Mi amigo Charles, que vive en Kansas City, me dice que lleva varios catarros en lo que va de año. Al parecer ha perdido la cuenta de los resfriados devenidos cuasi-gripes que le complican los días y sus noches. Mientras se quejaba —WhatsApp mediante—, yo —haciendo gala de profesionalidad— revisaba las alertas mundiales sobre nuevos virus emergentes y su potencial propagación… entonces, unas siglas ya conocidas volvieron a llamar mi atención: H5N1.  

El virus de la gripe aviar H5N1 sigue propagándose entre animales de todo el mundo, algo que genera preocupación entre los investigadores y las autoridades sanitarias. La posibilidad de una pandemia de H5N1 en humanos cada día está más cercana de convertirse en una realidad. 

Los datos disponibles nos indican que la cepa H5N1, clasificada como altamente patógena por su letalidad en algunas especies, ha causado millones de muertes en aves domésticas y silvestres desde su aparición en 1996. 

Pero hay más, también se ha propagado a mamíferos como lobos marinos y zorros, y ha sido responsable de cerca de 500 muertes humanas desde 2003. Se calcula que la tasa de mortalidad del virus es de aproximadamente un 56%, lo que significa que más de la mitad de las personas que contraen el virus mueren a causa de él.

Es cierto que este virus no ha adquirido la capacidad de propagarse entre las personas. Conversando con otro amigo, Alfredo Corell, catedrático en Inmunología de la Universidad de Sevilla, me lo confirma: "… no ha mutado lo suficiente para transmitirse de persona a persona y esto ha sido el muro de contención". 

No obstante, su salto a mamíferos y la evidencia de transmisión entre ellos son motivo de alarma. De hecho, recientemente se ha detectado H5N1 en ganado, sabemos que estos animales interactúan con frecuencia con los humanos.

No te engaño si te digo que en las mentes de aquellos que nos hemos dedicado a la inmunología resuena una pregunta: ¿Qué tan preparados estamos?

Nuestro sistema inmunitario —las defensas—, no está completamente desprotegido frente al H5N1. La exposición previa a otras cepas de gripe, tanto por infección natural como por vacunación, puede proporcionar cierto grado de protección. 

En este sentido, un estudio recientemente publicado asegura que el 80% de las muertes durante la pandemia de gripe porcina H1N1 en 2009 se produjeron en personas menores de 65 años, sugiriendo que la inmunidad derivada de cepas anteriores de H1N1 pudo haber protegido a las generaciones mayores.

Sin embargo, la protección ofrecida por la inmunidad preexistente es limitada, ya que las nuevas cepas de gripe, como el H5N1, son genéticamente distintas y pueden evadir la respuesta inmune. En pruebas masivas realizadas en Estados Unidos se obtuvo que la mayoría de la población no tiene anticuerpos contra la cepa actual de H5N1, lo que significa que serían susceptibles a la infección si el virus adquiere la capacidad de propagarse fácilmente entre personas.

¿Qué factores influyen en la respuesta inmunitaria?, puede que te estés preguntando. 

La respuesta inmunitaria al H5N1 no solo depende de la exposición previa a otras cepas de gripe. Un curioso estudio científico estableció que el primer caso de gripe de una persona puede tener un efecto significativo en su inmunidad futura. Según estos datos, las personas tienden a ser menos afectadas por la cepa de gripe que coincida con la que causó su primera infección infantil, mientras que son más vulnerables a las cepas no coincidentes.

Esto significa que las personas nacidas antes de 1968, que probablemente tuvieron su primera infección por gripe con un virus similar al H5N1, podrían estar más protegidas frente a este virus que las personas que nacimos después de 1968. Echad cálculos. 

¿Nos preparamos para lo peor?

Si bien la posibilidad de una pandemia de H5N1 es preocupante, no hay que caer en el pánico. La investigación en curso y las medidas de vigilancia existentes nos ayudan a comprender mejor el virus y desarrollar estrategias para combatirlo.

Es fundamental continuar la investigación sobre el H5N1, incluyendo su evolución y potencial de transmisión entre humanos. También es necesario desarrollar vacunas y tratamientos específicos contra este virus, para evitar un "corre-corre" cuando tengamos el toro delante. 

¿Podemos hacer algo a nivel individual?

Siempre está la opción de protegernos tomando medidas para reducir —mejor, eliminar— el contacto con animales enfermos y practicar una buena higiene personal. Y, sobre todo, apoyar desde cada parcela la colaboración global entre científicos, autoridades sanitarias y el público en general en esta lucha contra los virus que nos acechan.