La semana pasada comentaba en mi columna titulada La ciencia que viene un vaticinio interesante que me hacía la microbióloga Rosa del Campo. Para esta investigadora del Instituto de Investigaciones Sanitarias del Hospital Ramón y Cajal, en breve veremos una pléyade de aplicaciones de las heces en las más variopintas enfermedades. Prometí que profundizaría en el tema y suelo cumplir mis promesas. Allá vamos con la utilidad científica de las heces.
Todo comienza con el estudio de lo que llamamos microbiota, es decir, la comunidad de microorganismos que viven en simbiosis con un ser vivo, en especial la microbiota intestinal. Quizá te suene más la flora intestinal, pero este es un término en desuso, ya que solo hace referencias al mundo vegetal y en esos nichos hay de todo.
La composición de la microbiota del intestino no había tenido importancia para la Microbiología Clínica hasta hace relativamente poco. En palabras de Rosa del Campo, "se trataba de microorganismos comensales que en la mayoría de los casos no causaban infección y nadie se preocupó de estudiarlos”. Sin embargo, más que importantes, son cruciales.
El punto de inflexión ocurrió cuando, en lugar de estudiar la infección —estado agudo con graves consecuencias para la salud—, estudiamos la colonización habitual —estado crónico y natural—. Algo que puede tener impacto en la salud, mas no pone en peligro la vida.
Hace unos diez años, en el momento en que la tecnología nos permitió dimensionar la microbiota intestinal —te hablo del desarrollo de la secuenciación masiva— se comenzó a relacionar la diversidad de los microorganismos que conviven en el intestino con la aparición de algunas enfermedades.
"Se calcula que el 90% de las bacterias que componen la microbiota son incultivables. Esto las convertía en desconocidas, todo ha cambiado cuando aparece la secuenciación” me asegura Rosa. Pero, no siempre se puede decir que una bacteria en específico sea la causa de una enfermedad, la cuestión es un poco más compleja.
Todo parece indicar que más que la composición —es decir, qué microorganismos están— la llave que guarda el secreto está en la funcionalidad de la comunidad en su conjunto. La armonía contribuye al buen funcionamiento de la digestión y otras muchas funciones vitales. Su desregulación es el punto de partida de varias enfermedades.
Cabe recordar que, entre otras funciones, la microbiota es la responsable de sintetizar vitaminas que nosotros no producimos —entre ellas la vitamina K— y contribuye a la nutrición digiriendo alimentos que nosotros no podemos asimilar. En una frase: no se concibe la vida animal en el planeta sin la colonización por microorganismos.
En este punto entra en juego la idea de trasplantar microbiota desde personas sanas a enfermos. Pero, ¿cuál es el fundamento científico para usar las heces como medicina?
La base está en la recuperación del balance. Rosa del Campo lo dice muy claro: "Las heces son un medicamento biológico, de la misma forma que lo es el plasma rico en plaquetas. En enfermos con diarrea debido a la contaminación con Clostridioides difficile, una bacteria que causa diarreas y otros problemas intestinales graves, el trasplante de heces desde un donante sano cura al 90% de los enfermos”.
Yo añado otro dato: la tasa de curación máxima que se logra usando antibióticos es sólo del 30 %. Según Rosa, no se conoce el principio activo de las heces que actúa contra la bacteria, sin embargo, siempre se obtienen muy buenos resultados con independencia del donante.
Vayamos a lo pragmático, ¿cómo se hace esto?
La microbiota fecal se puede administrar mediante colonoscopia, o a través de una sonda naso yeyunal. Pero, sin duda alguna, lo más adecuado es administrarla mediante cápsulas. "Las heces se mezclan con un crio-preservante, luego se liofilizan a -50 °C durante toda una noche y el polvo resultante se encapsula”, especifica la microbióloga.
Estas cápsulas —que son gastroresistentes y pueden durar hasta un año si se almacenan adecuadamente— se ingieren, y al llegar al intestino la microbiota que está en su interior se libera colonizando el nicho. De esta manera se intenta regenerar el balance adecuado de la microbiota y su funcionamiento.
¿Sólo para las diarreas?
En la práctica clínica asistencial sólo está autorizada para el tratamiento de la diarrea recurrente debida a Clostridioides difficile. Pero, en el contexto de investigación se está aplicando en numerosas patologías a través de ensayos clínicos. Según los datos disponibles, funciona en el 60% de los pacientes con infecciones recurrentes del tracto urinario para las que no hay otra solución. Esto es un tratamiento remodelador del ecosistema intestinal, el verdadero reservorio de los uro-patógenos.
Por otra parte, ilusionan los resultados, aún experimentales, en la oncología. Algunos pacientes que no responden a la inmunoterapia logran ser sensibles a ella luego de ser trasplantados con las heces de un paciente respondedor.
¿Y en el futuro?
"Lo tengo claro", me dice Rosa. "Será necesario recoger las heces de los pacientes antes de someterse a procesos como quimioterapia o radioterapia para un posterior trasplante autólogo y evitarles los trastornos ya descritos”.
Como bien dice el dicho: millones de moscas no están equivocadas.