 1956, John McCarthy acuñó por primera vez la palabra 'inteligencia artificial', impulsando, en la década de los 60, el desarrollo del primer lenguaje de programación de IA

Avances en algoritmos, hardware y nuevas técnicas de aprendizaje automático fueron los responsables del desarrollo de sistemas más complejos durante las siguientes dos décadas. Sin embargo, con un recorrido que suma ya casi 80 años de historia, no ha sido hasta los últimos tiempos cuando esta tecnología ha vivido un crecimiento exponencial.  

A través de una interpretación de estructuras de datos complejas, la IA es ahora capaz de hacer reconocimientos de imagen y voz, procesar lenguaje natural o establecer sistemas autónomos. Pero, como bien dice el refranero español, 'no es oro todo lo que reluce'. 

Si bien es cierto que el auge de esta tecnología ha abierto un nuevo marco de oportunidades a nivel global, tanto en la facilitación de diagnósticos de salud como en el aumento de la eficiencia laboral mediante la automatización de tareas, la UNESCO asegura que también han surgido dilemas éticos

¿La IA sesga?

Son muchos los titulares que han acusado a la IA de sesgar y prejuzgar por factores tales como el color de la piel, pero Mónica Villas, ingeniera industrial experta en inteligencia artificial, sostiene que no todo es cuestión de los datos y que el diseño del algoritmo también es responsable. 

"Cuando cogemos datos para alimentar la inteligencia artificial, tenemos que tener claro a qué preguntas queremos responder. Si queremos que la herramienta funcione bien en todos los ámbitos, hay que estar seguro de tener un dataset suficientemente equilibrado para que reconozca todos los rasgos y coger este tipo de datos no es tan sencillo", indica. 

Y añade: "Cuando los datos ya han cogido ese sesgo, es difícil quitarlo". Tanto es así que, en 2014, Amazon se vio envuelto en una de sus mayores polémicas como consecuencia de la introducción de la IA en sus procesos de contratación de personal. Una medida implementada con el objetivo de optimizar los esfuerzos de captación del talento y contratar al candidato ideal en cada puesto. 

Mónica Villas, acompañada de otros profesionales, en una mesa redonda de Telefónica. Cedida

Sin embargo, el propósito inicial de la iniciativa terminó siendo un fiasco. Se descubrió que la inteligencia artificial, que valoraba a los candidatos con una puntuación entre una y cinco estrellas, acabó por discriminar de forma sistemática a las mujeres

"La IA se había fijado en determinadas partes del lenguaje natural. Parece que los hombres redactan en primera persona y con verbos de acción, y que las mujeres no tanto. Había empezado a penalizar ciertos comportamientos", explica Villas. 

Pero esta no ha sido una situación aislada. Mónica Villas confiesa que ha habido ocasiones en donde a las personas negras se les ha confundido con orangutanes, o que, en caso de llevar en la mano un objeto similar a una pistola, como podría ser una taladradora, si la persona era blanca se identificaba como tal, pero, si era de tez oscura automáticamente saltaba la alarma. 

Es por ese motivo que, a pesar de que esta tecnología se ha convertido en el asistente perfecto para agilizar ciertas tareas, los humanos todavía deben supervisar sus funciones. "Somos nosotros quienes seleccionamos los datos y deberíamos revisar el resultado. Lo de los sesgos a veces es difícil solucionarlo cuando ya están implementados en una aplicación. Es importante que, desde el principio del diseño, nos aseguremos de tener unos datos equilibrados y unos equipos multidisciplinares", indica la experta en IA. 

La veracidad de la información

Desde que OpenAI lanzó ChatGPT el 30 de noviembre de 2022, la población general ha experimentado un gran acercamiento a la inteligencia artificial. Fue poco más de un año después, el 6 de diciembre de 2023, cuando Google anunciaba Gemini, convirtiéndose en el competidor del entonces líder. 

"El fruto de ChatGPT sería equivalente a almacenar el resultado de lo que suponen los grandes modelos de lenguaje", sostiene Villas. Y lo explica: "Viene de una evolución de mucha investigación en el área de procesamiento del lenguaje natural que tuvo el hito de OpenAI. El GPT 2.0 ya hacía cosas que ni siquiera ellos creyeron que podía hacer y, de hecho, hubo un momento en que no querían comunicarlo a la sociedad". 

Sin embargo, finalmente sí se descubrió al mundo y es todo un éxito. Durante el mes de febrero de 2024, la aplicación de OpenAI sumó 1.626 millones de visitas, alcanzando el millón de usuarios en tan solo cinco días. Pero, ¿hasta qué punto podemos fiarnos de sus informaciones?

ChatGPT se encuentra entre las tecnologías machine learning, lo que se define como la capacidad de identificar patrones en datos masivos y elaborar predicciones. De este modo, los ordenadores puede realizar cuestiones específicas de forma autónoma, es decir, sin necesidad de ser programados. 

Pero, Villas, asegura, que debemos tener cierta precaución con las informaciones que ofrece. "Lo hemos alimentado con muchos datos y, gracias a la capacidad de computación que tenemos ahora, ha sido capaz de aprender de ellos. No voy a decir que los datos sean correctos o incorrectos". 

Y añade: "Las pruebas han mostrado que sería capaz, en las primeras versiones, de superar un nivel de bachiller y, con los avances, de superar niveles universitarios o incluso más". 

Sin embargo, para la experta en IA la pregunta no es ¿en qué me puedo fiar?, sino ¿en qué me puede ayudar?, y ¿quién es el responsable de lo que voy a poner? "Nos podrá ayudar a muchos a vencer el síndrome de la página en blanco o a hacer una serie de test, en el caso de los profesores", responde en relación con la primera cuestión. 

Sobre la segunda, indica que quien debe hacerse responsable es la propia persona y lo explica con un ejemplo: "Un abogado de Estados Unidos utilizó unas directivas que no existían para un juicio porque, simplemente, no las había revisado. Pero aún, pero, no asumía la responsabilidad, sino que decía que había sido su ayudante". 

Aunque la inteligencia artificial ya forma parte de muchos equipos de trabajo haciendo una función de asistente, Villas asegura que debemos mantener la cautela. "Todavía está en ese modo adolescente que hay que seguir revisando un poco. La experiencia es un grado, vas educando y vas viendo hasta dónde puede llegar". 

IA vs. Humanos

Consecuencia del exponencial crecimiento de esta tecnología, hay quienes dicen que, en un futuro, la IA quitará puestos de trabajos que antes hacían las personas. Pero como en todo dilema, también hay quienes tienen una opinión contraria, asegurando la indispensabilidad del valor humano en ciertas labores. 

Para Villas la respuesta es clara: "Hay que quedarse un poco en el punto medio y mantener el pensamiento crítico. No es la primera vez que la tecnología hace desaparecer puestos de trabajo, lo hemos vivido a lo largo de toda nuestra historia y los humanos nos hemos adaptado a ella". 

Y sigue: "¿Cuál es la diferencia ahora? La velocidad a la que están sucediendo los cambios. Pero, recordemos que, aunque la inteligencia artificial tiene ese nombre que parece que viene del espacio, la hemos creado los humanos". 

Recurre entonces a la historia de Garri Kaspárov, el mejor jugador del mundo de ajedrez, quien, en 1997, tras ser derrotado por una máquina, aseguraba que todos perderían sus trabajos. Sin embargo, años después, reconocía que la IA le estaba ayudando a ser mejor jugador. "No debemos preocuparnos por lo que la inteligencia artificial hace ahora, sino por lo que todavía no hace, porque nos puede ayudar a cumplir nuestros sueños", relata Villas en palabras de Kaspárov. 

Sin embargo, para la experta en IA, tener la posibilidad de pedirle a esta tecnología que haga cosas por nosotros a través de un lenguaje natural no son todo ventajas y hace hincapié en no conformarse con estas aplicaciones. "Tenemos la obligación de seguir aprendiendo. Es la clave en nuestra vida labora, pero ahora, más que nunca, es un mantra". 

Y es que, a pesar de la ayuda que puede ofrecer la inteligencia artificial en términos de análisis, estadística o reconocimiento visual, entre otras funciones, Villas duda sobre la desaparición de puestos de trabajo como los médicos o los abogados. Eso sí, cambiarán la forma en la que lo hacen. 

"Tenemos que ver qué capacidades queremos delegar a la IA y qué capacidades queremos seguir manteniendo como personas", concluye Villas.