Hace tres años, cuando nació Enclave ODS, decidimos elegir una serie de jóvenes referentes que trabajaban alineados con los valores de nuestro “vertical”. Victoria Santiago formó parte de ellos. Su risa fácil y su deseo de apoyar a los suyos siguen ayudando a los jóvenes gitanos. Como a ella misma le ocurrió 15 años atrás, a quienes 'orienta' se enfrentan en la adolescencia a un momento crucial en su vida: poner en equilibrio la riquísima herencia de su etnia con las necesidades del momento.
Santiago, ahora, trabaja como profesora de refuerzo educativo en la Fundación Secretariado Gitano. "Mi cometido es seguir ayudando a niños en riesgo de exclusión social para que logren titularse y así conseguir salir del círculo de la pobreza", dice. En la primera entrevista con este vertical contaba que empezó dando charlas por colegios y barrios deprimidos en Málaga, trabajando “cara a cara con los míos”, como ella dice.
Ella, gitana, de la etnia de Camarón de la Isla y Las Ketchup, nació en una familia humilde y honrada. Ha visto lo que es el trabajo duro y que pasa por ganarse la vida. “Ahora, que me dedico a lo que me gusta, he llegado a la conclusión de lo importante que es ganarse la vida sin pasar esa 'fatiga' y haciendo una labor que reconforta y da satisfacción” explica.
Cuando su madre la inscribió en una escuela de Infantil bilingüe, Santiago descubrió el francés. Esa fue la primera semilla que la llevó a la Universidad de Málaga a estudiar Traducción e Interpretación del idioma galo. También lo hizo con la ayuda del Secretariado Gitano, su familia y su novio. Y no fue un camino fácil, ni en lo profesional ni en lo personal, porque tuvo que romper esquemas que se tenían asumidos simplemente por sus orígenes romaníes.
“Eso es lo que quiero transmitir a los menores con los que trabajo”, cuenta. Y es que, para ella, “estudiar te abre la mente. El adquirir conocimiento no solo es útil para ganar dinero, también se refleja en la vida personal del que ha estudiado”. Y gracias al vínculo emocional que establece por compartir orígenes y valores, ella cree que puede influenciar a los jóvenes para bien.
Ayudar a los que vienen
Con 28 años, y con el trabajo que ha elegido, ha visto casos inspiradores. Otros que han sido duros, como cuando algunos pequeños cuentan desde la inocencia infantil la situación de su casa y demuestran que lo están pasando mal. Pero también hay esperanza. Pone el ejemplo de un menor que llegó a ella con una actitud baja en los estudios y saltándose la mayoría de las clases, precisamente de idiomas.
“Cuando llegó a mis clases de refuerzo nos pusimos de manera intensiva con ello. No nos hizo falta más que un par de meses para que fuera completamente capaz de aprobar exámenes. Ese año consiguió recuperar el curso anterior y de los anteriores trimestres. Y al final consiguió el título de la ESO”, cuenta Santiago. Esa, dice, es la mejor parte de su trabajo: ver la cara de satisfacción y de alegría cuando el niño salía de las clases, siendo consciente de que era totalmente capaz de aprobar.
En estos tres años, Santiago ha tenido un hijo. Fue tarde para la tradición gitana, pero ella siempre ha contado con el apoyo de su familia y de su marido. Es cierto que los gitanos pertenecen a una cultura más conservadora bajo el peso de las tradiciones, pero ella dice sentirse libre gracias a los estudios, y cree que está ayudando a otros a conseguirlo. Pronto también a su hijo Jesús.
El niño, desde luego, tiene buenos referentes. Tanto su madre como su padre poseen títulos universitarios y se dedican a la docencia. Santiago espera, y esto es igual a tantos otros niños gitanos, que cumpla con sus estudios y llegue a la universidad. Aunque reconoce que en eso influyen muchos factores, pero ella se centra en tres: disciplina, motivación y la ayuda necesaria. Porque, reconoce, todo el mundo la requiere en algún momento.
Victoria Santiago, Vicky como la llaman los amigos y compañeros del Secretariado, está satisfecha con su trabajo. Considera que 'alguien del barrio', alguien cercano, es la mejor figura para animar a los jóvenes a estudiar, porque es quien mejor les entiende, comparten valores y un origen común.
Pero tiene esperanza. Aunque aun no ha visto un cambio generacional cree que cada vez hay más conciencia de la importancia de la educación para llegar a ser lo que se quiere ser.
Además, pone el énfasis en las chicas, a las que ve interesadas en los estudios superiores. "Desde mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que hay más niñas con ganas de estudiar que niños", dice. No significa que el camino de ellos sea el equivocado, pero sí puede que el de ellas sea más prometedor.