Villars-sur-Ollon.-
De día, a 1.500 metros de altura, una densa niebla envuelve el complejo de lujo Domaine Rochegrise. Ahora no se ven ninguno de los chalets de madera con los balcones salpicados de geranios, ni tampoco el RoyAlp, el exclusivo hotel que incorpora el dúplex que compartió don Juan Carlos con Corinna zu Sayn-Wittgenstein (CSW) entre 2009 y 2012 y que ella vendió en 2013.
Al amanecer las vistas desde la cama son gloriosas: los picos nevados de Les Diablerets destacan bajo el arcoíris en una estampa tan limpia como el aire que se respira en Villars-sur-Ollon, esta pintoresca estación suiza enclavada entre el Lago Léman y Gstaad. “¡Qué belleza!”, es lo único que el viajero puede repetir, una y otra vez, durante las 24 horas transcurridas en la acogedora vivienda conocida como el dúplex del rey o The Royal, en alusión al ahora monarca emérito de España.
“Era un secreto a voces”, explican algunos de los que siempre supieron que el jefe del estado español pasaba tiempo en esta exclusiva urbanización que él mismo estrenó en febrero de 2009 junto a CSW, con la que entonces formaba pareja estable. Todo es discreto y agradable en esta especie de nido forrado en madera de pino al que accedemos a través de un ascensor privado forrado en piel de vaca.
La adquisición del dúplex coincide en el tiempo con las primeras alarmas rojas del Fondo de Infraestructuras Hispano-Saudí (SSIF, en sus siglas en inglés). Ese fondo, ideado durante el viaje oficial de don Juan Carlos a Arabia Saudí en 2006 y finiquitado a finales de 2009, hizo perder casi 21 millones de euros a la veintena de empresarios españoles que aportó el dinero.
CSW viajó a Arabia Saudí en el avión oficial del Rey y más tarde se encargó del alumbramiento del fondo, que fue presentado a bombo y platillo en el palacio del Pardo por don Juan Carlos junto al rey Abdalá de Arabia. Se apoyó en Morgan Stanley y en Cheyne Capital, y como secretario actuó Juan Garrigues. A principios de 2009, cuando los empresarios españoles exigieron la devolución del dinero porque el proyecto no salía adelante, recibieron la siguiente respuesta: el dinero había sido destinado a los gastos de constitución y gestión del proyecto. En vez de litigar, y debido a la presencia real, los empresarios decidieron apostar por perder el dinero pero liberarse de sus obligaciones.
Según fuentes conocedoras de la existencia del refugio, el dúplex era un lugar de mucha más privacidad que la casita del recinto real en el monte del Pardo habilitada para CSW y su hijo. Esa casita, situada a menos de dos kilómetros del palacio de La Zarzuela, conoció una ingente actividad social: desde el director del CNI, Félix Sanz Roldán, hasta el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, pasando por Arturo Fernández visitaron a la pareja allí. El dúplex, sin embargo, era conocido por pocos.
Don Juan Carlos pasó allí una última y larga temporada de casi una semana en febrero de 2012 coincidiendo con el décimo aniversario de Alexander, el hijo pequeño de CSW. Fue entonces cuando se comprometió con el niño a llevarlo a su primera cacería en África: así lo hizo, en abril de 2012.
7.000 euros diarios de alquiler
Tras salir del ascensor y una vez franqueada la puerta, que da directa al salón, se accede a una estancia abierta con salón, comedor, cocina americana y mesa de despacho. En la planta de arriba, dos dormitorios con baño en suite, al igual que en la de abajo. En total, unos 300 metros de opulencia y silencio decorado en tonos neutros y cierto aroma a safari donde reinan Hermès y Louis Vuitton.
Para disfrutar de este remoto lugar de relajo y descanso hay que pagar ahora 7.000 euros diarios, un precio fácilmente asequible para algunos de sus inquilinos habituales, como los miembros de la familia real de Qatar -los al-Thani- o para el Aga Khan, amigo de la infancia de don Juan Carlos y principal empleador de la infanta Cristina en su fundación en Ginebra. Con apenas dos semanas de alquiler al año su actual propietario puede correr con los gastos de mantenimiento.
Aunque CSW y su madre, la señora Larsen, lo vendieron en el otoño de 2013 a su actual propietario, L.M., a la vivienda se la ha quedado el nombre de The Royal porque “perteneció a un miembro de la familia real española”, según escribe, por ejemplo, la periodista de viajes neozelandesa Justine Tyerman, que también lo califica de “opulento más allá de lo creíble, con magníficas obras de arte y estatuas”.
EL ESPAÑOL pasó un día y una noche en el dúplex del Rey, que no es ostentoso, pero sí de un lujo atenuado: uno lo intuye en la calidad de las camas y de los baños y lo certificamos en la bodega privada, que incluye botellas de Petrus que superan los 2.000 euros o un Vega Sicilia de 1970 por 500 euros.
Sobre el papel, la vivienda nunca perteneció a don Juan Carlos, sino a CSW y a su madre, que lo adquirieron juntas porque la legislación suiza limita el número de metros que un ciudadano extranjero puede comprar. Así, la planta de abajo (dos dormitorios y dos baños en suite) tuvo que ser escriturada a nombre de la señora Larsen.
Internados de élite
Lo eligieron precisamente en Villars-sur-Ollon porque está a diez minutos en coche de L'Aiglon (el Aguilucho), el colegio de élite donde estuvo interno el hijo pequeño de CSW, Alexander, hasta que estalló el escándalo de Botsuana en la primavera de 2012, según fuentes conocedoras de la transacción. El internado, que tiene un coste aproximado de 15.000 euros mensuales, forma parte del trío de los colegios más caros del mundo junto al Beau-Soleil y a Le Rosey, donde estudió de niño don Juan Carlos.
Según Leading Hotels of the World (LHW), la compañía a la que pertenece el hotel en el que se encuentra incrustado el dúplex, la casa que compartieron el rey emérito, CSW y Alexander se caracteriza por un lujo “chic” y “décontracté”. Hay mil y un detalles que avalan el alto nivel adquisitivo de sus ocupantes: los tres salones -de juego, de fumadores y de lectura- con sus viejos sofás de piel; los trofeos de caza, colgados en alpaca; la sala de juegos de los niños; la tienda de regalos; la piscina infinity de bordes inalcanzables con chimenea incluida; el spa privado con sauna, baño turco y ducha con sonido de pájaros en su modalidad noche siberiana, y el restaurante con su chef y su sommelier de relumbrón.
LHW destaca también el toque “cosy” y “design” a base de calabazas naturales, vacas y virutas de madera, y el reno como gran protagonista de todas las estancias, hasta en las lámparas. La excepción son los cuernos de gamo del monte del Pardo que cuelgan en la chimenea del dúplex real y que don Juan Carlos hizo traer desde España. Así, Suiza se convirtió en uno de los 166 países donde está presente el trabajo del conocido taxidermista español Justo Martín, entre cuyos clientes se encuentra la reina de Inglaterra.
“Apenas salía, era muy discreto”, añaden algunos de los que conocieron la presencia del entonces rey de España en el complejo de Domaine Rochegrise, que incluye el Royalp, el exclusivo hotel con 63 habitaciones y suites, además de cuatro chalets privados.
La policía suiza y el doble del rey
Entre 2009 y 2013, la policía suiza tenía por costumbre acudir un par de veces al año para comprobar que las condiciones de seguridad del lugar se adecuaban al jefe del Estado extranjero al que tenían la obligación de proteger. Una de las pruebas más llamativas, al menos para los que pudieron verlas, consistía en buscar un doble de altura y peso similar al del monarca para hacerle saltar por la ventana emulando una situación de emergencia.
Al ahora rey emérito se le veía poco. Los que más, los camareros elegidos para subirle la comida al dúplex, donde se fue recluyendo debido a sus problemas de movilidad. Comió y bebió más de lo que esquió. Don Juan Carlos disfrutó especialmente de un plato a base de pularda a las trufas blancas que prepara con mimo el restaurante del hotel, Le Jardin des Alps.
Sólo algunos miembros del discretísimo servicio le vieron en más de una ocasión. El resto de los habitantes del complejo apenas se cruzó con él. Don Juan Carlos accedía a través del parking privado al ascensor que va directo al dúplex. En realidad, sólo tenía que salir para hacerse tratamientos en el spa privado situado en una zona apartada del balneario de uso general.
Chalet RoyAlp está diseñado como una meca del esquí para los multimillonarios del planeta, que también acuden en primavera y verano por el clima sano y el campo de golf superlativo. Actúa también como reclamo Laclinic, una famosa clínica especializada en tratamientos de belleza y operaciones de estética.
La gruta del Troll
Abundan los clientes árabes y rusos, como atestiguan los numerosos libros en cirílico que pueblan la sala de lectura. Nos cuentan que hay uno que a los niños les encanta: El tesoro de la cueva maldita, de Thomas Brezina, en el que un grupo de chicos, denominados “los K” (Axel, Lise, Mathieu y Pauline) se lanzan a la búsqueda de la gruta del Troll. Más de uno recuerda aquí al pequeño Alexander refugiándose del frío y de la nieve en el restaurante, en el salón de lectura, en el de juegos, con su madre o con su abuela.
Hubo veces en las que los escoltas de don Juan Carlos acompañaron a Alexander mientras éste esquiaba solo en los 125 kilómetros de pistas que rodean este enclave. Los visitantes VIP pueden acceder a través de tres helipuertos. Los que vienen en coche desde Ginebra tardan una hora y media bordeando el hermoso lago Léman. La tranquilidad es absoluta, un retiro perfecto donde olvidarse del mundo.
La sosegada existencia del entonces rey de España y de CSW en los Alpes suizos llegó a un abrupto final el 14 de abril de 2012, cuando don Juan Carlos tuvo que ser intervenido de urgencia en Madrid tras resbalar en un lodge de Botsuana, a donde había llevado al niño, entre otros, para celebrar su décimo cumpleaños. Tras pasar por Madrid, CSW se ocultó un par de semanas aquí antes de regresar a Londres.
Alexander tuvo que dejar antes de tiempo L'Aiglon porque allí comenzó a ser objeto de chanzas al conocerse la identidad de su madre en España. Un año y medio más tarde, CSW vendió el dúplex a L.M. y lo dejó tal cual estaba, con todo dentro. Apenas se llevó las fotografías personales que adornaban la vivienda, entre ellas una de ella misma jugando con unos perros en España; otra de don Juan Carlos posando en Africa junto a dos grandes piezas, y otras dos dedicadas por el ahora rey emérito al pequeño Alexander con una serie de consejos de vida. El resto permanece idéntico, pero ya nada es igual.
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